Creo que la mejor forma de mirar un mirlo
es verlo a través de un poema de Wallace Stevens
cuando salta haciendo pantomimas
en el árbol del deseo.
Sin desdeñar lo anterior
otra posibilidad es
escucharlo cantar en el oído del planeta
rodeado de aguas y acuarelas de grandes llanuras
donde un caballo piensa a una potranca tracia.
Cuando se aparean parados en las violentas patas y
se oyen los bufidos del relincho
las crines desparramadas sobre las crines
canta por última vez el mirlo entre los dientes.
Y por último los mirlos no pueden ser mirados
donde no existen o donde han sido sustituidos
por un mero zorzal o un gorrión chaqueño,
porque la realidad como dijo Borges
“no tiene la menor obligación de ser interesante”