y Carlos Alberto Álvarez
A veces, una hoja cae como un recuerdo, y yo me siento otoño.
No hay ningún árbol iluminado por las canciones de los
pájaros,
y en las nieblas lejanas, en el confín de los días,
una a una se pierden las delicadas amantes que me enseñaron
los nombres del corazón.
A veces, el recuerdo cae como una hoja, y yo me siento otoño.
Y conozco de pronto el secreto de todo lo que muere.
Miro el río interior que corre helado hacia la noche,
y las flotantes cosas que una vez en la vida fueron carne.
Me siento convocado por la nieve, habito en un país de soledad
donde el Tiempo silba en el alma como un viento impiadoso.
La última fogata de San Juan titila pobremente en la memoria,
y el último muñeco es como una paloma muerta caída
en el camino.
No queda nada a qué decirle adiós, y uno es tan sólo despedida.
SI de pronto mirara caer la primera hoja
y la viera arrastrarse y perderse en el viento,
yo solamente entonces sería la memoria
de ese primer instante del otoño.
Aquí hubo madreselva, dondediegos, santa-ritas,
y los nevados redondeles de la Dama-de-Noche.
Aquí hubo una vez grillos, y otra vez bichitos de
luz,
gatos de oro como lámparas,
y volando por encima de las nubes, esos pájaros
que nunca bajan a la tierra.
Yo he sentido esos vuelos con los ojos, porque los
ojos subían trepándose a la noche,
se colgaban de las estrellas,
jugando a veces a sorprender dormido al Infinito.
(Entonces fue cuando cayó la hoja, y corrió por las
calles, buscando la matriz de la savia,
el paradero de los pájaros emigrantes…)
Ahora sé que ese primer instante del otoño
tuve conocimiento de la muerte.
Ese día, también, yo me morí de un pedazo.
LA VIDA ES MÁS LARGA QUE LA ETERNIDAD
¿CÓMO olvidar que el cielo es aire, y que la vida, la vida,
es más larga que la eternidad?
A veces, en mis manos mojadas por la lluvia suele posarse
un pájaro,
o temblar una flor cortada por alguien a lo lejos.
A veces miro pensativo la escondida sonrisa de los gatos,
y no pienso en vivir ni en morir,
y no sé qué es la angustia, ni qué es Dios.
Los pájaros, la lluvia, las flores de las tierras baldías,
una muchacha en el crepúsculo, como un adiós,
el gato que mira la tarde, y envejece,
están todos en mí, se van conmigo,
cuando camino solo y es de tarde,
y todos los fuegos han ardido ya.
¿Es verdad que la angustia y los dioses nos acompañan
siempre?
¿Es verdad que cantarán y florecerán sobre nuestros
cuerpos corrompidos?