LA SOMBRA DE LA EMPUSA

LOS DOS CREPÚSCULOS

 

FRENTE A LOS PESCADORES

Olía acre la chusma que, en la riva,
había recibido su destino
de manos de una estirpe primitiva
parienta del  gitano y del beduino.

La tarde se moría pensativa, 
como una iluminada en un camino. 
La luna era el farol de un bonzo chino 
que a las pagodas de las nubes iba.

Lleváronse las redes con tristeza 
escondiendo en las sombras sus figuras
cual los deudos contrictos de un entierro. 
Perdiéronse en el barrio. Y mi condesa, 
me hablaba de sus múltiples locuras 
de su blasón y de su cruz en hierro, 
en tanto, que, entre copos de basuras 
nos ladraba, al ir, decorativamente un perro.

Barcelona-—1909.

 

ENVÍO

Acércate Fabiola, que los triclinios 
se han de sumir al peso de la epopeya; 
somos dos pretensiones y hemos de unirnos 
con los ceremoniales de las grandezas. 
Yo soy poeta y mis versos los llevo al circo, 
por tu belleza has ganado tantas diademas... 
Si quieres comprenderme: cae en mis brazos, 
te he de cantar borracho de odor di fémina!

Abriremos ¿ lo quieres ? nuestro coloquio 
bajo el letal silencio que hay en las hiedras, 
y al huir los suspiros dirán los faunos 
que esta noche copulan Sirio y Astrea; 
y otras suposiciones asaz erradas
forjarán las curiosas de las estrellas 
sin saber que lo cierto es: que yo te canto 
y que tú me emborrachas de odor di fémina!

Oh! ven que el cenicero del templo en Delfos 
ignora del perfume que hay en tus sedas. 
Ven al templo y haremos un sacrificio, 
depondrás tus coronas para Minerva, 
y vuelve sin demora, que yo mis glorias 
le he de ofrecer abriendo todas mis venas 
y mientras tú pretendas cerrar la herida, 
yo moriré borracho de odor di fémina!

 

LOS MEDALLONES

PLATÓNICA

Hubo un cosquilleo tras la fina, 
insinuante batista de la bata, 
y preví  la lascivia de una gata 
en tu seno vibrátil gelatina.

Más el momento aquel sufrió una errata,
al negarle mi verba libertina
a todos tus deseos de felina
que maullaban debajo de la bata.

Tú callaste, volvimos a la sala, 
y pasó levemente como un ala 
el vals que sollozaban los violines;

me trataste de niño, de inexperto, 
y rodó por tus faldas como un muerto 
mi ramo de platónicos jazmines.

Montevideo-—1908.
           

ANÁRQUICA

Los rebeldes me incitan, yo quería 
una mujer cual tú que me detestas; 
quien supiera inspirar en su anarquía 
la canción augural de mis protestas

que evocara las torvas, las enhiestas 
palabras de una roja liturgia; 
que huyera del amor de las florestas 
como una vagabunda rebeldía.

y tú lo eres así; los frutos rojos 
me anunciaron heraldos escarlatas 
en la esterilidad de mis rastrojos;

hoy, cuando me fingiste mil bravatas, 
al fruncir de desdén, aquellos rojos 
claveles de tus labios escarlatas.


Buenos Aires—1908

 

CONYUGAL

A  Ignacio Lescano.

Yo suspiro en el último piso que tiene la casa; 
y es un cuadro de azul, mi ventana, es un cuadro de azul, 
y, aunque pese al orgullo de muchos que lucen brillantes, 
yo no gozo de bombas eléctricas, pero tengo más luz.

La mañana que llega sonriente sorpréndeme unido
a ese cuerpo de gata flexible que gasta Lulú;
y esperando dormir mucho, mucho, en mis brazos,
la loca chicuela reclama enfadada ¿ por qué tanta luz ?

y corriendo la sábana, loco cual sátiro joven,
le levanto los senos y detrás le coloco un espejo: al trasluz
se presiente la vida que pasa animando las rosas,
y le indico ese plano plateado que copia las curvas y roba la luz

roedora de la carne punible, que cónvase como:
la forma preciosa que hace gala Lulú,
y en un beso, prendido a la oreja,  le digo:  querida no os enfade
que toda la vida, en la boharda del poeta es derroche de luz.

