Yo encontré en ti un algo indefinible,
Que en otros hombres no encontré jamás;
Un algo regio, puro, indescriptible,
De altivez y dolor sobre tu faz.
Yo encontré la expresión de un sacrificio
En la dulce tristeza de tu voz;
Y en la frente la huella de un suplicio,
Que comprendió mi amante corazón.
Yo te encontré tan bello, tan perfecto,
Cual la imagen purísima de Dios;
Te di mi adoración y el santo afecto
Que profesan los fieles al Señor.
Tú comprendiste mi cariño santo …
Comprendiste mi loco frenesí:
Me adoraste, y fui tu dulce encanto,
Y haciéndote dichoso, soy feliz.
(“Lirios silvestres”, 1877)
Tomado del Artículo: “La pluma y la palabra” (Escritoras de la década del 80)