ACERCA DE “CUENTOS COMPLETOS” POR JUAN FERNANDO GARCÍA

JUAN FERNANDO GARCÍA

REVISTA Ñ - 7.7.2007

Acerca de “Cuentos Completos”

         Olvidado, casi inhallable, Juan José Manauta pertenece a lo que se ha dado en llamar la Generación del 55, que es decir la generación del realismo. Y si hay algo que resulta incómodo, a más de cincuenta años de aquella designación, es el mismo molde de "realismo" que hace agua cuando se atraviesan -valga la redundancia de la imagen- las páginas de sus cuentos, pobladas de personajes marginales, ríos de oscuras orillas. La misma zona que por aquellos años atravesara, con su mirada aguda y original, Juan L. Ortiz quien, a partir de los primeros trabajos poéticos de su coterráneo, afirma: "Entre los poetas jóvenes él es el único en quien nuestro paisaje transparece en lo que tiene de pobre y de dolorido, aun en su belleza ligera, casi absorta. Verdad que su paisaje es esencialmente el de Gualeguay, pero se le ha revelado en dimensiones que lo trascienden, si bien allí tales dimensiones cobran una gravedad particular". Porque los comienzos fueron de indagación poética, con La mujer en silencio (1944), y quizás esté allí una de las claves para ingresar a su obra, tan atenta a un lenguaje preciso. "Mi búsqueda de la palabra justa ha sido siempre ardua", ha declarado Manauta.

          El autor de "Las tierras blancas" (que Hugo del Carril llevara al cine, convirtiéndose en un verdadero clásico) ha producido una cuentística ligada a cierto color local, enclavado en esa región -Gualeguay- rica en poesía: Juanele, Mastronardi, Veiravé. Y la heredad, sumada a una precisa pintura del paisaje, han dado como resultado una prosa ajustada, alejada del pintoresquismo y el costumbrismo. Como Los desterrados de Quiroga, sus personajes son el margen de la historia, pero sus vidas permiten ser narradas.

          Este volumen reúne la producción iniciada con Cuentos para la dueña dolorida (1961); seguidos de Los degolladores (1980), Disparos en la calle (1985), Colinas de Octubre (1995), El llevador de almas (1998); además de "Ajenjo para tres" (homenaje a "Hombre de la esquina rosada"), que apareciera en el volumen colectivo Escrito sobre Borges (1999); y el inédito "Primavera sin alcohol". Completan el volumen cartas, fotos, así como fotogramas de la película de Hugo del Carril, Los Cuentos para la dueña dolorida transcurren, casi en su totalidad, en Entre Ríos. Dividido en "Mujeres" e "Inocentes y bárbaros", los protagonistas son marginales, pobres, trabajadores. En la primera parte, desfilan personajes que dan título a los cuentos: "Diana", "Paula", "Tránsito", "Antonieta"; el extenso "Charito", una de las mejores piezas del volumen. En la segunda parte, de corte más naturalista, "El mecánico", "Su ventaja", "Los chanchos", "Un salvaje", entre otros. Muchos de esos personajes, de esos "desterrados", aparecerán luego en otros cuentos.

          En "Los degolladores", el cuento que da título al libro es sin duda una magistral composición, donde el degüello se practica a un ceibal y conlleva una reflexión sobre la muerte. De crueldades, de la rudeza que la realidad impone dan cuenta "Cecilio", "La confesión", "Ana la turca", "El jinete y su perro", "El olvidado de la muerte", "Alejo". En "Pequeña memoria" expone las vicisitudes de un escritor -de un escritor realista, podríamos agregar-, frente a la verosimilitud y la certeza. "Estoy mintiendo impunemente con la verdad", declara el narrador, para unir relato e historia en sutil amalgama.

          Esa fusión, tan cara al realismo, será trabajada también en Disparos en la calle (donde destacan "Las tierras del mayor", "Perdedores", "El cantor y la ninfa", y el relato de impronta policial que da título al libro) y en Colinas de octubre. De este último, "El pequeño comandante" es una muestra de ese entramado, al que la tensión lírica aporta brillo a las descripciones- "El mes de abril esmerilaba las cuchillas y Montiel no era una selva, sino un jardín cobrizo"; también "El nombre"; el excelente relato "Las doradas colinas de octubre", "Forajido", entre otros.

          De ese tono, de esos matices que lo destacan en el panorama de la literatura argentina, son también los cuentos de El llevador de almas. Y como obsequio y cierre, un inédito.

          Un análisis pormenorizado de la edición de estos Cuentos completos debería dar cuenta de aquellas piezas que en sus ediciones originales, a partir del libro de 1961, se fueron repitiendo, unidas a nuevos cuentos y estableciendo una unidad. Y es probable que allí esté la concepción de la narrativa de Juan José Manauta; una voz, encima de otras voces, en ámbitos al que se vuelve, como la memoria. Esta edición celebra la presencia de un narrador ineludible.