 

LAS TRES ÚNICAS

Para el otro mi hermano Fernán
Félix Amador


BEGAIN

Era tan negra la cinta que abrochábate el peinador,
que allí suspendí mi amor ;
y os pedí que no os sacaras más ropa en esa noche de crápula
en que fui tu poeta, por
un capricho que tenías con mi tipo soñador.

La luna entraba en el cuarto y se miraba en la luna
del espejo ; tú y yo en una
sola persona, nos contábamos la prosapia del placer;
y al mirar la inoportuna,
nos miramos y nos reímos, comprendiendo su infortuna, 
huyó de nuestra boharda  Cilenia y tu  peinador 
cayó al paso del amor :
haciendo  todo,   según   el  tratado   que   compré   siendo  aun 
                                                                                   [muy joven,
semi preocupado, por 
incautarme en los misterios del tálamo soñador.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
 
Tu huida fue rencorosa ¿te sentiste sin fortuna?;
yo te miré inoportuna,
y hubo un hastío cual las diez y ocho sílabas entre los dos.
También, pensamos a una,
que acabaron los caprichos al eclipsarse la luna;
mi capricho con la cinta que abrochaba el peinador,
tu capricho con el tipo de mi tipo soñador.

 

A  ELIA

Tenías frío, tenías frío
y estabas tan bien vestida...
no era el frío que horadábate las carnes; fue el impío
sacerdote del fastidio que oficiaba allá en tu vida.

Tenías frío y lo dijiste 
a tus amigos risueños...
solamente yo, a distancia sentí frío y torné triste, 
por tus pocos idealismos, por tus tantos desengaños, por tus
[sueños.

Oh! mi hermana
Oh! mi hermana pecadora
en la fiesta del champagne te ha de encontrar la mañana,
v yo pensando en tu frío, despierto entraré en la aurora;
seremos los dos despiertos
mas, debemos de pensar bien distinto, tú lo sabes;
te cercará la tristeza, tú pensarás en los muertos;
yo trataré de otros temas:
el agua clara, el cielo azul, y las aves.
Después, en la tarde, pueda ser
que torne triste recogiendo las blancas crisantemas
y las sayas
blancas, con que te he de envolver
el día en que por tu bien te vayas...


Hospital San Luis—-París.

CASO

Era una viuda mi dama, 
todo un pasado aún en flor;
erudita de la cama, 
como debe ser la dama 
que ha sabido otro señor.


Y fue en esa noche, en que 
ofreciome las frambuesas 
de su boca en el cupé; 
y en él que le dije : que 
eran pocas pruebas esas.


Descendimos a un jardín. 
Allá en los viejos caminos 
le hice una historia sin fin, 
sobre aquel viejo jardín 
y sus tiempos libertinos.

Y cuando ya,  de insinuante 
llegaba a verde aquel cuento 
y reía el cuarto menguante 
de la luna, vi insinuante 
perfilarse el cruel momento;

le declaré mis deseos, 
aunque no logré  fortuna, 
sólo al concluir los paseos 
comprendiendo mis deseos 
supo ocultarse la luna.

El jardín no ha hablado nunca; 
así lo misma mi amiga, 
y esta historia queda trunca; 
tal vez no concluya nunca... 
Aviso: perdióse una liga.


DILEMA

Me encontraba indeciso por las cosas más bellas
y pensé en las mujeres, mas en ellas
claudiqué por la gloria de comprender las estrellas.

He titubeado asimismo entre el verso y la prosa; 
entre la rosa marchita y la buena losa ;

cuando, de estas dudas en la suave confluencia 
hoy un nuevo dilema impone su instancia:

Hallome titubeando entre el lis de Florencia 
y los lises de Francia.


