EL CAMINO DE LA POESÍA ENTRE LOS ARAUCANOS

El pueblo araucano se distinguió principalmente como un pueblo de formidables guerreros y extraordinarios oradores. Como guerreros de recia fibra heroica escribieron con su sangre (y el español Alonso de Ercilla en su libro famoso) una de las más estupendas epopeyas registradas en la dramática marcha de la humanidad; en su lucha de siglos contra los españoles primero, y después contra los criollos de la República que siguieron la tradición colonial en el mando y los privilegios. Pero ese rudo y altivo pueblo que detuvo la expansión incaica hacia el Sur, que vivió casi siempre dramáticamente, que combatió sin tregua durante varias centurias a uno y otro lado de la cordillera, también sabía iluminar su espíritu con luz de poesía y poner en el canto hondos fervores y tiernos matices expresivos.

Rafael E. Housse, sacerdote redentorista francés, que estudió la historia del Arauco y la vida de los mapuches modernos, entre los cuales estuvo muchos años como misionero, dice que sus canciones son incontables y "las hay para todas las circunstancias de la vida" Canciones de mujeres, entonadas mientras realizan el fatigoso trabajo de moler el grano entre dos piedras; canciones de nostalgia y pesadumbre; endechas doloridas; invocaciones y cantos ceremoniales de los machis en su oficio curativo; cantos de hombres en el trabajo, en la construcción de las rucas en la trilla, en la pesca; himnos de guerra; cánticos de juego. "Las palabras no obedecen a regla alguna de prosodia -dice Housse-, sino que acomodan a cierto ritmo siempre sencillo. La melodía es generalmente breve y se repite a cada dos versos, al menos en las canciones de las mujeres; las de los hombres tienen retornelos un poco más variados”. 1

 Como ocurre con todos los pueblos carentes de escritura que no pudieron fijar en documentos su acervo literario, histórico, cultural, la nación mapuche sólo contó con los medios orales para trasmitir sus producciones -cuentos, leyendas, fábulas, canciones, etc.-, lo que impide apreciar en forma amplia, en un panorama general y en toda su perspectiva, el desarrollo de tales aspectos de sus creaciones, ya que tampoco abundan las piezas recogidas por los antiguos cronistas y los estudiosos modernos. Sin  embargo lo que llega hasta nosotros es suficiente para reconocerle capacidad expresiva a ese valeroso y flagelado pueblo.

El mismo Housse -uno de los autores que con mayor ecuanimidad y justicia se han ocupado de la historia, la vida y el carácter del pueblo araucano-  ha reunido en su excelente libro, entre otras piezas literarias, unas cuantas muestras de la poesía mapuche. Entre ellas la siguiente canción, lamento de un hombre pobre, despreciado por ser tal y alejado del seno de su comunidad:

 

He ido, pues, a la pampa,

montado en mi corcel

y, ¡mis hermanos tratáronme como a un perro

en mi pobreza!

Heme aquí ahora en este país,

a la busca de plata;

y ¡mis buenos hermanos

tratáronme como a un perro!

El día que yo muera

como un perro tirado,

viajero ¡busca para enterrarme un lindo rincón!

diciendo: "¡Aquí ha de reposar mi hermano!"

Yo mismo he dado a mi querida esposa

tierra;

con profundo pesar llegué

a este país,

¡Tendré un día noticias de mis hermanos!

¡Tiempo ha que los he dejado!

Si es voluntad del Señor del Cielo, moriré

en este país,

Si ellos mueren

estaré sin penar.

Nos consideramos como extraños.

Pero yo lloro, al pensarlo.

 

He aquí otra expresión de la poesía mapuche moderna. Muy breve, como son por lo general las canciones de los pueblos sin escritura, cuyo repositorio  no son los libros sino la memoria de la gente. Es una evocación toqui Caupolicán:

 

Hombre era,

hombre era,

nuestro primer jefe.

Gran Caupolicán,

gran Caupolicán

se llamaba amigo.

Por su muerte, por su muerte

se conoció que hombre era,

gran Caupolicán.

 

Entre los araucanos se conocieron también ciertas formas de la improvisación. En determinadas circunstancias los trovadores mapuches recitaban sus poesías improvisando. Diego Muñoz, apelando a los testi­monios de los cronistas antiguos, dice que "en los funerales araucanos había numerosos poetas que declamaban sus versos, muchas veces i improvisando allí mismo". 2

En el lado oriental de la cordillera, Estanislao S. Zeballos admiró el canto improvisado de un trovero araucano.

Lázaro Flury recogió en nuestros días entre los araucanos del Chubut una canción tradicional entonada en sus fiestas típicas. 3 Dicho autor la ha dado a conocer en araucano y en castellano:

 

Quisú gañí mapú meo,

Quisú mapú gañí meo.

Pinolen, pinolen, pinolenga.

