De pronto
como una flecha envenenada de los jíbaros como el
lanzamiento
espacial
como el gol que estalla en las gargantas de la multitud
Claudia, sentada en una terraza de Venecia
me miró con sus ojos de fuego y sus piernas recogidas,
y de pronto
la plaza de mi pueblo se abrió
como el capullo del palo borracho que suelta al aire
[caliente
del verano sus semillas
como el báculo del cielo en la tormenta
como el último velo de Scherezade
como la polvareda por las calles de Tres Isletas.