UNA LECTURA DESDE ISRAEL

LEONARDO SENKMAN
Universidad Hebrea de Jerusalén
 
La reciente traducción hebrea de Los gauchos judíos de Alberto Gerchunoff, publicada en una edición bilingüe, es una bienvenida iniciativa de la Embajada Argentina en Tel Aviv para dar a conocer al lector israelí la obra que inmortalizó al más grande de los escritores judeoargentinos.

Sin embargo, la presente traducción al hebreo de este clásico de la literatura argentina (publicado en 1910) es, al mismo tiempo que un homenaje a su autor, un acto de reparación que pone fin al inexplicable desconocimiento en Israel de la obra de Gerchunoff; un desconocimiento tanto más inexplicable en las últimas décadas a la luz del enorme interés que despiertan en los lectores israelíes los grandes escritores latinoamericanos y argentinos contemporáneos. Si bien generacionalmente Gerchunoff (1884-1950) está alejado del boom literario de los escritores latinoamericanos reconocidos en Israel, tales como sus compatriotas Jorge Luis Borges (Premio Jerusalén) y Julio Cortázar, esta magnífica traducción hebrea de Tal Nitzan indudablemente interesará a los israelíes, porque se trata de una de las expresiones más originales del judaísmo latinoamericano: la visión de la utopía agraria de los colonos judíos en los campos argentinos. Temáticamente, Los gauchos judíos siempre ha formado parte del acervo cultural de los olimargentinos –la comunidad latinoamericana más numerosa en Israel—, pero ahora, a partir de la presente edición hebrea, la obra prima de Gerchunoff se incorpora al excelente corpus literario latinoamericano traducido para el vasto público lector israelí.

