Al despertar me digo una vez más
muy cortesianamente
“hay que quemar las naves”
pero cuando me dirijo hacia la playa
veo blancos huesos de grandes pájaros prehistóricos
y parejas que han caído en el anillo del amor
convertidas en pájaros del Japón
miniaturas de tinta china
que se mueven en el viento de una pasión cuaternaria
oigo una voz que adentro de mi cabeza
se mueve como los barcos de la costa
esos galeones abandonados que contienen grandes
cofres de joyas luminosas
que atraen mi codicia textual.