Francamente, es huraña la actitud de ese obrero
que, de la alegre rueda casi siempre apartado,
se pasa así las horas muertas, con el sombrero
sobre la pensativa frente medio inclinado.
Sin asegurar nada, dice el almacenero
que, por momentos, muchas veces le ha preocupado
ver con qué aire tan raro se queda el compañero
contemplando la copa que apenas ha probado.
Como a las indirectas se hace el desentendido,
el otro día el mozo, que es un entrometido,
y de lo más cargoso que se pueda pedir,
se acercó a preguntarle no sabe qué zoncera,
y le clavó los ojos, pero de una manera
que tuvo que alejarse sin volver a insistir.
"MAMBORETÁ"
Así la llaman todos los chicos de Palermo.
Es la risa del barrio con su rostro feúcho
y su andar azorado de animalito enfermo.
Tiene apenas diez años, pero ha sufrido mucho...
Los domingos temprano, de regreso de misa,
la encuentran los muchachos vendedores de diarios,
y en seguida comienza la jarana, la risa,
y las zafadurías de los más perdularios.
Como cuando la gritan su apodo no responde,
la corren, la rodean y Mamboretá ¿en dónde
está Dios?, la preguntan los muchachos traviesos.
Mamboretá suspira, y si es que alguno insiste:
—¿Dónde está Dios?— le mira mansamente con esos
sus ojos pensativos de animalito triste.
que, de la alegre rueda casi siempre apartado,
se pasa así las horas muertas, con el sombrero
sobre la pensativa frente medio inclinado.
Sin asegurar nada, dice el almacenero
que, por momentos, muchas veces le ha preocupado
ver con qué aire tan raro se queda el compañero
contemplando la copa que apenas ha probado.
Como a las indirectas se hace el desentendido,
el otro día el mozo, que es un entrometido,
y de lo más cargoso que se pueda pedir,
se acercó a preguntarle no sabe qué zoncera,
y le clavó los ojos, pero de una manera
que tuvo que alejarse sin volver a insistir.
"MAMBORETÁ"
Así la llaman todos los chicos de Palermo.
Es la risa del barrio con su rostro feúcho
y su andar azorado de animalito enfermo.
Tiene apenas diez años, pero ha sufrido mucho...
Los domingos temprano, de regreso de misa,
la encuentran los muchachos vendedores de diarios,
y en seguida comienza la jarana, la risa,
y las zafadurías de los más perdularios.
Como cuando la gritan su apodo no responde,
la corren, la rodean y Mamboretá ¿en dónde
está Dios?, la preguntan los muchachos traviesos.
Mamboretá suspira, y si es que alguno insiste:
—¿Dónde está Dios?— le mira mansamente con esos
sus ojos pensativos de animalito triste.