La singular experiencia agrícola de los judíos argentinos fue objeto de interés aun mucho antes de la creación del Estado de Israel. Ya en 1930 se había publicado en Tel Aviv la traducción hebrea de las memorias del agricultor Mórdejai Alperson, de Colonia Mauricio. Recién en los años 60 se empezaron a publicar en hebreo las primeras memorias noveladas y relatos literarios autobiográficos de olim oriundos de colonias agrícolas argentinas creadas por la Jewish Colonization Association (JCA); luego, en 1975 y 1983, aparecieron las más completas historias del proyecto colonizador e inmigatorio de la JCA, frutos de la investigación académica del profesor Haim Avni en la Universidad Hebrea. 1 
No obstante, la obra literaria de Gerchunoff tuvo que aguardar hasta 1997 para ser publicada en hebreo en Israel. En contraste, Los gauchos judíos fue ampliamente leído desde principios de los años 50 gracias a sus traducciones al ídish y al inglés. 2
Al publicar Los gauchos judíos (La Plata, Argentina, 1910),3, Alberto Gerchunoff no sólo inauguró la literatura judeoargentina en el año en que se conmemoraba el centenario de la emancipación nacional del país al que había llegado como inmigrante en 1889, a la edad de cinco años, sino que simultáneamente daba inicio con su libro a la literatura moderna sobre la utopía en tierras sudamericanas. Desde la conquista ibérica, el Nuevo Mundo fue percibido por cronistas, soñadores y aventureros europeos como una tierra utópica, ese otro lugar donde era posible empezar una vida nueva. No fue casual que de la masiva emigración transatlántica entre 1824 y 1924, éxodo de más de cincuenta y dos millones de personas del Viejo Mundo, el 93 % se haya dirigido a las Américas: un 72 % a América del Norte y un 21 % a América Latina. En el imaginario de aquellos inmigrantes que cruzaban el océano hacia la América del Sur había un país que simbolizaba la tierra utópica: Argentina. No sorprende, pues, que de los once millones que llegaron a América Latina, más del 50 % haya deseado llegar a ese país con el fin de recomenzar sus vidas en un ámbito de libertad y rápido progreso.
Para muchos de ellos, las pampas argentinas eran ese otro lugar, la alteridad lejana del Viejo Mundo, pero identificada como la Tierra Prometida. Numerosos italianos, españoles, alemanes, franceses, sirio-libaneses y también judíos soñaban que la emigración a la Argentina les permitiría renacer en calidad de otros en una tierra de asilo y refugio para todos los perseguidos. Algunas utopías anarquistas han dado testimonio de aquella sed libertaria que animaba a los emigrantes en búsqueda de un espacio ideal en el Nuevo Mundo, tan alejado de Europa. La breve experiencia de la colonia Cecilia, fundada en 1892 en el estado de Paraná, Brasil, por un grupo de anarquistas italianos, fue paradigmática. Sin embargo, sólo en la Argentina pudo un grupo de inmigrantes que huían del oprobio crear y sostener, durante más de cincuenta años consecutivos, las bases agrícolas de una nueva Tierra Prometida, que logró incluso competir con Sión. Eran los judíos asquenazíes perseguidos en la Rusia zarista, que recibieron con beneplácito el proyecto del Barón Mauricio de Hirsch para convertirlos en colonos agricultores en las pampas argentinas. En 1891, ocho años antes de que la familia Gerchunoff emigrara desde Tulchin a América del Sur, Hirsch fundó la JCA, convencido de que sólo en la República Argentina se ofrecían todas las condiciones necesarias para implementar una inmigración y colonización masiva de judíos rusos. No obstante, la JCA no tuvo relación alguna con el primer contingente pionero que llegó en agosto de 1889, a bordo del vapor Wesser, con pasajes subsidiados por el gobierno argentino. Tras numerosas penurias fueron asentados en el norte de la provincia de Santa Fe y algunos de ellos fundaron allí la primera colonia judía agrícola, Moisés Ville. 
Por su parte, el representante del Barón Hirsch, el científico judeo-alemán Wilhelm Loewenthal, trató un vasto proyecto con el presidente argentino, Carlos Pellegrini, y también con terratenientes privados, a fin de negociar la adquisición de la impresionante superficie de ¡3.250.000 hectáreas! Sin embargo, estos planes grandiosos de colonización no pudieron realizarse en los territorios nacionales del norte del país. A pesar de no haberse cumplido las previsiones del Barón de asentar a centenares de miles de colonos judíos, durante los primeros cinco años de existencia de la JCA el sueño utópico tomó cuerpo en proporciones más humildes: se levantaron cinco grandes colonias en las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe, con una superficie total de 200.619 hectáreas, donde se asentaron 6.757 colonos, con sus familias, en 910 chacras. Éste era el balance de la mayor utopía agraria judía en América Latina en 1896, apenas un año después de que Gerchunoff abandonara la colonia Rajil, en la provincia de Entre Ríos, para empezar su carrera de escritor en la cosmpolita Buenos Aires de fin de silo. Tres años después de publicadoLos gauchos judíos, la obra "utópica" de la JCA se extendía hacia los confines de la pampa húmeda con el establecimiento de colonias en el territorio nacional de La Pampa, sur de la provincia de Buenos Aires, norte de la provincia de Santa Fe y en la de Santiago del Estero. Más de 18.900 almas vivían de la producción de las chacras y un número adicional de peones, que en 1910 había alcanzado a 7.000, trabajaban en tareas agrícolas con la esperanza de llegar a ser colonos propietarios. La superficie total de tierras argentinas compradas por la JCA para colonización judía pronto llegaría a superar las 600.000 hectáreas.4
