Tengo todo el tamaño de la patria en mi mano
desde donde florecen las nieves preferidas
hasta donde se afirma la furia del verano,
desde las altas piedras del viento malheridas
hasta donde los mares disponen sus arenas
y recogen al alba las tristes despedidas.
Esta es la clara patria. La que amamos apenas.
La que nos presta un cielo de bandera salvaje
y se amansa en las manos codiciosas y ajenas.
Este es el desolado término de mi viaje.
Aquí se aprende el justo tiempo de la tristeza
y una antigua leyenda prestigiosa: el coraje.
He cantado el más alto dolor, aquel que empieza
en los jugos oscuros de la sangre perdida
y crece como un golpe de sombra en mi cabeza.
No tengo más razones que la desparecida
de amor, en cuya tierra me aguanto y me cobijo.
Todo lo que florece, todo lo que convida
es parido por ella. Yo también soy su hijo.
¿Dónde queda la patria? ¿Dónde está la dolida?
¿Qué gringos silenciosos la beben de mis venas?
¿Qué milagro del mundo la quita de mi vida?