Desde hace una semana falta ese parroquiano
que tiene una mirada tan llena de tristeza,
y que todas las noches, sentado junto al piano,
bebe, invariablemente, su vaso de cerveza
y fuma su cigarro... Qué silenciosamente
contempla a la pianista que agota un repertorio
plebeyo, agradeciendo con aire indiferente
la admiración ruidosa del modesto auditorio.
Hace ya cinco noches que no ocupa su mesa,
y en el café su ausencia se nota con sorpresa.
¡Es raro, cinco noches... y sin aparecer!
Entre los habituales hay algún indiscreto
que asegura a los otros, en tono de secreto,
que hoy está la pianista más pálida que ayer.
|