No me has encontrado, me anduve empapando de rocío. Temprano irisado.
Iba cantando, iba contándome, iba abriendo maizales con el canto al canto.
Los perros lo toreaban a Dios de tan visible.
¡Despierta, viene el día, un pájaro se suelta de los ríos, despierta!
Le van quedando dos velas a la luna, vela del sur, vela del oeste, mariposa, mariposa enloquecida con su sombra descubierta.
¡No queda nadie en casa! ¡No duermas más, despierta, el agua no tiene imágenes, los caballos no imaginan!...
Anda con el telegrama por el monte. Voy a su encuentro, el telegrama tiene una flecha con mi nombre.
Le queda un poco de luz a la sombra, verde, sombra del pájaro, y en seguida oscuro y esa voz con mi nombre.
(Si pudiera salirme de mi nombre, entrarme en el trébol con su oferta de imanes...)
-Una piedra, su caballo casi rueda. Arena ahora. Agua. Sendero ahora.
Ahora llega aquí donde lo aguardo, desde lo alto de su oscuro ha de leerme esta palabra.