A veces, de noche, en la dura pared negra
sólo penetrada por los gusanos blancos que parecen bailar
uno detrás de otros
como
un espectáculo interminable
siento que mi cuerpo se destruye lentamente
por las orejas salen mariposas rumorosas
en las sienes estalla algún latido a ratos perdidos
después de un largo silencio
que escucho atentamente
hasta que en la lejanía
vuelve a estallar con su hongo altísimo, otro latido
espectacular
A veces, de noche, en la dura pared negra
negra como un agua estancada
siento que también algunos otros órganos que me pertenecen
me abandonan dejándome solo
no sé por qué, no sabría cómo explicarlo
pero el latido de los corazones
que poseo en el pecho
actúan como una relojería descompuesta
son como esos viejos despertadores que hay que golpear con el
nudillo del dedo mayor
para que se pongan a tono con las ondas expansivas
de la catedral aun cuando los rayos del sol dibujen
en el piso extrañas formas zodiacales
yo, como un fantasma del padre de Hamlet torno a correr entre las
almenas de la
madrugada
y arrincono los largos bostezos con grandes lágrimas calientes
que me entran por la oreja
creando las dudas en los súbditos y en la guardia nocturna
que golpeando el pulmón al otro día
pedirán que tosa nuevamente
respire hondo
y diga un número convencional,
aun cuando nosotros sabemos que los números convencionales bajo el sol
sólo son como las piernas de Afrodita
recostada sobre las aguas del océano,
y que la danza de la noche es un verdadero problema
contra la lucidez del día
salvo que amanezca lloviendo o muy frío o nublado
A veces, en esas noches
digo
que me siento fuera de la cápsula
haciendo una larga caminata espacial atado con un cordón umbilical
a la cápsula que sin tripulación esto es lo fantástico
me espera y me aguarda y me sigue
como una silla dócil en un dibujo animado
hasta que al cuerpo se le ocurra volver y sentarse otra vez a leer un
complicado ensayo sobre la civilización actual y
el Erotismo,
pero yo sé, yo sé que un día de éstos, un año de éstos
el cordón se va a cortar y mientras los demás me golpeen
la cara buscándome en el espantapájaros endurecido,
yo ingresaré al aire libre (y negro) de una atmósfera
densa, densísima
en donde las noticias necrológicas casi no interesan a nadie.
De: El imperio milenario
sólo penetrada por los gusanos blancos que parecen bailar
uno detrás de otros
como
un espectáculo interminable
siento que mi cuerpo se destruye lentamente
por las orejas salen mariposas rumorosas
en las sienes estalla algún latido a ratos perdidos
después de un largo silencio
que escucho atentamente
hasta que en la lejanía
vuelve a estallar con su hongo altísimo, otro latido
espectacular
A veces, de noche, en la dura pared negra
negra como un agua estancada
siento que también algunos otros órganos que me pertenecen
me abandonan dejándome solo
no sé por qué, no sabría cómo explicarlo
pero el latido de los corazones
que poseo en el pecho
actúan como una relojería descompuesta
son como esos viejos despertadores que hay que golpear con el
nudillo del dedo mayor
para que se pongan a tono con las ondas expansivas
de la catedral aun cuando los rayos del sol dibujen
en el piso extrañas formas zodiacales
yo, como un fantasma del padre de Hamlet torno a correr entre las
almenas de la
madrugada
y arrincono los largos bostezos con grandes lágrimas calientes
que me entran por la oreja
creando las dudas en los súbditos y en la guardia nocturna
que golpeando el pulmón al otro día
pedirán que tosa nuevamente
respire hondo
y diga un número convencional,
aun cuando nosotros sabemos que los números convencionales bajo el sol
sólo son como las piernas de Afrodita
recostada sobre las aguas del océano,
y que la danza de la noche es un verdadero problema
contra la lucidez del día
salvo que amanezca lloviendo o muy frío o nublado
A veces, en esas noches
digo
que me siento fuera de la cápsula
haciendo una larga caminata espacial atado con un cordón umbilical
a la cápsula que sin tripulación esto es lo fantástico
me espera y me aguarda y me sigue
como una silla dócil en un dibujo animado
hasta que al cuerpo se le ocurra volver y sentarse otra vez a leer un
complicado ensayo sobre la civilización actual y
el Erotismo,
pero yo sé, yo sé que un día de éstos, un año de éstos
el cordón se va a cortar y mientras los demás me golpeen
la cara buscándome en el espantapájaros endurecido,
yo ingresaré al aire libre (y negro) de una atmósfera
densa, densísima
en donde las noticias necrológicas casi no interesan a nadie.
De: El imperio milenario