Niyén, gañí cagüel,

niyen gañí cagüel alazán

gañí pra cagüel peim

lelfin meo, tripan lelfin meo tripan,

aquintú mapú peim gá,

aquintú mapú peim gá,

 

Lepimin gañí cagüel,

tepi min gañí cagüel alazán

itró yeumeuy, itró yeumeuy,

itró neculi, itró neculi,

itró quinituy, itró quinituy;

 lelfin mapú meo, lelfin mapú meo,

refritú nefin, refrita nefin,

 gañí futá alazán,

gañí futá alazán anay  peñi.

 

Guetripantú, guetripantú,

gañí mapú, com rayen miey,

aifin guetuí, aifin guetuí,

gañí napú, milei gañí leifin,

gañí, gañí, aquintú pel.

feimeo aiuquén anay peñi.

 

 

Interpretación

 

En mi propia tierra estoy,

en mi suelo estoy,

estoy pisando mi suelo,

Tengo caballo para andar,

tengo caballo alazán,

tengo para montar

y salir a la pampa

para contemplar mi campo,

para ver mi terreno

Corrió mi caballo en la pampa,

corrió mi caballo alazán

y corre bastante ligero,

¡tiene una velocidad!

Es de tiro largo, corre lejos,

en el terreno llano,

cabalgando en pelo

mi gran caballo alazán.

Tengo un alazán, amigo, hermano.

 

En la primavera, primaverita,

mi campo tiene toda clase de flores,

se ve bonita mi tierra,

mi valle, mi llanura.

Al mirar la llanura

yo me alegro hermanito.

 

Es sin duda una canción de los buenos tiempos. Tiempos de paz, de felices danzas por el llano, por la tierra propia, por la pampa de su señorío,  ya con el caballo que trajeron los blancos, pero antes de que éstos impusieran su dominación. Con el caballo que hizo cambiar algunas costumbres del indio y le dio fuerza y movilidad. Al caballo le canta, pues, mientras contempla las vastas extensiones, se siente alegre de poder lanzarse libremente a los campos, y, a la vez, abre su espíritu a la percepción del paisaje.

Gabriela Mistral, criolla de las que no se traicionan adoptando como timbre culto la ceguera y la sordera para los rasgos y las voces venidos de la hondura aborigen, ha dicho palabras serenamente justicieras sobre la vasta confabulación asesina contra el indio -iniciada por el español y continuada por los criollos que recogieron la brutal consigna- y sobre las entrañables formas de la resistencia indígena que afirman sus imperativos vitales a pesar de todas las condenas, bajo todos los castigos, en medio de todas las agonías. 4

Observó aquella confabulación entramada en la historia y dijo: "El mestizaje criollo había de ser igual o peor que la casta ibera hacia la raza materna, y de maternidad ennoblecedora de él mismo, a quien alabará siempre en los discursos embusteros de las fiestas, pero a la que evitará dejar subsistente y entera". Miró la prolongación de esa realidad en nuestros días y habló de "los delitos del matón rural que roba predios de indios, vapulea hombres y estupra mujeres sin defensa a un kilómetro de nuestros juzgados indiferentes y de nuestras iglesias consentidoras".* Después de esos reconocimientos tendió el oído y la sensibilidad a las melodías araucanas, cantos indios grabados en discos, documentos cultu­rales que un estúpido personaje con mando dispuso esconder, por considerarlos indignos de ser mostrados. Escucha una y otra vez, ávida­mente, las canciones mapuches fonograbadas, y halla que son hermosas, de profunda hermosura y poseen una desconcertante originalidad; que constituyen una expresión folklórica conservada en su prístina pureza, sin influjos extraños, mixturas ni contaminaciones.

Son cantos guerreros y canciones domésticas, entonadas éstas por dulces mujeres que parecen regresadas de la eternidad. Cantadoras araucanas que "pasan sin sentirlo del habla al canto, del contar al cantar, volviendo al habla y regresando de ella a la canción con una naturalidad consumada".

La nación mapuche hizo también su difícil camino en la poesía y el canto. Dio su expresión. Y lo hizo en forma digna de respeto y alabanza.

  

1 - R. P, Rafael E Housse: Epopeya india, pp. 453 y ss. Santiago de Chile, 1940.

2 -Diego Muñoz: Brito, poeta popular nortino, primera parte; Poesía 
y poetas populares, p. 21. Santiago de Chile, 1946. En esa misma obra figura el canto a Caupolicán aquí reproducido.

3 - Lázaro Flury: Güiliches, pp. 8-9, Univ. de Córdoba, 1944.

4 - Gabriela Mistral: Música araucana, en "La Nación", Buena Aires, abril 17 de 1932.

 

 

* Digamos de paso, que no se trata de diferencias raciales, sino de injusticias sociales. No son crímenes de un grupo étnico contra otro grupo étnico distinto, sino crímenes auspiciados por un sistema social -el sistema capitalista, si es preciso decirlo- que crea minorías privilegiadas y aplasta a las mayorías, que entrega los resortes del poder a ciertas castas y sacrifica a los pueblos.