Y uno comprende que el mundo es
una infinita red de relaciones,
y que en todos nuestros actos
siempre estamos uniendo
y desuniendo
lentos y luminosos hilos, en el fondo de cuyas redes
hemos de encontrar algunos signos, la nervadura
de una hoja, o simplemente un rostro y un alma
en cuyo vórtice caeremos
hasta salir purificados en el dolor
por el otro extremo…
De: El ángel y las redes (1960)