Florencia, Mayo 28/909.


LOS    ENTRETENIMIENTOS

En un octosílabo para Manuel 
Ugarte


EN UN PAÍS LEJANO…


Li-en-yen, diole a la corte el color
amarillo; Mencio eligió el violeta ;
cuando reinó su hijo Lo-tus, eligió el azul.

Historia de la China.
Para el pintor B.Ramaugé.

Oye lo que dijo 
la japonesita 
que en aquel dibujo 
me obsequiaste tú.
La japonesita
me contó la historia
de un país lejano,
de un celeste imperio,
de un buen rey azul.
El príncipe Lo-tus,
el más bondadoso,
el más ilustrado
de la estirpe real.
El de ojos muy negros,
de la trenza larga,
tañedor de flauta,
rítmico al andar.
El anillo cetro
de las amatistas
ganó por honor.
Siendo el rey querido
de ese país lejano
a donde, en la usanza,
la corte pidióle
le diera un color,
y él, ante los ojos
de su prometida,
eligió el azul,
el color del cielo
y el color del mar,
y el tono que envuelve
la japonesita
que me distes tú.
A sus largas uñas,
finas y rosadas,
cupo la excelencia
de un buen madrigal.
Y a su larga trenza,
todo un largo elogio
y la envidia del
mejor pavo real.
Su imperio fue suave
como el aire que
cruza en el jardín.
Y poetas, cantores,
danzantes y músicos,
dijeron sus obras
en la encantadora
torre de marfil.
Cuando un día el hambre
pasó por el reino
de este emperador; 
y  aquellos artistas 
no tuvieron medios, 
pinceles, ni plumas, 
y el rey mientras pudo 
todo proveyó, 
y en una tarde en que 
no hubo ni pinceles 
ni plumas, aquel 
rey cortó sus uñas, 
finas y rosadas,
para hacerle plumas;
y tronchó su trenza
sobrando pincel.
Cantaron de nuevo
los pájaros raros
del dinasta aquel.
Mas, el pueblo aleve
al verle sin trenza,
sin sus largas uñas
finas y rosadas,
nególe el ser rey.
Y exilado, triste,
murió en un hospicio
el emperador,
loco, para el pueblo
que lo vio tan sabio
y rebelde para
la nobleza
que es la tradición.
Su herencia es muy larga;
aún vive me dijo,
la japonesita
que me diste tú:
por ella, es que todos
los que sois artistas,
al tomar los útiles,
piensan en lo inmenso
del color azul.
Reza por el alma
del emperador 
si lo quieres tú; 
pues tu japonesa, 
no puede engañarnos 
sobre el país lejano, 
y el celeste imperio 
del buen rey azul.


París,   Jardín   del  Luxembourgo.

 

LES    CHANSÓNS

de la poussière,
pour  Elle,
pour la foule,
pour la bête foule
pour la foule qui lit; “la critique”
qui  guère? me comprenderá.

 

EL INVIERNO

A Rodolfo Franco que se sonrió.

El invierno viene y el invierno va: 
Mantan tirulí; mantan tirulá.

La nieve decora con blanco letal
todas las pizarras que hay en  la ciudad:
Mantan tirulí;  mantan tirulá.

Lleva el pobre sus cobijas al Monte Piedad 
y sus hijos no cantan ya de frío: 
ni mantan tirulí; ni mantan tirulá.

El surtidor helado, olvidó su cantar 
y solo suele, a veces, rezongar: 
man-tan ti-rulí;  man-tan-ti-ru...lá.

el viento en los abetos, pasa con santidad 
y al llegar a la hojarasca, bailarín, entona: 
man...tan ; tirulirulí, mantan tiru, liru, lá.

... mis amigos me aman, cada vez, más y más; 
y, con sus largas uñas quisieranmé... 
mantan tirulí... mantan tirulá...

