MUERTE

Eran gaviotas negras las que huían
sobre el oscuro mar en movimiento,
ella las vio venir en el momento
que sus escasas fuerzas se rendían.

Eran gaviotas negras las que huían
para no ver el resignado intento,
aquel salto final, de cara al viento,
hacia el lecho de espumas que bullían.

Y fue una leve flor muriendo a solas,
cuando al vaivén helado de las olas,
el poderoso mar se hizo caricia.
Para dejarla así, casi con pena,
sobre el dorado manto de la arena,
liberada por fin, de la injusticia.

(de Dos rosas para Alfonsina)