SOBRE LOS HÉROES Y EL ARTE

 

...El copete de «El desnudo en la estatuaria», (El Hogar, Op.cit) argumenta:
«La excesiva preocupación de identificar a los próceres represen­tándolos vestidos en bronce o en piedra suele malograr la obra de arte, porque el héroe es un símbolo que se resiste perpetuarse metido en un traje».
Apunta desde el comienzo a la responsabilidad de la historia en la perversión de la representación del héroe:
«Antes que los héroes de Troya, estaba Homero, llegado mucho tiempo después. Sin los poetas no existiría la historia. Pero, más acá, en la representación plástica de esos seres, está Fidias, que es el gigantesco animador de la Piedra. El cincel del escultor fija la belleza de la epopeya heroica en un material mucho más noble que la voz [...] son hombres tan hermosos que hay que mostrar­los como los atletas. No necesitan encubrir fealdad alguna. Son perfectos. El arte los ha embellecido. Serán en adelante semidioses por el prestigio del poeta al escultor unido y es así como nos han entregado la iconografía de la Ilíada. Un sentimiento de soberbia y de coronación de la especie que ha calificado a la volitiva raza blanca que plasma en la equilibrada estructura de un efebo, en la radiante expresión de un gladiador. Los héroes que embellecen la acción y el sacrificio entran desnudos en la historia. La clámi­de de Apolo, toda llena de luz lo cubre. Las mujeres hermosas de la época posthomérica vivían envueltas en una tela sutil que modelaba su cuerpo. […] Uno de los cánones del arte hubiérase perdido. Si en lugar de una venus de Médicis, de Milo o de Trípoli hubiésemos desenterrado una señora vestida la moda de los tiem­pos de Pericles, la humanidad hubiera sentido sombra en el alma. El héroe y la venus vienen desde la época hesiódica del mundo deslumbrando la historia con su belleza plástica. »[...] La monástica Edad Medía con el arte gótico y su horror a la vida por la presunción del fin del mundo cristiano que la embar­gaba empobrece la línea del héroe. El artista no crea. Se reduce a copiar el aspecto asombroso del guerrero. Por la disminución intelectual del tiempo, no es el artista el que acomete la estatua sino su antiguo obrero, el ornamentista que trabaja en el zócalo. El héroe no es ya un ser humano de la línea de Marte, Es una fortaleza que anda, una armadura de hierro. Más tarde ese profe­sional de la guerra sin ideal —que rapiña y saquea— será menos pesado. La cota de malla y el yelmo serán reemplazados por el uniforme.
»La estatua del héroe deja de ser el sueño de mármol blanco en la noche del parque. Es un elemento de pesadilla, un fantasma envuelto en una hopalanda. Los parques que esperaban al her­mano anecdótico del Discóbolo, conocen la estatua de un hom­bre disfrazado. [...] La historia con sus héroes mayúsculos tal como nos la dejaron Grecia y Roma se reduce a una simple crónica de policía. [... ] Los dioses del norte rubio al igual que los dioses paganos y morenos, no nos dejan sentir que están vesti­dos. Wagner, el arquitecto musical, no los cubre tampoco. Re­cién los viste la ropavejería del teatro [...]
»Porque, ya colocándonos en nuestro punto de vista americano (que vivimos en una edad infantil de la tierra), el mundo comienza en nosotros y el héroe no es un militar engalanado que necesita ponerle nombre al pie de la estatua para individualizarlo en un catálogo de sastrería histórica que no hemos tenido. El uniforme fue una librea que universalizó el más decadente de los reyes de la conquista, Luis XV. Incorporó el defensor de sus ambiciones imperiales —que era un soldado enganchado— a la decoración teatral de su reino. No lo dignificaba el traje militar. Lo identificaba.
»El héroe americano no tiene o no debe soportar la coyuntura de un uniforme ajeno. Nuestra independencia está vestida por los sastres del imperio napoleónico. Son de segunda mano los uni­formes que diferenciaron las tropas patriotas de los realistas. No fue el traje lo que les dio brillo. Fue su sacrificio. 
» ¿Es que será un uniforme fantasista de dragón bávaro el que plasmará la efigie de Güemes, del que no nos quedan datos fisonómicos? Sería rebajar al héroe gaucho de primera agua [...] 
»La dolorosa humanidad de San Martín, eterno enfermo del estó­mago, el febricente Bolívar, que consume la malaria, se purifican al entrar en la gloria y en el mármol ¿Qué escultor se atrevería a mostrar al Libertador en un paciente de hospital? El artista canta ante todo la salud. Y el héroe es el prototipo de la salud de la histo­ria, [...] El héroe no es más grande porque se acumule bronce o piedra a sus pies sino por la línea elegante con que logran despren­derlo de la materia el poeta y el escultor. El arte lleva en su arcano la intención de divinizar al sujeto. Pero el arte es una suprema conquista que no hemos alcanzado todavía. Y el artista mediocre queriendo hacer un dios, suele modelar un fetiche, malogrando la obra de arte por la excesiva preocupación de identificar con pren­das de vestir lo que no es ya un hombre, sino un símbolo».


(De: “FAUÉ, María Eugenia; Travieso Vizconde – La sonrisa alada” – Vida y obra de Emiliano Lascano Tegui”, Eduner,  2007)