ME DIJISTE
—Escucha, es un latido,
Solamente un latido, o qué? de la ranita, no?
En el pulso de las hierbezuelas
o de la lunilla
él…?
o dónde, o dónde,
si la circulación del silencio, melodiosamente, nos anega, sí,
también a nosotros...
y no tenemos, de pronto, orillas...
qué, de los juguetes y las furias de la criatura al asimilarse a la fisión
y al presente, casi,
de los armónicos de este mar?
En qué escala, pues, el oído
para la campanilla de ese sentimiento que se olvida a menudo
de sí
en una suerte de eternidad
que duda?
Ah, pero esa eternidad, sin explicárnoslo, la hiere,
mas de la herida
sangra, un sí no es, de dulzura
que titila, anónimamente, o que apenas se deja adivinar,
sobre los tejidos
de Octubre...
pero ella dice o llega a punzar, mejor, para el que debe venir,
unos minutos de plata...
sin interesarse, naturalmente, en la adhesión
de las "sílfides"
ni en la consagración de los "devas",
ya que continúa, además, con los gnomos y las hadas de la una,
la respiración del infinito,
a la vez que la puntúa y la suspende, y a la vez que la renueva y la vuelve,
a semejanza de lo que anhela
bajo este turno de la brisa en la asunción de los misterios
y en su tensión con los tallos...
-Oh, sí, arriesgaría
que esa, también, burbujilla del creciente,
ha aparecido
sólo para la participación,
cuando la noche, por encima de esas fibras, pálidamente se vacía
más allá de su límite...
A qué, entonces, el juicio y la sanción de las "superioridades" del éter...?
No le devolvía el eco, acaso,
las notas de ese destino, que es el suyo, de iluminar
por momentos,
la marea de la duración,
y de iluminar, asimismo, para un desconocido,
la cadencia que lo cita y lo habrá de citar, humildemente,
a través de toda la luna?
-Y no podría ser, además, el sacrificio de una florecilla
que, ahora, tintinea
a falta de perfume, sobre la sabanilla sin fin
que espuma para las celebraciones,
el "navio de Isis" ?:
una "anímula" de altar que se ofreciera a lo indivisible
dividiéndose cristalinamente ?
…Y de todos modos, qué lejos, ella, a qué distancia, ella, de los signos
en que, como en vidriecitos,
no podemos menos de mirarnos al trizar, aún, con los filos, ya, del hálito,
la continuidad misma,
y responder, lívidamente, a los dioses...
Y qué imposible, por otra parte, el de una vida que debemos remitir
a un laberinto de espejos
pero sobre tapices de mataderos, y ésos, desde luego,
de la evasión
en una dicha de gasolina...
—Aunque de los "aprendices", es verdad, el movimiento salta
a la "vía de la leche"
(retornaría la "dispersión", paradójicamente
entonces, al seno?)
y abre una manera de ofrenda, al fosforecer el camino...
un apuro, acaso, de trepadoras
en emulación con las otras, por florecer, también el vértigo?
el desplegamiento ?
luego de la concentración, ésta, que hace todavía, todavía
nuestra "verdad" o nuestra facilidad,
en el deshora de los junios que no terminan de mirarse,
curvados sobre el ombligo,
o en este Octubre que quisiera sellar, hasta "a la letra", así,
"trasnochadamente"
los labios de la vigilia en abandono de espaldas,
en gracia, sólo, a unas sílabas?
—Mas de silabas que rocían y rocían, desde aquí, y por el amor de una ranita,
la palpitación que aspira,
a la vez, desde allá, y por la incubación de unos "brujos",
la aventura que, luego,
ha de estrellar en su cielo
la línea que dispara este ciclo de las guías,
por qué no?
hacia jazmines de añadidura...
Y no sería, en su nivel, esta cañita que, líquidamente, vocaliza
las acentuaciones sin fondo,
una emisión en que suspira, entre las briznas,
el himeneo, ése,
el mismo
del espacio y el tiempo,
aunque en una dimensión que únicamente, únicamente,
canta
en el pasaje del ser?
Canta también, y a su modo, lo terrible de jugar el azar
de una chispa sobre los abismos...
Canta
y no confía su tonillo, no a las afinaciones de los ángeles,
ni menos al ajuste
de los hilos que alguien trama
debajo, no:
le llega de su relación con la corriente sin sonido
de la raíz de los números,
de donde emergiera,
y a donde volverá después de haber rozado, mínimamente, las cuentillas
del rosario de unas soledades,
sin sarta,
y sin cuento,
que sólo esperan, iguales a todas, desde la oscuridad,
una hebra,
para darse enteramente,
en el bisbiseo que ha de pasarlas y pasarlas
por el incienso del aire…
—Escucha, es un latido,
Solamente un latido, o qué? de la ranita, no?
