Me gusta poner distancia
entre mi córnea y la gente,
verlos como un mapa.
Cuando la perspectiva harta
zambullirme en el torrente,
añadirme al tropel que pasa,
de pronto no ser Norberto
sino aquél del pelo en la espalda.
De pronto, con sudoroso esmero
y el páncreas radiante de orgullo,
uno más en el caudal del pueblo.