La vida puede ser, desde que empieza,
un juego de ajedrez que en sus perfiles
tiene cambios de suerte tan sutiles
como el pausado andar de cada pieza.
Todo depende al fin de la destreza,
de caballos, de torres y de alfiles,
de los peones que en bélicos desfiles
defienden con afán a la realeza.
Hacemos al nacer una movida,
la jugada inicial de una partida
que nos propone el tiempo pasajero.
Y variados destinos nos conmueven
porque somos trebejos que se mueven
en un mundo con firma de tablero.
(de: "Concordia en el recuerdo)