En el pulso de las hierbezuelas
o de la lunilla
él…?
o dónde, o dónde,
si la circulación del silencio, melodiosamente, nos anega, sí,
también a nosotros...
y no tenemos, de pronto, orillas...
qué, de los juguetes y las furias de la criatura al asimilarse a la fisión
y al presente, casi,
de los armónicos de este mar?
En qué escala, pues, el oído
para la campanilla de ese sentimiento que se olvida a menudo
de sí
en una suerte de eternidad
que duda?
Ah, pero esa eternidad, sin explicárnoslo, la hiere,
mas de la herida
sangra, un sí no es, de dulzura
que titila, anónimamente, o que apenas se deja adivinar,
sobre los tejidos
de Octubre...
pero ella dice o llega a punzar, mejor, para el que debe venir,
unos minutos de plata...
sin interesarse, naturalmente, en la adhesión
de las "sílfides"
ni en la consagración de los "devas",
ya que continúa, además, con los gnomos y las hadas de la una,
la respiración del infinito,
a la vez que la puntúa y la suspende, y a la vez que la renueva y la vuelve,
a semejanza de lo que anhela
bajo este turno de la brisa en la asunción de los misterios
y en su tensión con los tallos...
-Oh, sí, arriesgaría
que esa, también, burbujilla del creciente,
ha aparecido
sólo para la participación,
cuando la noche, por encima de esas fibras, pálidamente se vacía
más allá de su límite...
A qué, entonces, el juicio y la sanción de las "superioridades" del éter...?
No le devolvía el eco, acaso,
las notas de ese destino, que es el suyo, de iluminar
por momentos,
la marea de la duración,
y de iluminar, asimismo, para un desconocido,
la cadencia que lo cita y lo habrá de citar, humildemente,
a través de toda la luna?
-Y no podría ser, además, el sacrificio de una florecilla
que, ahora, tintinea
a falta de perfume, sobre la sabanilla sin fin
que espuma para las celebraciones,
el "navio de Isis" ?:
una "anímula" de altar que se ofreciera a lo indivisible
dividiéndose cristalinamente ?
…Y de todos modos, qué lejos, ella, a qué distancia, ella, de los signos
en que, como en vidriecitos,
no podemos menos de mirarnos al trizar, aún, con los filos, ya, del hálito,
la continuidad misma,
y responder, lívidamente, a los dioses...
Y qué imposible, por otra parte, el de una vida que debemos remitir
a un laberinto de espejos
pero sobre tapices de mataderos, y ésos, desde luego,
de la evasión
en una dicha de gasolina...
—Aunque de los "aprendices", es verdad, el movimiento salta
a la "vía de la leche"
(retornaría la "dispersión", paradójicamente
entonces, al seno?)
y abre una manera de ofrenda, al fosforecer el camino...
un apuro, acaso, de trepadoras
en emulación con las otras, por florecer, también el vértigo?
el desplegamiento ?
luego de la concentración, ésta, que hace todavía, todavía
nuestra "verdad" o nuestra facilidad,
en el deshora de los junios que no terminan de mirarse,
curvados sobre el ombligo,
o en este Octubre que quisiera sellar, hasta "a la letra", así,
"trasnochadamente"
los labios de la vigilia en abandono de espaldas,
en gracia, sólo, a unas sílabas?
—Mas de silabas que rocían y rocían, desde aquí, y por el amor de una ranita,
la palpitación que aspira,
a la vez, desde allá, y por la incubación de unos "brujos",
la aventura que, luego,
ha de estrellar en su cielo
la línea que dispara este ciclo de las guías,
por qué no?
hacia jazmines de añadidura...
Y no sería, en su nivel, esta cañita que, líquidamente, vocaliza
las acentuaciones sin fondo,
una emisión en que suspira, entre las briznas,
el himeneo, ése,
el mismo
del espacio y el tiempo,
aunque en una dimensión que únicamente, únicamente,
canta
en el pasaje del ser?
Canta también, y a su modo, lo terrible de jugar el azar
de una chispa sobre los abismos...
Canta
y no confía su tonillo, no a las afinaciones de los ángeles,
ni menos al ajuste
de los hilos que alguien trama
debajo, no:
le llega de su relación con la corriente sin sonido
de la raíz de los números,
de donde emergiera,
y a donde volverá después de haber rozado, mínimamente, las cuentillas
del rosario de unas soledades,
sin sarta,
y sin cuento,
que sólo esperan, iguales a todas, desde la oscuridad,
una hebra,
para darse enteramente,
en el bisbiseo que ha de pasarlas y pasarlas
por el incienso del aire…