Los gauchos judíos, publicado en 1910, fue la primera gran expresión literaria de la utopía rural americana de los judíos que huían de la opresión zarista. El libro de Gerchunoff se adelantó a otras obras importantes sobre la Tierra Prometida que mataforizaba el espacio recreado en la alteridad y en la delimitación de la diferencia del nuevo territorio donde instalar la utopía. Gerchunoff eligió las colonias judías de la provincia de Entre Ríos para escribir sobre esa tierra, mucho antes de que la utopía espacial latinoamericana fuera narrada por los brasileros Jorge Amado en Los caminos del hambre y Graca Aranha en Canaán, o que el cubano Alejo Carpentier emprendiera el viaje iniciático por los rincones ocultos de la selva en Los pasos perd.
No es casualidad que el medio elegido por Gerchunoff en Los gauchos judíos para conmemorar los festejos del Centenario patrio haya sido el ámbito rural de Entre Ríos. Pero más que el escenario natural de esa provincia agrícola-ganadera de la mesopotamia argentina, rodeada por los grandes ríos Paraná, Uruguay, Gualeguaychú, Villaguay como por numerosos arroyos, donde se asentaron los colonos traídos por el Barón Hirsch, el verdadero protagonista era el espíritu de la tierra que los escritores regionalistas argentinos de la época denominaban telurismo. Al igual que El país de los matreros, de Fray Mocho, Montaraz, de Martiniano Leguizamón, El país de la selva, de Ricardo Rojas o La australia argentina de Roberto Payró, Alberto Gerchunoff buscó exhumar el Volkgeistargentino en las capas más profundas de las chacras donde trabajaban los colonos de la JCA. La intención del autor era integrarse a la narrativa nacional para los festejos del Centenario y mostrar que un inmigrante judío también era capaz de aprehender el espíritu criollo. Ninguna otra corriente inmigratoria había logrado producir hacia 1910 un narrador como aquel joven judío naturalizado argentino, capaz de escribir un libro para celebrar las nupcias de la identidad de la estirpe hebrea con la intimidad del terruño patrio. 
En su prólogo, el escritor regionalista entrerriano Martiniano Leguizamón saludaba a Gerchunoff como a "uno de los escritores de la tierra: tiene el don de desentrañar la oculta belleza de los asuntos más sencillos y familiares". Pero especialmente celebraba que los colonos judíos hubieran logrado trazar los primeros surcos en la selva hirsuta y huraña de Montiel, que rodeaba a sus moradores primitivos, y conseguido asimilarse al "espíritu criollo". Afirma Leguizamón que "en vano los viejos rabinos seguirán mesándose las largas barbas al repetir sus oraciones seculares de la raza; sus hijos ya entran con desgano en la sinagoga, abandonan los hábitos tradicionales adoptando los trajes y usos de la comarca y adquieren, como por lenta infiltración del medio ambiente, con los instintos de la libertad, esa independencia brava e inextinguible que timbra con rasgo acentuado el perfil moral de nuestro paisano".5
Pero además, los escritores católicos regionalistas y teluristas como Leguizamón y Rojas admiraban en Los gauchos judíos la composición de sus personajes a la manera de estampas de los Evangelios. Para el prologuista, los perfiles de las "garbosas muchachas hebreas, morenas de ojos rasgados, misteriosos y profundos, o las rubias que tienen en la dulce mirada el azul que tiembla en las pupilas de la Virgen", eran auténticas estampas de campesinas bíblicas. Es decir: imágenes respetables y venerables, sin rastros que delataran los rostros y cuerpos femeninos de las judías de Ucrania o Podolia. Raquel, Rebeca, Esther, Miriam y Rut cautivaban a los escritores criollistas católicos por su sencilla belleza "de flor agreste" y, especialmente, "porque se hacen perdonar la volubilidad con que olvidan el severo precepto que les veda amar a los que no son de su raza".
Los veinticuatro relatos breves que integraban la primera edición de Los gauchos judíos se desplegaban en torno al elemento estructurador que ordena y da sentido a toda la narración: el espíritu de la tierra entrerriana. El telurismo de Gerchunoff lograba transmutar las praderas de las chacras de su infancia en colonia Rajil en valles y cañados bíblicos. La Tierra de Promisión argentina que narra Gerchunoff en Los gauchos judíos era la Sión reencontrada en las pampas argentinas. En realidad, Gerchunoff desarrolló esa alegoría en prosa el mismo año en que el gran poeta modernista nicaragüense Rubén Darío ya había atribuido a la Argentina idéntico espacio sagrado de Tierra Prometida. Darío había escrito la primera "Siónida en el Nuevo Mundo" en suCanto a la Argentina, que inspiró a Gerchunoff:

