AH, MIRAS EL PRESENTE…
Ah, miras, ahora, miras
la quemazón de las islas...
Llamas de rosa, no?
Llamas al fondo del anochecer, aquél, del norte…
o un amanecer de estío,
allá,
antes del sueño, no ?...
Y en tu sonrisa, sabes? me ha parecido ver desplegarse la delicia
de esa rosa de destiempo
que enloquece, fantásticamente, el confín...
y no sé qué
todavía
para hacerme a mí partícipe de ella...
Pero si supieras, querida, si supieras, si supieras...
"Marchan las islas"…
dicen en la ocasión los isleños...
Marchan las islas en la dirección, justamente, de las vidas
que huyen del estrépito
al asaltar éste a la oscuridad
por encima aún del humo y de unas centellas hechas trizas...:
que huyen
dejando atrás todo, todo, lo que a veces las hacía
encontrarse entre sí...
Marchan todas, todas esas vidas a través del pastizal
que tiembla con los destellos...:
las culebras poniendo, literalmente, en líneas
la ondulación de ese miedo
junto a las ranitas a la zaga, en verdad, de unos ojillos
que no vuelven...
y junto a los coatíes que sólo
huelen, al parecer, el agua...
y junto a la musurana en olvido de abrirles
el rayo de su pasaje...
y junto a las gallinetas que han desenramado
increíblemente, el silencio...
y junto al zorrino que sesga, sin trascender ni detenerse
y a los carpinchos
que no se cuidan más de la codicia
de nadie...
y a los gatos "onzas"
en fosforescencias que no inquietan, ya, pues apenas si puntúan
unos topacios en efugio
sobre el ocelado que aparece y desaparece sólo hacia la brisa...
y a las vizcachas, a las vizcachas, sí,
que sintieran, desde la hondura, el redoble a la sordina
del toque de fuga,
y han subido en familia a la vaharada del infierno, y respondido
con su bailecito en recta...:
y todos ellos, y los otros... los otros, bajo los pajaritos
en chispas,
hasta de sombras
en las palpitaciones del horror, arriba..,
mas aleteando el desfile,
o poco menos que desfile, de los fugitivos del país
que creyesen les pertenecía...
Porque ese país, querida, has de saberlo, es el haber de un apellido
que hojea órdenes, por ahí,
y que ha dispuesto eso para ahogar bajo cenizas
las "malezas" y las "alimañas",
y poder dar a sus "Shorton", a pesar, por cierto, en aquel libro
más ilustración, todavía,
con el privilegio de la gramilla...
Has visto tú:
un patronímico en cheques tendría así, y desde lejos,
derechos sobre un paraíso
para disminuirlo en praderías de modo de aumentarse él, en billetes,
y enajenarlo, al fin,
en postraciones de arena?
Un patronímico en cheques podría, consecuentemente, y por un hilo,
imponer una grisalla
de días y días
a las primicias de setiembre por abrir,
ahora, los límites,
y esto, condenando, desde ya a carbonilla, cisco, o palidez,
las profundidades de un jardín
que proveería a la sed del porvenir y de toda la escala, en canastillas
sin escalas, precisamente, de cunas ?
Adiós, pues, a los invisibles, casi de las seis
patitas entre las briznas,
deflagrando ése su minuto que, sin embargo, aún a los oídos
de los silencios
miniaban los armónicos que unas preguntas requerían…
Adiós a los que estallasen
las lenguas del ruido...
porque no pudieran saltar sobre los círculos
de esa hambrina de la noche
que reptaba verticalmente, tras un estampido y uno como grito
de liturgia,
sobre la nada misma...
Adiós a esa hija de almaria que perfumaría, ya, unos tapicillos
para la hostia de la luna...
y a esa Silvia de los arroyitos por tiritar,
y en lila, por añadidura,
esos espíritus del atardecer a los que asimismo da raíz...
y a las verbenas, ésas, que festejarían, de tal modo y en tal número el vino
[de las nubes
que alucinasen el césped
y hasta los solcitos de unas malvas y los cielos, o mejor,
los ultracielos
de unas borrajillas...
y a esa petunia
que arrugara, también, su violeta en una campanilla
que habría oído, únicamente, el sueño
que inflige...
y a esas familias, en fin,
de las enredaderas,
que solamente conocen los camoatíes de los botines
en las intimidades de la dulzura...:
esa especie de madreselva, así, cuya piedad con el mal
del crepúsculo,
sólo se descubría al seguir la despedida de la avispa
de las Ariadnas de los ungüentos
Ah, pero no creas que omito y aun que no crepito
con los implumes de la melodía
que cayeran de entre el apareamiento del vuelo en chamusquina,
que quería, muy filialmente, redimir
a toda la cría...!
que cayeran, o esperaran su turno en medio de un aliento de parrilla
mas para chisporrotear al minuto
con el propio nido. ..