Mi nariz, está roja, como en el tercer grado 
de alguna enfermedad;
y, las mujeres me aman porqué les gusta amar 
siempre á alguna persona a quien poder odiar:

Mantan tirulí! mantan tirulá! 
Man-tan-ti-ru, li-rulí;   man-tan, ti-ru,li-ru lá.


París, 16 12/909.

 

LA   MALA   PATA

                
EL GOZNE ITÁLICO

Cuanta belleza hay en los parques solos 
cuando han concluido de pasear los tontos, 
y únicos quedan los artistas locos ;

Cuando los faunos del jardín se aguzan 
entre las sombras que la tarde rumia: 
bajo de las guiñadas de la luna.

...Yo no siento las fuentes en el parque; 
solo hay el ruido del rosal que cae 
porque supo un delito al ser galante.

Y cuán misteriosos son los bancos... 
supieron de tantos vagabundos raros; 
de tantos enamorados que son faunos!

(Los lirios del jardín devienen puros;
el azul en el cielo es más litúrgico,
y ya pasa un vampiro o bien un buho).

Por la blanca arenilla hay un escándalo;
algo se va furtivo como un sátiro,
no; es la escultura de Torcuato Tasso.

El jardín se cierra; suenan las esquilas, 
y van las almas corruptas por las avenidas: 
que son los artistas y las parejas perdidas.

Villa Borghese (Roma).

 

INSOMNIO

Tuve un odio imposible;
tuve una rabia negra,
como una larga araña
que hubiérale anidado mi entrecejo;
como una loba que perdió su cría
en el pinar dantesco de mi alma.

Qué quieres que te diga;
di vuelta tantas veces
el rosario sin cruz de mi despecho;
que saltaban, cual cuerdas 
estrelladas de relojes: 
mis dientes y mis nervios.

Había una tránsfuga muchedumbre
en mi cerebro.
Primos hermanos, cabe,
de los que sorben éter
y que los mide la clepsidra
canalla del ajenjo.
Yo había recibido en los spécimen:
una vieja acomodadora
de asientos en un teatro,
un poeta sifilítico,
una dama cristiana,
y un mal malabarista
que dejaba caer todos sus platos...

Por la ventana que entreabierta
vive tan solo de tragar estrellas;
vi pasar unos gatos imposibles
negros—barcinos—largos—largos...
Sentí ruido y vi manos
de Cacos que venían por mi plata;
una guarda decorativa
de duendes con paraguas,
y muchas otras cosas coreográficas
que iban dependientes
del ladrar de los perros y las ranas a la luna.
¡Oh...qué  rabia terrible...
yo deseaba matar en mi poesía;
como Herbet, o Marat, o Robespierre:
sin saber, sin saberlo, sin saberlo.
Y digno de ello, pues mi idea soberbia
aristócrata y regia,
no cabía a las otras cabezas
y la voz de un sectario cantaba
moviendo un hisopo : Pobreza, pobreza, y pobreza!

¡Oh Santa rabia 
cuan bella es la premisa 
que envuelve tu palabra. 
Tú fuiste esta noche
hieráticamente consagrada: 
Pasaban por los aires 
centurias de cantáridas; 
como viejos rectores 
los mosquitos que aportan la malaria, 
y yo reía; 
y yo reía; 
y así la araña larga
que estaba echando tela en mi entrecejo: 
sintiendo que mi sangre la expandían 
las chinches por el blanco de las sábanas; 
do el insomnio paseaba sus espectros 
y la fría intención de sus sandalias.


LA PUCELA

De besos, un collar a la garganta, 
le anudó aquella noche el pasajero. 
Más tarde la estupró ;  y fue tan santa 
que se durmió con él en el granero.

Con las mazorcas se agrandó en Enero 
su vientre; denuncióla un sicofanta,
y en el aborto se murió en Febrero 
no pudiendo alumbrar porque era santa.

Fue la coima de los enterradores
La sola de las santas apreciada; 
cuando extendida sobre el mármol yermo, 
fingieron, al rodearla los doctores, 
una chusma de moscas alineada 
en las pestañas de algún enfermo.