¡Cantad judíos a la Pampa!
Mocetones de ruda estampa,
dulces Rebecas de ojos francos,
Rubenes de largas guedejas.
Patriarcas de cabellos blancos
y espesos como hípicas crines.
Cantad, cantad Saras viejas
y adolescentes Benjamines
con voz de nuestro corazón:
¡Hemos encontrado a SIÓN! 

Pero sólo el talento narrativo de Gerchunoff logró reencontrar a Sión en Entre Ríos. El niño Gerchunoff de cinco años ya había escuchado de boca de su padre antes de inmigrar acerca de esa nueva tierra de promisión, cuando éste le prometió que iban a ser agricultores y trabajarían la tierra "como los antiguos judíos de la Biblia". En su autobiografía, escrita en 1914 y publicada, póstumamente, en 1950, el escritor ofrece el testimonio de su fe en Entre Ríos en tanto Tierra Prometida --en la cual plasmó cuatro años antes sus gauchos judíos-- mediante la descripción de una atmósfera bucólica y pastoril, de estampas del Antiguo Testamento:
A la mañana, las claras mañanas calurosas y dulces, bíblicas mañanas del campo argentino, los israelitas de ancha barba se inclinaban sobre el suelo intacto, con sus palas redondas, con sus rastrillos, y había algo de ritual, de místico en la gravedad con que desempeñaban su sencilla tarea. 
La estructura de cada relato en prosa tiene la cadencia de una égloga, donde los conflictos desaparecen, porque lo importante siempre para el autor es resaltar el prodigio de que los Abraham, los Jacob, los Moisés se tornaban hombres libres al labrar el campo argentino. 
Gerchunoff fue el primero de los escritores inmigrantes naturalizados que inventó una identidad cívica perdurable para bautizar a sus hermanos que arribaron al campo argentino: gauchos judíos. Hasta entonces, "gauchos-judíos" sonaba a oídos del discurso nacionalista como una contradicción impensable. Desde su consagración oficial, Los gauchos judíos fue recibido como un oxímoron que metaforizaba el perfil mestizado de dos espíritus: el criollo y el hebreo, tierra gaucha y esencias bíblicas. Favel Duglach, en el relato "El poeta", constituye el paradigma de esta nueva identidad colectiva judía que buscaba argentinizarse. Conocedor de las Escrituras, "pasábase el tiempo conversando con los ancianos de la sinagoga" y la imaginación lírica del poeta lo conducía a componer "ditirambos" y "expresiones de égloga". Al mismo tiempo que amaba la tradición hebrea y se exaltaba al relatar "ante el auditorio algún episodio de la Biblia", el poeta Favel "sentía la poesía criolla del valor". Tal como sentencia el narrador, "en su espíritu se habían fundido las tradiciones hebreas y las gauchas". Pero entiéndase bien: tradiciones hebreas era, en Gerchunoff, sinónimo de bíblicas, modelo prestigioso para cristianos y judíos. Así Favel glorificaba la vida nómada del paisano, las fábulas comarcanas, "el heroísmo de los criollos del pago entrerriano y el coraje guerrero de los israelitas de otra edad, cuando Jefté comandaba briosos ejércitos, y las insignias del rey David llenaban a los pueblos de oriente el esplendor de su fe y de su fuerza". Los modelos del poeta de la colonia no eran los judíos religiosos tradicionales de la Europa Oriental, sino los hebreos bíblicos, "pues admiro tanto a los gauchos como a los hebreos de la antigüedad. Como éstos, son patriarcales y nobles, afirma el narrador.6
A menudo, Gerchunoff extrae la legitimación hebrea de los personajes de Los gauchos judíos de ambos Testamentos, el Viejo y el Nuevo. En especial, un personaje femenino como Raquel parece una robusta y bronceada ordeñadora de la estirpe de Esther, de Rebeca o de Judith, pero también tiene "el azul que tiembla en la pupila de la Virgen". Alternando con estampas evangélicas del tiempo del Nazareno, Gerchunoff buscaba legitimación para sus judíos en la tradición lingüística hispánica. Nombres gentilicios, giros idiomáticos y ambientes de la tradición judeo-hispánica medieval cumplen una función significativa no menos importante que el criollismo rural: legitimizar a los inmigrantes judíos rusos ante el discurso nacionalista hispanoamericano. A tal fin, Gerchunoff utilizó en su primer libro recursos linguísticos estilísticos y alusivos. El idioma de Los gauchos judíosse esfuerza por connotar la lengua de Cerv, exhumando los arcaísmos y su sintaxis y el uso preciso de culteranismos. Un tono patético y magistral le confiere a su prosa el empleo de los verbos en segunda persona del plural del imperfecto o del futuro indicativo, amén del imperativo; Gerchunoff recrea un nuevo idioma capaz de sugerir al lector resonancias castizas, grandilocuentes y predicativas. Precisamente, la prosa castiza de Gerchunoff fue saludada muy entusiastamente por autores nacionalistas como Manuel Gálvez y Manuel Carlés. Este último elogiará el otro libro que condensa el amor de Gerchunoff por la lengua de Cervantes: La jofaina maravillosa: agenda cervantina, de 1922.7
El segundo procedimiento usado por Gerchunoff para legitimarse culturalmente era aludir a los insignes filósofos hispanohebreos como Maimónides, o poetas como Yehuda Halevy y Sem Tov de Carrión, venerados por católicos españoles al igual que por judíos sefarditas. Quizás el relato "El viejo colono" ejemplifique este procedimiento narrativo como ningún otro texto del libro.8