No, no creas que dejaría así nomás sin despedirme
de las sucesiones de los intertonos
de los fonos y de los rubatos que no podrán en su hora adelgazar
ni transparecer hasta la flor
los sentimientos de la luz
desde los ritmos, que, creadoramente, continúan en la serie
de esos instrumentistas de lo irreversible…
Cómo no me despediría?...
Ya que después habrá de ser, por cuánto tiempo? una extrañeza
del aire en el aire
sin mensajeros, entonces, para nada
ni nadie...
a no ser para la tiza del fin...
y aunque la forrajera de elección pincele, ciertamente, con él
de óleo, las islas,
luego de esas lluvias que llegan a aniñar
el verde, aún, de los ácidos...
y aunque le toque ahondar hasta más allá, si cabe, de las cintas
que ciñen la tardecita,
los mugidos que, por su parte, se van ennegreciendo a tono con
[el luto
que pace, ya, la penumbra...
Y estos son, querida, los azares de esos "bienes"
que no admiten, no, "raíces"
al fondo de una caja cuyo secreto, de otro lado, es, paradójicamente,
[no tener
fondo ninguno
por su apetito de papeles que no detienen ni los signos
de su propia condenación
y de la condenación de lo que ellos, a su vez, son otros signos,
en la necesidad de sentirse
por el abismo, ése, que justamente ha de engullirla…
Mientras que allá,
allá donde las cañas no tendrán más "un sol de hiel"…
allá, donde, precisamente,
las furtividades del guajiro y el apuro y la avidez
de las compañías,
habían desnudado con los años hasta casi la caliza,
la sierra que habría
de bajar "Julio"...
allá... y por poco en seguida, diéronse, cariñosamente, a
[restituirle
los hábitos de "maestra"
que lo fuera también en la oportunidad de volver hacia los hijos
los cornucopias que, entonces,
desde las faldas y los pliegues, tropicalmente, le fluían
bajo la vigilia del Tarquino…
Y mientras que más allá
más allá de los mares donde la palidez contaba siglos
y más siglos de arena
habían sido ya los bosques los que fijaran el azul
de la estrella, ahí
de millones de brazos que devolviesen al país
un continente, casi…
Y mientras que subiendo, todavía, y tocando, todavía, literalmente, los nidos
de la eternidad, sí,
los otros hermanos en la fe le ganaran terrazas a la nieve
para las nubes, sí,
mas las nubes de los ciruelos: y las nubes de las guindas y las nubes
de los albarillos
en los puntillados de Abril...
Qué dices, tú, ahora... ?
De un lado, no ? los caminos que se reabren a las citas
de las gracias de la clorofila...
y del otro,
la atribución que otorga, quién? o quiénes? de un grupito
a endosar a todos
y al dorso, precisamente, de las letras,
si se quiere, de Dios,
el imperio de la sílice, o cuando más, el de la lividez
en un duelo de belladona...
o también:
un viento de follajes oponiéndose a los vientos
de la desagregación, allá,
con las rúbricas del magüel,
y del abedul,
y del bambú...
y llamando las nepeas a recomponer las armonía
y hasta incidiendo en ellas
por el movimiento que, desde la profundidad, cabe acordar,
sucesivamente, en lo imprevisto…:
y de este lado:
el frenesí de unas salamandras que juegan a estirar
monstruosamente, unas sombras,
para encogerlas al punto y dejar sin abonar, en fin de cuentas,
las cuentas con las vidas
que les arrojaran en abono de unos bonos que debían de crecer
a la medida de esas sombras...
hasta plegarlas, fugitivamente, en pagarés, y quedar todos al nivel
y pender todavía
de esa obligación que llaga
y llaga
los paisajes de la promisión
y los climas de la promisión...