Y rió sobre sus frescos impudores
un tajo con su jeta desdentada.

 

CASO

En esa línea coqueta
que fingía el dominó;
sobre la verde carpeta,
se encontraron nuestros «yo».

La luz rojiza y galante 
aquel instante envolvió; 
cuando como un consonante 
soñado, rimé a tu «yo».

Y aquella luz escarlata 
nuestras sombras proyectó, 
al abrocharte a la bata, 
junto a mis flores, mi «yo».

Silencio, dijiste pálida, 
¿ sabes que el ruido se oyó, 
cuando como una flor cálida, 
tu boca, encontró á mi «yo» ?

Fue cierto, pues tus hermanas 
llegaron, en tanto yo, 
mezclaba todas las vanas 
piezas de aquel dominó.

 

LA JOROBADA

Hay un frío de lluvia. 
Por la alameda húmeda 
pasa la jorobada prostituta:

y mi carne está poblada de demonios 
como los que acosan los seminaristas solos.

El follaje se agita y su sombra muy negra 
finge una dispersión de sanguijuelas.

La prostituta lleva los pómulos en rosa, 
como los ajusticiados en las horcas.

Por contraste; su frente es blanca y tersa de seda; 
y sus ojos negros como la mano achicharrada de Muscio
                                                                                   [Scévola,

y  esos ojos simiescos me ofrecen el placer
y así su boca con sus treinta y un diente como un mes
y al ver que me cautivan le ríe hasta la hiel.

El diente que le falta (un incisivo) lo lleva en un anillo, y me lo hunde en la carne cuando me dice ¡mío! 
al tenerme, entre sus manos flacas como las tapas de marfil de                                                                                            [un libro.

El precio de su amor, unas cuantas monedas,
lo ha echado en la bolsuca de sus medias,
y vamos a buscar una alcoba que solo sabe ella ;

allá, le irá a sorprender mi beso;
cuando riéndonos mucho, en la boharda sin eco,
caiga mi cuerpo sobre de sus huesos:

al finir la bujía que nos quiso alumbrar,
y cuando cante mi alegría como un Don Juan
aunque su apófisis de jorobada me haga mal!

 

LAS   CUASI   EPÍSTOLAS


Para Juan José Frugoni

Con el espíritu de las tierras lejanas
Con el cordón de de las nuevas peregrinaciones

I

Ya no te acuerdas de mis cartas, ni de las cosas 
que fueron en ellas sin correlación. 
Y en la rueda, de las niñas que iban a ser esposas; 
cantan las decepcionadas:


«Sobre el puente de Aviñón 
Todas olvidan, 
Todas olvidan,
Sobre el puente de Aviñón 
Todas olvidan y yo también.»

Tú te olvidaste de ti misma como
la antigua forma de plomo
a la carie de la humedad; 
de que tu vida tuvo un asomo de piedad
tal; el agua para la flor,
haciéndole creer al jardinero de mi jardín interior 
en el bien... 
«todas olvidan, 
todas olvidan,
Sobre el puente de Aviñón 
todas olvidan y yo también.» 
¡Oh! la rara crisantema 
hecha de merengue y crema, 
que llegó, tal como un tema, a mi poesía...
¡A Y! quien dijera me alegro... 
¡A Y! quien te vio frente, 
rígida en tu heraldía,
a la cabeza de ogro que simulábame el piano, 
aquella cabeza de negro, 
la de la dentadura inconsciente: 
donde iba oraculizando, selente,
tu mano.
¡A Y! quien en la popa de la nave 
te recibió, y sin conciencia 
negara que  no es una decadencia 
todo vuelo de ave... 
A Y !...
(«dejo las exclamaciones de los famosos poetas
y oradores,
no curo de sus ficciones 
que traen yerbas secretas sus sabores»):
ya me cierran el jardín,
cinco minutos escasos,
y los vasos,
se van llenando como el alma, 
y los lagos de splin 
tú, pasas por el jardín 
como una cosa macabra, 
rigeté un ritmo de cabra 
y vas sin consideración... 
(blasfema con Richepin) 
sobre las rosas que van
a florecer
por el bien que otrora le hiciste creer 
al Fausto de mi jardín interior:

ENVÍO

"... es para recreo e higiene del público
al que se le recomienda velar por su conservación».