La nueva identidad judeo-gaucha inventada por Gerchunoff, de connotaciones criollistas, no ocultaba sus orígenes, aunque el paisaje pastoral de la tierra de promisión borraba todos los contornos del galut$$ europeo en su orgullo cívico de ser ciudadano argentino:
En Rajil fue donde mi espíritu se llenó de leyendas comarcanas... En aquella naturaleza incomparable, bajo aquel cielo único, en el vasto sosiego de la campiña surcada de ríos, mi existencia se ungió de fervor, que borró mis orígenes y me hizo argentino.9 
Si es cierta la afirmación de Jorge Luis Borges que Los gauchos judíos es menos un testimonio histórico sobre las colonias de la JCA que un testimonio de la nostalgia y amor por Entre Ríos,10 no menos cierta es la afirmación del escritor Bernardo Verbitzky que con ese libro los judíos argentinos obtuvieron "la verdadera carta de ciudadanía".11 Porque ningún otro libro de los numerosos que escribió Gerchunoff logró legitimizar, como éste, la nueva identidad colectiva de la comunidad judía más grande de América Latina. No lo lograron sus inolvidables libros hispanófilos como el ya mencionado La jofaina..., ni los tres publicados en 1926: Pequeñas prosasHistorias y proezas de amor y El hombre que habló en la Sorbona. Tampoco lograron el éxito de su primera obra los libros que le siguieron: Enrique Heine, el poeta de nuestra intimidad (1927), Las imágenes del país (1931), ni tampoco El hombre importante (1934). Es que en el imaginario literario y social de los argentinos, Gerchunoff ha sido el autor de un solo libro: Los gauchos judíos.
Sin embargo, curiosamente el escritor y gran periodista de inolvidables biografías en el prestigioso diario La Nación (Buenos Aires) no buscó la reedición de su obra. Hubo razones históricas que pueden explicarlo. Si la reacción nacionalista y xenófoba durante los años 30 le quitaron a Gerchunoff el entusiasmo por las expresiones literarias del primer nacionalismo cultural argentino de los años 10 y 20, el nazismo europeo y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial le debilitaron su confianza en la literatura. Fueron los años en que ejerció el periodismo combativo y el ensayo comprometido con la causa de su pueblo. A diferencia de sus amigos liberales antifascistas, Gerchunoff combatirá al nazismo no sólo como liberal argentino comprometido con la causa de los Aliados, sino fundamentalmente desde su dignidad judía avasallada.
En esos años Gerchunoff dejará de escribir literatura. Luego de la segunda edición corregida en 1936 de Los gauchos judíos, la única reedición argentina en vida del autor, no sintió incluso entusiasmo para recibir homenajes vinculados a su emblemático libro sobre los colonos de Entre Ríos.12 Resulta muy sorprendente que, precisamente en junio de 1940, Gerchunoff rechazara cortésmente el homenaje para conmemorar treinta años de la primera edición del libro ofrecido por el director de La Nación, donde trabajaba como periodista. En plena expansión de la conquista nazi en Europa, Gerchunoff argüirá que "las circunstancias en que vivimos veda a los hombres no destituidos de sentimientos humanos y que comprenden la magnitud de los peligros que acechan a la civilización, los halagos personales o las satisfacciones nacidas de la complacencia cordial". Gerchunoff se disculpaba sinceramente de no poder aceptar el homenaje de sus amigos demócratas, "porque debemos ocuparnos de lo que interesa a la comunidad argentina, de lo que turba dolorosamente la conciencia del mundo".13 En realidad, más que turbado, Gerchunoff se sentía trastornado como judío argentino por el peligro hitlerista y, como tal, escribirá sólo ensayos periodísticos con un fervor militante por la causa de sus hermanos. Parte de esa prosa blindada de Gerchunoff fue recogida pacientemente por Manuel Kantor en libros póstumos.14 Sin embargo, aún permanecen inéditas páginas memorables que escribió como intelectual judío y sionista.
En el periódico liberal Argentina Libre, que exigía del gobierno argentino abandonar su posición de neutralidad, Gerchunoff publicará, desde septiembre de 1940, artículos combatientes para denunciar los crímenes nazis contra el pueblo judío. Esta serie se hará más frecuente en vísperas y durante la ejecución de la "solución final". En julio de 1942 escribe allí cuatro artículos prototípicos de su pluma militante y dolorida: "Más de 1.000.000 de judíos" (2.7.42); "Exterminio de judíos" (3.7.42); "Matanza de judíos" (10.7.42) y "Los culpables del gran crimen" (24.7.42). Para la Navidad de ese año fatídico, Gerchunoff redactó el afiche público "Al pueblo argentino", a pedido de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentina (DAIA), organización representativa del judaímo local, con el designio de denunciar ante todo el país "el exterminio de judíos por Alemania nazi".
Gerchunoff periodista continuará publicando sus denuncias hasta el último día de la guerra mundial. Pocas semanas después de la capitulación de Alemania, los cines de Buenos Aires proyectaban el horror de los campos de exterminio ante las miradas incrédulas de numerosos amigos cristianos de Gerchunoff. Cuando éstos invitaron al escritor judío a conocer las imágenes de la tragedia de Auschwitz, éste explicó por qué se negaba a ver las películas en un artículo incriminatorio, titulado "El crematorio nazi en los cines de Buenos Aires":
