Nada de muertos en el ropero
la mía usa la misma camisa
que llevo, mira por la ventana
se sienta en mi retina
y me levanta el párpado
para que no me olvide
de su presencia desde que
nos levantamos
la tapa bien puesta
en ninguna parte
el atún no existe,
sólo el latido desmenuzado
y en vez de caracol
sobre la oreja
sólo necesito
un abrelatas.
el recipiente es contenido
en su represa, el manantial
que sube
porque esto es agua
donde no hay marineros
sólo cantos de sirenas
(tobogán: de abajo hacia arriba)
No tengo problema
en engancharme
mientras haya anzuelo.
El problema está
cuando hay sólo
carnada.
Y después de más de tres
años buscando
no te encontré
(nunca te encuentro)
pero sí, en cambio,
hurgando entre las
casillas de plaza Italia
encontré
los amores difíciles
orgullosa crucé la calle
aunque más no sea
no me quedaría con el
que me prestaste
pero sí con algún pobre
sustituto al cual mirar
según la ocasión
con dicha, rencor
o culpa.
Renuncio a establecer
la anatomía del recuerdo
exacto.
Llevame a dar una vuelta
se me cansaron los pies
quiero estar adentro de la bolsa
de color amarillo
con la merienda para el recreo
y los risitos de oro (un poco
asfixiados) que nunca tuve.
Tus huesos dicen basta
quedate quieta
encandilada como la liebre
cuando se prenden los reflectores
en noches de caza
no hay nadie que apunte
sólo está
el aire comprimido
en pleno ahogo
no hay manotazo que venga
a salvarte
la rebelión del cuerpo
quedó colgada en la soga
afuera llueve, y vos
ni siquiera temblás
en el rincón.
Arrastro el ala muerta
quiero una cucharita de vitina
dormir cucharita
ingerirme todas las espinacas
de Popeye, y no pensar
en luchar por ninguna Olivia
con ningún Brutus
algún día pensás, algún día,
el huerto se levantará
como Lázaro resucitado
y yo dejaré de ser
una triste calavera andando
entre los tubérculos.
me hago ovillo
abajo de la ducha.
quiero que llueva
caliente: lavarme entera
hasta quedar hecha
una minúscula pasa de uva.
que llueva caliente:
el vapor sobre el asfalto
hundiendo una a una
cada vértebra,
el barro tibio entre los pies,
y unos finos hilos de agua
enhebrándome la piel.
no hay más nudos
ni piedras ni ortigas.
solo una especie de musgo,
de escamas, de sabor a tierra
húmeda, despierta alrededor
mi sentido enquistado.