 

DE LEJOS


PAISAJE

La ciudad pespunteada de faroles 
era como una alhaja en oro viejo; 
o como, «El encantado feudalejo 
de los fantasmagóricos faroles.»

En el puerto, era todo cuasi negro, 
y los faros de luz funambulesca, 
alargaban la caña de su pesca 
luminosa, en el país de un duende negro.

La luna que atraviesa mi poesía 
como en una bandera musulmana; 
era una trágica sultana; 
Hérate ó Salomé con su poesía.

Las nubes en espesa caravana 
a la luna, en su arcón de plomo 
le guardaban; y ellas crecían, como 
si estuviera Colón cardando lana.

Eludiendo la guardia con sus cuernos, la luna 
tornaba y el poeta, su eterno Pierrot, 
al llorar vanamente a su Margot 
ponía banderillas á la luna.


Barcelona

 

YO NO HE CREÍDO EN LA ALONDRA...

Yo no he creído en la alondra, ni en la espiga madura al sol, 
pero ; vi que una tarde, una alondra como una espiga madura  
                                                                                                       [se moría
así como aquel día, 
y todo eso me enamoró: 
que una mujer de luto esparcía 
como los sauces sombras por el corazón, 
que su pollera, como un burdo abanico, delinquía 
al no hablarme en la chismografía 
de los abanicos de salón;
que las filomelas con su melancolía 
estropeaban la flauta del loor, 
en que me convencí, irse con el día 
el aereoplano de mi ilusión; 
y vivía,
en la tarde que moría 
abriendo un gran paraguas de amor, 
y en que torné aún más convencido, en que no creía 
ni en la alondra, ni en la espiga madura, ni en el sol.


Montevideo—1910.

 

EL  INTERVALO

Mi mano encontró tu mano 
en esos instantes solos; 
y si es que fui muy humano, 
fue porque íbamos muy solos:
románticamente solos.

Todo era sombra el jardín, 
a veces, la blanca luna 
sorprendía nuestro fin; 
y es tan callada la luna 
que reíamos de la luna.

Te canté mi serenata 
frente del fauno de mármol, 
mientras abría tu bata, 
para llegar hasta el mármol 
de las dos rosas en mármol.

Y al llegar al terciopelo
de tu carne sensitiva;
ésta huyó en un brusco vuelo,
loca a fuer de sensitiva,
sensitiva, sensitiva.

Huía tu cuerpo y tu cara 
se venía hacia mis besos
como para
que la desflorara 
é incrédulo en los excesos 
se desfloraron tus besos, 
en la agudeza aleve,
color nieve,
rara,
de mis besos.


París—lima.

 

DE LA CAMPAÑA

Abro de mis sonatas, esta canción primera:
un árbol es un coloso que espera;
la cantera
era
una abruta y grandiosa
carcajada de piedra sigilosa;
la ciudad pedigüeña que la acosa,
tornóla en poca cosa.

Hacia un concierto por muy altas regiones
las golondrinas pasan en legiones;
y sus invitaciones
le envían los gorriones.

Zumbando su continua melopea
una mosca pasea, 
campesina indolente, en la azotea 
de la casa amueblada de mi idea.

Yo voy por el camino;
hoy como otras veces peregrino,
y juzgo que el destino
es algo que ya vino y que no vino.

Me ausculto que declino; como la luz que es poca 
y cual son para ti, Marcela loca 
estos versos;  mi  sed también evoca 
la cisterna imposible de tu boca.

Repica el campanario
la goria del judío milenario;
y vía  del santuario
encorva, va una vieja dromedario.


Robinson Sceaux—8/8/909.


