EL POETA NOCTÁMBULO QUE CANTÓ A LA LUZ

 

Por Enrique Butti para http://www.ellitoral.com

“Obra completa”, de Carlos Mastronardi. Ediciones UNL. Santa Fe, 2010.

Dos abultados volúmenes acopian la obra de este autor del que cualquier lector no especializado apenas habría podido enumerar algún centenar de páginas. Para el caso, vale la experiencia de quien escribe estas líneas -que nunca accedió a las Poesías completas y a los Cuadernos de vivir y de pensar editados por la Academia Argentina de Letras-: reconocía a Carlos Mastronardi como el autor de varios poemas extraordinarios (“Luz de provincia”, “La medalla”, “La rosa infinita”; y ese soneto que lleva un epígrafe de Epicuro que debe haber sido guía para Mastronardi -“Disimula tu vida”-, titulado “Petición de penumbra”, que lamentablemente no ha sido incluido en la edición que nos ocupa [*] ), poemas rastreables en antologías (de Eudeba, del Centro Editor de América Latina, y sobre todo de la que el poeta entrerriano Alejandro Bekes preparó e introdujo para un editor de Logroño, España) y de un conjunto de ensayos, en un libro que tuvo amplia difusión (Formas de la realidad nacional, editado por la Secretaría de Cultura de la Nación en 1994). Ahora las aproximadamente dos mil páginas de la edición de la UNL -que incluye un nutrido agregado de lo que la jerga académica ha dado en llamar “aparato crítico”, introducciones y notas- devuelven a los lectores y a la biblioteca argentina una obra notable, digna de ser revisitada en todos sus flancos (la poesía y las traducciones; las Memorias y los Cuadernos; los textos sobre Borges; los ensayos, prólogos y colaboraciones en revistas y periódicos; reseñas y artículos; los editoriales escritos para El Mundo; correspondencia, testimonios y escritos de autores varios sobre Mastronardi). El mérito es de quien llevó adelante el trabajo, Claudia Rosa, y de la cuidada edición de la Universidad Nacional del Litoral.

El índice incluye introducciones de Claudia Rosa, Arnaldo Calveyra y Elizabeth Strada; de Martín Prieto a la sección Poesía; de Sergio Delgado a Memorias y Cuadernos; de María Teresa Gramuglio a B., Borges y a la recopilación de colaboraciones varias en publicaciones periódicas, y de Adolfo Prieto a Ensayos. Un dossier al final del tomo 1 propone artículos de Conrado Nalé Roxlo, Juan Carlos Ghiano, Ricardo H. Herrera, Miguel Ángel Federik, Jorge Enrique Martí y Saúl Yurkievich.

 

“El empeño que otros ponen en ser famosos, el empeño que otros ponen en esas miserias que se llaman la promoción o la publicidad, Carlos Mastronardi lo ha puesto en pasar casi inadvertido, en esa vida umbrátil que recomendaban los estoicos”, dijo de él Borges. Nacido en Gualeguay, en el año 1900, Mastronardi se radica en Buenos Aires en 1920, donde fallece en 1976. Eso en cuanto a su biografía. Respecto de su obra, y también en palabras de Borges: “Mastronardi ha consagrado toda su vida, no a escribir muchas páginas, sino a escribir lo que en suma todo escritor escribe; digamos unas cuantas páginas con la esperanza de ser imperecederas. Y eso lo ha logrado Mastronardi. Y las ha dedicado a su provincia, a Entre Ríos”, aclarando más adelante que todos somos entrerrianos cuando leemos los versos de Mastronardi.

Los amigos y los biógrafos de Mastronardi insisten en esa renuncia a toda ambición por el reconocimiento social de su literatura. No debemos deducir de esto que consecuentemente buscara en sus escritos ocultarse: al contrario, quien frecuente sus páginas (tanto en sus poemas como en sus Memorias y Cuadernos) irá acercándose cada vez más al autor con una intimidad infrecuente. De ahí que en el “insensato empeño/ de volverse un tramposo del destino”, Mastronardi se instale en el lector como un ser entrañable, un solitario habitante de la “dulce oscuridad” que nos habla de la luz y que comparte con nosotros la “comarca de signos y de fábulas” en la que “vive oculto”.

Presentamos en estas páginas algunos fragmentos de los escritos de Mastronardi sobre Borges, que es uno de los aportes de esta edición. A diferencia de ese otro libro deslumbrante sobre Borges que escribió su amigo Adolfo Bioy Casares, que acumula anécdotas, transcripciones de diálogos y exabruptos, el Borges de este otro amigo anota con preferencia reflexiones críticas y análisis formales.

Otra diferencia esencial es que el libro de Bioy Casares fue revisado meticulosamente por su autor para su publicación, mientras que el de Mastronardi consta de más de un centenar de páginas, casi todas manuscritas, que mantienen en general un carácter fragmentario de anotaciones, un manifiesto work in progress, que se presenta en dos grupos, titulados B. y Borges.

Ambos libros, el de Bioy y el de Mastronardi, más allá del valor testimonial, más precisamente porque han sido escritos por dos grandes escritores (y porque como el propio Mastronardi anota en sus Cuadernos, muchos críticos literarios parecen “disecadores” de poemas antes que “indagadores de virtudes estéticas”, así como una nueva promoción de periodistas sólo aparecen interesados en los “romances” de las actrices y “estudian sus alcobas, no sus virtudes estéticas y con triste deleite, registran quehaceres y mudanzas vaginales”) se erigen hoy por sobre la descomunal biblioteca crítica borgeana como los mejores estudios que puedan citarse sobre el autor de “El Aleph”.

[*] Tampoco: “Los reinos graduales”; “Triste soberanía”; “Contra la mudanza que traen los años”; “Tentativa sin límite” y “Las fechas deslumbrantes”.