GIGANTES DE AMÉRICA

La tierra de América es en verdad la tierra de los Atlantes y la madre indudable de Anteo. Los gigantes fueron americanos. El Padre Guevara lo afirma. Hay que creerlo a pies juntillas. Eran, según lo cuenta, "torres formidables de carne que en el nombre llevan el espanto y el asombro de las gentes". No eran de la raza ahaggar ni vivían más abajo de los lotófagos del Nilo y los amarantes comedores de dátiles del desierto. Eran netamente americanos. La tierra criolla creaba gigantes aún después de muertos. Los huesos de los muertos crecían, seguían creciendo, por no decir que seguían viviendo, dentro de sus fosas. Las tie­rras de Tarija, Arrecifes y Lujan ofrecían ejemplos de huesos des­mesurados de animales y aborígenes que no habían dejado de pros­perar por estar enterrados. El vegetal crece en la sombra del surco, la piedra cambia de postura en la montaña y los huesos humanos se agrandan cuando el esqueleto del gigante es desparramado por la muerte, a todos los vientos, sobre los feraces campos argentinos.