No importa que vos no lo recuerdes. Yo te cuento.
Cruzamos la calle tomados del brazo
y nos detuvimos ante una vidriera.
Entramos sin acuerdo, como esos matrimonios
que llevan muchos años. El sol, ahí en la entrada,
mostraba el polvo detenido en cada cosa.
El fondo era brumoso y en un rincón
un viejo en delantal azul gastado
tenía un reloj abierto entre sus manos.
Ni levantó los ojos, parecía un elemento más
del mobiliario.
Miramos, señalamos algún reloj antiguo, preguntamos precios.
A cada uno le gustó un reloj distinto,
que marcaba horas diferentes. Cada uno imaginó una pared, otra pared
así, en el aire, abstracta.
Salimos del negocio. Seguimos hablando lo de siempre.
Marcando, día tras día, una hora diferente.
(De: 'Cada cual con su llave y en su noche', Nuevo hacer, Grupo Editor Latinoamericano, 2003)