Notas autobiográficas
I.
Soy un hombre sin biografía, en el sentido en que ésta generalmente se considera. Pero han sido decisivas en mi vida mi infancia campesina (Villaguay), mi escapada a Buenos Aires a los 17 años con el encuentro allí de de Juan Ramón, y luego la soledad estudiosa y contemplativa de Gualeguay (mi pueblo de nacimiento) frente a un paisaje que se diría hecho para poetas bucólicos, pero que no lograba alejarme de los problemas angustiosos, esenciales, del tiempo, ni me impidió enamorarme fuertemente de la mujer que ahora es mi compañera dilecta. Influyó también en mi desarrollo espiritual mi amistad con Mastronardi, quien me hacía gentilmente don de sus más delicadas experiencias poéticas, cerca y sobre el "eau nonchalante", y a quien débese culpar la publicación de El agua y la noche no sin la activa complicidad, es cierto, de César Tiempo. Respecto a la reincidencia diré que he publicado El alba sube en este año de 1937.
II.
Nací como Mastronardi y Villanueva en Gualeguay, pero la “vergüenza política” que pueda sentir como este último no me impide que sienta por mi pueblo un especial cariño y que me sienta muy profundamente ligado a este paisaje. Muy profundamente. Creo, además, que la circunstancia de ser la cuna de los poetas nombrados alza tan alto el honor de una ciudad que no pueden alcanzarle los apresuramientos adquisitivos de algunos de sus políticos.
¿Referencias concretas de mi vida? Permítaseme que no les dé ninguna importancia. Apenas si los años y el estudio y la experiencia, sobre todo la experiencia, la experiencia poética, la experiencia humana, la experiencia íntima, me han permitido dar algún esbozo de forma a mis reacciones frente al mundo, frente a las cosas, frente al paisaje con todos los elementos que lo constituyera, ambicionando para la poesía la mayor flexibilidad de movimientos y la mayor amplitud de sentido, sin desmedro, claro está, del necesario ritmo y de la necesaria ligereza.
Pienso que apenas sí somos agentes de una voluntad de expresión y de ritmo que está en la vida, en la vida de todos, en la vida del mundo y de las cosas y que, si conforme a ello, aumenta nuestra responsabilidad, no cuenta en cambio, no debe contar, todo lo que atañe a nuestros éxitos, bien pequeños, por cierto, Con respecto a las posibilidades infinitas y de varia índole que existen. La poesía no pertenece a nadie o es de todos. De aquí que debamos hacer todo lo posible para crear las condiciones necesarias para que todos la sientan, o mejor, para que todos puedan vivirla en todos los momentos, como que todos los momentos tienen su ritmo. Lo que significa colaborar en la transformación del mundo, en el cambio de la vida. Creo con Cassou que el destino de la poesía está ligado a este cambio.
Esto, desde luego, sin cerrar la sensibilidad a ningún mensaje poético, venga de donde venga, siempre que haya respondido a una íntima necesidad, que sea auténtico, en una palabra.
III.
Nací en 1896 en Puerto Ruiz, a dos leguas de la ciudad. Permanecí allí hasta 1910, fecha en que mis padres se trasladaron a Villaguay (Mojones Norte).
En 1902 residí en la ciudad de Villaguay donde hice la escuela primaria. En 1910 volví a Gualeguay. Escuela Normal. Aventura porteña: Facultad de Filosofía y Letras. Estudios abandonados. Viajes por todo el país, y una escapada a Marsella (Francia) en una balsa con hacienda.
Nuevo regreso a Gualeguay. Empleado en el R. Civil durante 27 años.
Desde 1942 vivo en Paraná, reo de delitos en que hube de reincidir, aunque inocente en cierto modo del que inició la serie bajo la inducción y diligencia de Carlos Mastronardi y la complicidad consecuente de César Tiempo y C. Córdoba Iturburu.
Lo demás es historia de la amistad y de la ilusión de los amigos.
Paraná, 8 de mayo de 1973.
(Extraído del libro: ORTIZ, Juan L. – “Obra completa”; Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 2005.)