ENVÍO   A   LA  PROSTITUTA

Vino un gato negro ;
Vino un gato negro
silente y astrólogo,
oracuspulizado,
en la flor malvada
de su  perversidad.
Y en la sombra aleve 
de mi alcoba anduvo 
como una idea vieja;
históricamente
secular.
Y dio muchas vueltas
y dio muchas vueltas 
como esas paredes 
de las viejas casas, 
llenas de secretos 
para la vecindad; 
como  aquellas  nubes 
pomposas, elípticas, 
que el motivo aviejan, 
de todo lo  que pinta 
decorativamente 
Menard.
Era un gato trágico
era un gato trágico 
que al rondar miraba 
de reojo, toda 
mi, aumentándose, 
inquietud;
y por ser más tétrico, 
cambiaba a momentos 
su pupila verde 
droláticamente 
en roja o azul. 
Un olor de pinos
un  olor  de  pinos 
de algún encantado 
feudalejo alemán, 
llenaba  la atmósfera 
(viniendo del gato)
y vi muchos duendes, 
fantasmas, y espectros 
en la alcoba 
digna de un cuento
contado fantásticamente 
por Hoffman. 
Y, cuando ya loco
y, cuando ya  loco; 
pensé en que podría 
matar bien el gato, 
o suicidarme yo. 
Este se detuvo 
sacando severo 
la piel de sus patas; 
sus cuatro pezuñas, 
y muy galantemente 
me las dio. 
Yo torné a la vida
yo torné á la vida 
mas quedé perplejo 
ante el regalo ; y aquel 
gato fantástico y raro 
me dijo : «el presente 
regalo que os dejo 
lo debes a ella.»
Y diabólicamente
se fue.
Mujer os envío
mujer os envío,
las lúgubres garras, 
las  cuatro  pezuñas, 
de ese gato fatal. 
Tu arrepentimiento 
pueda que las pida, 
aunque, yo os declaro, 
que no guardo odios 
mientras pueda cantar 
melancólicamente 
vuestro mal y mi mal. 
Mas si un día fenece 
mas si un día fenece 
mi cerebro alocado 
en donde aquel gato 
varias horas rondó. 
¡Oh! flor de cicuta 
ronda y pervertida, 
siento por tus horas 
teniendo penitente, 
las cuatro garras negras 
cumpliendo su consigna, 
desesperadamente 
sobre tu corazón.
                                                                                    Colonia 21-7-909.
                                
              

 


SIMBÓLICA


Para Raymonde: pueda ser ya muerta.

Para Raymonde: pueda ser ya muerta.


En esta noche sola, callada y húmeda, 
tú fuiste para mi noche como la luna.

He mirado en tus ojos los de mi hermana,
y aunque ella es más triste, tú eres más pálida:

tú perdiste  las flores sin saber como 
y mi hermana es toda una flor de loto.

He mirado en tus ojos los de mi hermana
y aunque ella es más triste, tú eres más pálida.

Tú me diste, con ello, mucha tristeza 
chicuela de los grandes ojos de seda 
tú perdiste  las flores sin saber cómo:

tenías por el entonces, un traje solo, 
la cabeza pequeña de las alondras, 
amiguitas culpables y ojeras hondas;

Y en una noche triste, callada y húmeda, 
le hiciste al mundo los cuernos como la luna.

Yo bendigo tu carne que se marchita 
ruego por tu vida;

Mujer que a nadie quieres, tu eres mi hermana 
me llaman el poeta enfermo; tú estás tan pálida...


Café D'Harcourt—París.