No me propongo verificar... esos horrores registrados por los aparatos fotográficos, ni necesito asistir al desfile de espectros que se presentan para medir la profundidad de la bajeza nazi... Son las multitudes no judías las que tienen el deber de presenciar esas exhibiciones, penetrar lo que significan, estudiar las causas que condujeron a esa organización de la bestialidad, y averiguar en qué grado contribuyeron o no con su antisemitismo activo o latente, con su indiferencia opaca o con su consentimiento tácito a esa prolija industria de la muerte judía... De esa cosa horrenda ha sido cómplice el mundo, como lo ha sido, por lo demás, de su propia agonía... La exclusión de judíos, practicada en países que carecen de política discriminatoria, con disimulo, con hipocresía, como se practica en el nuestro, en diversos sectores de su actividad importa la preparación del ambiente para cohonestar las atrocidades de los campos de concentración...15 
La indiferencia y complicidad de los testigos "neutrales" latinoamericanos ante el Holocausto afectaron profundamente a Gerchunoff. Tras la caída de Alemania, al igual que otros demócratas argentinos, el escritor siguió denunciando el fantasma del IV Reich: derrotado el nazismo del III Reich en los campos de batalla europeos, creía ver en el nacionalismo y antisemitismo criollo argentino su resurrección en el país.16
Pero a la desilusión mayor de Gerchunoff por el triunfo de los nacionalistas tras la revolución de junio de 1943, se agregará pronto su desesperanza por la actitud del mundo liberal ante la causa sionista en Palestina. Por eso, inmediatamente después de terminada la guerra, Gerchunoff se enroló públicamente como intelectual sionista argentino, cla determinación de defender la causa de Israel en los foros intelectuales de América Latina. Entre 1946 y 1948, Gerchunoff fue el redactor principal de Jalda, boletín informativo y de difusión en español de la Agencia Judía Pro-Palestina. Asimismo, durante las decisivas semanas previas a la convocatoria de la Asamblea General de la ONU, en noviembre de 1947, para tratar sobre la partición de Palestina, Gerchunoff recorrió varios países latinoamericanos enviado por la Agencia Judía, a los efectos de conseguir la adhesión de intelectuales católicos para los Comités Pro-Palestina Hebrea.
Su admirada Gran Bretaña indignó al sionista Gerchunoff por la despiadada aplicación del Libro Blanco contra los sobrevivientes del Holocausto, que pugnaban por ingresar a Palestina mientras que en el mundo de la posguerra en ningún puerto se los aceptaba. Pero también indignaba a Gerchunoff la represión colonialista británica contra los así calificados "terroristas" sionistas que luchaban por un Estado judío. Meses antes de finalizada la guerra, Gerchunoff denunciaba la duplicidad británica:
Se puede no cumplir la palabra empeñada a los judíos. Eso no deshonra a nadie y los políticos de Londres, desde Ramsay Macdonald hasta Mr. Attlee, no se quieren sentir deshonrados. De acuerdo con la filosofía de los burócratas del Ministerio de Colonias, antes que nada antisemitas por tradición nobiliaria y por rutina ministerial, los judíos están obligados a pelear por las naciones aliadas, pero estas no están, en cambio, obligadas a cumplir la palabra empeñada a los judíos. (...) Paralelamente a esa acción, se producen en Palestina fenómenos de violencia de los cuales se acusa a grupos de jóvenes de "terroristas". Pero muchos de los "terroristas" palestinenses han combatido al lado de los ingleses en el África y sirvieron heróicamente en la guerra antitotalitaria...17 
Desde mayo de 1946 a diciembre de 1949, el autor de Los gauchos judíos informará al público latinoamericano, con su inconfundible sintaxis de gran ensayista, la gesta del sionismo en Palestina: la lucha del ishuv contra Gran Bretaña, la búsqueda de amigos en la ONU, la proclamación del Estado de Israel, la guerra de Independencia y la victoria del joven estado judío sobre los estados árabes. Algunas de estas luminosas páginas escritas con fervor sionista, mal que les pese a numerosos sionistas argentinos que acusaban de "asimilacionista" al autor de Los gauchos judíos, fueron recogidas por Manuel Kantor póstumamente en el libro El pino y la palmera.
Sin embargo, muy pocos supieron que Gerchunoff había diseñado un libro completo para dar testimonio de la tragedia y resurección de su pueblo. El proyecto de libro tenía dos partes: "La Estrella de David", a manera de crónica del Holocausto, que arranca desde junio de 1938 a abril de 1946 y la segunda parte, "Israel", que cubre los decisivos meses desde mayo de 1946 a diciembre de 1949. Desafortunadamente, su repentina muerte el 2 de marzo de 1950, a los 66 años, interrumpió su proyecto.18
Posiblemente la edición hebrea de Los gauchos judíos ayudará también a promover la traducción hebrea de algunos de estos textos completamente desconocidos, incluso para la mayoría de sus críticos literarios.19 Mientras tanto, el público israelí tiene por primera vez la oportunidad de apreciar el singular encanto de la obra fundacional de la utopía agraria en América Latina.
 
