La palmera pindó es una envidiable introvertida
como un ejecutante de jazz que improvisa sus temas bajo el vuelo
de los loros,
el jacarandá en cambio es un árbol femenino
sin inhibiciones y más bien con un orgullo legítimo por su belleza;
el palo borracho aún pálido y anémico por el problema de sus glándulas
jamás puede disimular ese complejo de su apariencia que lo hace
desconfiar de todas las conversaciones en las cuales cree
oír alusiones a sus formas.
Solamente el gomero, suave y refinado, silencioso y seguro de sí mismo
cultiva el arte de la percepción frente a los más severos críticos
y con buenos modales en las fiestas mundanas
sonríe para adentro sabiéndose dueño de un secreto poderoso.