AL  AQUELARRE

Viejas caducas, sumisas, 
polvo de congregaciones, 
que numeran los sermones 
y las peregrinaciones; 
y que han perdido sus risas 
a la sombra de las misas:
            hostia!
Viejas sátrapas, espionas; 
aroma de los santuarios, 
riqueza de los osarios, 
viejas corvas, dromedarios, 
viejas feas, solteronas, 
viejas viudas y lloronas; 
esencia de mezquindad, 
doctas en cosas prohibidas, 
que van de negro vestidas 
pues deben luto a las vidas 
de los pobres de orfandad
que mató su caridad:
           hostia!
Carne de las disciplinas, 
coguelmo de los errores; 
que en los solos corredores 
dejan a sus confesores 
la carne de sus sobrinas, 
viejas sacras celestinas, 
que hablan bajo de Jesús 
en las frías catedrales 
y sienten rabias sexuales: 
comprendiendo los misales 
y admirando a media luz 
al Cristo que está en la cruz: 
rezad, cuando hoy todo muere, 
y es escoria lo que fuere 
premisa del mundo antiguo. 
Por vosotras, en exiguo, 
el diablo reza un ambiguo 
miserere.


Robinson-Sceaux- 1909

EN LA METOPA DEL AMOR Y LA MUERTE

Riegue sol y no llueva
jamás en la ruta de los cementerios;
que ritme el rasgo claro de los escribanos
y no la letra ilegible de los médicos;
dejen de tener cerrojo los sepulcros
y en las coronas no se escriba más «Recuerdo»)
que las alondras reúnan con los búhos
sus amores de luz, en un pájaro nuevo
La inmensa sepultura de la tarde
tiene, sobre el fondo, una diadema roja;
cual la tumba de un obrero socialista
una charra y emblemática corona.
Yo te pido una caja de música; la música
es pan espiritual, jamás estorba,
hasta las fieras doma y los gusanos
la gozarán, siendo tan acústica la fosa».

Así le dije en el alba a mi querida
cuando, con cierta repugnancia, pasó la blanca
de su mano increíble por mi frente:
un otro mármol blanco, a fuerza de estar pálida.
Ella fingió, trágica, abrir unos ojos de demente
y movió su cabecita incapaz de pensar en nada,
esclava de la moda y lo superfluo,
presa de la moral inglesa contemporánea.


Kairuan,  Regencia  de Túnez,  1909.

 

LA   ÚLTIMA CALAVERADA  


a las órbitas de los ojos azules de mi hermano Andrés Chabrillón,
en donde la Kabala ha hecho con sus tétricos versos gestar las sombras
y la noche; la gloria, el gusano y el sol.

I

Mi buena calavera en su misterio 
escucha que un badajo la reclama, 
que hay algún cuervo asido de la rama 
en que ella es como el fruto del misterio;

que es hostil, insinuante, que es muy serio
el fantasma habitual que eterno llama; 
rojo con el carácter de la llama
cáustico y procaz como un cauterio


Mi pobre calavera se devana; 
llama la policía siempre vana 
quien reaporta el enigma de la esfinge;

¿Qué es la vida?: la vida? ¿qué es la vida?
y una gota de sangre va perdida
a inquietar en su mal a una meninge.


II

Mi torva calavera irreverente 
que aún cubierta por pellejo aterra, 
quisiere que volcara la simiente 
de sus misericordias por la tierra.

Ah!... nadie la ha escuchado; fue una perra 
sarnosa en un umbral falto de gente, 
y nadie aún ha sabido el bien que encierra 
bajo el tacho abollado de su frente.

Ni la desconocida que intranquila 
abrió la jaula azul de su pupila 
y abandonó un deseo la crisálida;

tornó á buscar después mi calavera 
maguer deposité mi postrimera 
lágrima, allá en su mano verde pálida.

 

III

Mi hermosa calavera es una intrusa 
en el común osario de la vida; 
está como una bomba regicida 
llena de sueños, visionaria, ilusa.

En sus órbitas puso una lechuza 
la gran poesía de la noche ida 
con el cortejo báquico y panida, 
satélite al fantasma de la Empusa.

Mi hermosa calavera es amuleto 
que a la belleza por su bien, debida 
ofrenda, ante sus mármoles depongo.

En el inmenso y sáphico secreto
será así la maceta prometida
donde abrirá mi libro como un hongo.


Buenos Aires—1910.

 

 


(De:  La sombra de la empusa; París, 1910)