NOTAS 

1- Marcos Alpersohn, Treinta años de colonización agrícola en Argentina (en hebreo, Tel Aviv, 1930, dos tomos; Ben Tzion Epstein, En las llanuras de las pampas (relatos en hebreo), Tel Aviv, 1964; En la tranquera verde (relatos en hebreo), Tel Aviv, 1967; El sol se puso en el sur (relatos en hebreo), Tel Aviv, 1970; David Keidar, Colonia Vila (en hebreo), Tel Aviv, 1989 (edición en español: Buenos Aires, 1990); Haim Avni, Argentina, tierra de promisión. El proyecto del barón Hirsch en Argentina (en hebreo), Jerusalén, 1975; Argentina y la historia de la inmigración judía, Buenos Aires, 1983 

2- Ver la traducción al ídish de Pinie Katz, publicada por Editorial Ikuf, Idn Gauchn, Buenos Aires, 1952; introducción de Manuel Kantor, "A. Gerchunoff, hombre y escritor" y estudio de P. Katz, "Alberto Gerchunoff a la luz de los gauchos judíos". La traducción al inglés fue realizada por Prudenciao de Pereda, The Jewish Gauchos of the Pampas, New York, sexta edición de 1955. 

3- Ver en Alberto Gerchunoff, Los gauchos judíos, prólogo de Martiniano de Leguizamón, La Plata, 1910. Algunos de los 24 relatos habían aparecido en diversas publicaciones periódicas entre 1909 y 1910. Ver Myriam Esther Gover de Nasatsky, Bibliografía de Alberto Gerchunoff, Buenos Aires, 1976, pp. 24-25, 27. 

4- H. Avni, Argentina, tierra de promisión, pp. 287-308; Argentina y la historia, cap. 3; una comparación de la obra colonizadora de la JCA en la Argentina y en Eretz Israel puede encontrarse en el artículo de H. Avni, "La agricultura judía en la Argentina. ¿Éxito o fracaso?, Desarrollo Económico, Vol. 22, Nº 88, enero-marzo 1983: 535-548. 

5- El prólogo de Martiniano Leguizamón se reprodujo en varias otras ediciones de Los gauchos judíos, como en la corregida y aumentada publicada por Gleizer, Buenos Aires, 1936 y la de Sudamericana, Buenos Aires, 1950 y 1957. Citamos de esta última edición. 

