Mientras trota el caballo con desgano,
tocado con su clásico sombrero,
erguido en el pescante va el cochero,
con las riendas tensadas en la mano.
El carricoche rueda soberano,
es negro y lustrado con esmero,
y para bienestar del pasajero,
la capota plegada en el verano.
Es una ausencia más por esas calles,
cierro los ojos por buscar detalles
y me parece entonces, que lo veo
pasar una vez más como quien goza
con el porte triunfal de una carroza
y el bien ganado nombre de Mateo.
(de: "Concordia en el recuerdo")