Su calma levísima apacigua las hojas de los cedros
las navegaciones de los camalotes de ensueño
y las estampas japonesas de miembros pálidos
entrelazados, níveos en los bambúes agitados
por el viento de la pasión cuaternaria.
Por eso admito como hoy me dijiste
por teléfono y con savoir faire
no muy francés
que todas tus reservas ecológicas
están a mi disposición, enteramente.