6- Ver mi análisis literario-cultural en Leonardo Senkman, La identidad judía en la literatura argentina, Buenos Aires, 1983, caps. 1 y 2. 

7- A. Gerchunoff, La jofaina maravillosa, agenda cervantina, Buenos Aires, 1922 (se reeditó en 1923, 1927, 1938, 1945, 1953). Ver el comentario elogioso de Manuel Carlés, fundador de la Liga Patriótica Argentina, en La Nación (Buenos Aires), 12.12.1922 y mi interpretación en L. Senkman, "Argentine Culture and Jewish Identity", in Judith Laikin Elkin and Gilbert W. Merkx (eds.), The Jewish Presence in Latin America, Boston, 1987, pp. 259-260. 

8- Ver mi análisis literario en L. Senkman, La identidad judía, pp. 40-41. 

9- "Autobiografía", en A. Gerchunoff, Entre Ríos, mi país, Buenos Aires, 1950, p. 26. 

10- "Borges conversa sobre Gerchunoff", en A. Gerchunoff, Figuras de nuestro tiempo, Buenos Aires, 1979, libro compilado por Manuel Kantor, p. 14. 

11- Bernardo Verbitzky, "Premio Alberto Gerchunoff", Comentario (Buenos Aires), Nº 44, p. 86. 
12- La reconocida investigadora litraria Edna Aizenberg presentó en el reciente XII World Congress of Jewish Studies, realizado en Jerusalén, un estudio crítico de la primera y la segunda edición modificada de Los gauchos judíos, que hasta ahora pasó desapercibida para la crítica. Sólo después de la muerte de Gerchunoff, el libro fue reeditado en diferentes oportunidades y reproducido en antologías y publicaciones periódicas. Las reediciones más importantes se hicieron en Buenos Aires en 1950, 1957, 1964, 1968, 1975, 1981, prologadas por destacados escritores del país. 

13- Carta de Alberto Gerchunoff a D. Leónidas de Vedia, director de La Nación, Buenos Aires, 28.6.1940, Archivo Alberto Gerchunoff, Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani", Facultad de Filosofía y Letras, carpeta XVIII 

14- El mejor libro biográfico sobre Gerchunoff es el de Manuel Kantor, Sobre la obra y el anecdotario de Alberto Gerchunoff, Buenos Aires, 1960 (separata). Este libro fue reproducido por el Congreso Judío Latinoamericano en 1969. Kantor seleccionó textos de ensayos dispersos de Gerchunoff para ediciones póstumas, entre ellas: Entre Ríos, mí país (1950); Argentina, país de advenimiento (1950); Retorno a Don Quijote (1951); El pino y la palmera (1952); Buenos Aires, la metrópoli de mañana (1960); Figuras de nuestro tiempo (1979). Este último incluye una introducción de Kantor sobre el género biográfico que cultivó Gerchunoff. 

15- Antinazi, 24.5.1945. 

16- Ver A. Gerchunoff, "La patria y los judíos", Antinazi, 16.8.1945; "Posición de un hombre ante la contienda", en Davar, julio-agosto 1945; para una crítica histórica al fantasma del IV Reich en Argentina, en el que creía Gerchunoff al comienzo delrégimen de Perón, ver Ronald Newton, The Nazi Menace in Argentina, Stanford, 1992. 

17- "Palestina", Argentina libre, 17.1.1945. 

18- Ver el proyecto del libro en Archivo Gerchunoff, Caja XVI, "La Estrella de David-Israel", 1938-1949. 

19- Los gauchos judíos ha inspirado una abundante bibliografía crítica sobre Gerchunoff, que no siempre toma en cuenta textos sionistas para una evaluación ideológica del autor. Ver Edna Aizenberg, The Aleph Weaver, Maryland, 1984, pp. 138-148; "Jewish Gauchos and Jewish 'Others', or Culture and Bombs in Buenos Aires", Discourse, 1996, vol. 19, no. 1, pp. 15-27; Saul Sosnowski, "Contemporary Jewish-Argentine Writers: Tradition and Politics", Latin American Literary Review, 6, no. 12, pp. 1-14. 



Tomado de:

http://www.tau.ac.il/eial/X_1/senkman.html#foot16