La casa de la vieja brasilera era una casa como cualquiera
igual que la pobre vieja
Sólo que estaba en una esquina y el que tenía ochava en esa época
cantado ponía un boliche
Pero la aureolaban además otros fetiches
que el de dar asilo a borrachos y cantores
Se decía que era bruja del ritual de la macumba
y que tenía una tabla Ouija
que practicaba los mitines comunistas
y otras infames noticias
La siesta es el emporio de los niños
y quiero creer que su sentido es el silencio
de los mayores y los bemoles durmiendo;
que en el otoño se pone a soltar mariposas
y en el invierno, las rosas,
y en el verano, el pontón del Club Regatas
para echarse clavados
desde el trampolín más alto,
secarse y después de un par de horas al sol
volver a casa
con el gesto de Tom Sawyer colgado
de los ojos de novillo
el talle mal entrazado
“hola familia, aquí estoy”