EL MAIZAL

Por entre el alto maizal

iba cantando su voz

esta copla lugareña

vecina del corazón:

 

“Primero me dijo, riendo,

después me dijo, llorando:

Salí de acá, no te quiero...

Vení, te dije jugando...”.

 

Por entre el alto maizal

10      sólo llegaba su voz

interrumpida del viento,

ruidoso entre la hojazón.

 

Seguro que era un llamado

lo que andaba dispersando,

15      después de nuestro disgusto:

“Vení, te dije jugando...”.

 

Pero el viento me extraviaba,

ruidoso entre la hojazón,

el rumbo de su llamado,

la senda de su canción.

 

Yo aré las cuarenta hectáreas,

las crucé, de sol a sol,

y fui quien arrojó el grano

y quien la rastra pasó.

 

 Hacia el lado de su rancho,

que es por donde sale el sol,

se me quedaron los días

en trabajo y en canción.

 

Del arado la veía

30      trabajando, como yo;

gringuita de ojos azules:

el cielo partido en dos.

 

Yo vi verdear el maizal,

yo he sido quien lo aporcó,

 35 y hoy el maizal no me deja

verla como antes, Señor.

 

Ayer, por una locura,

nos enojamos los dos;

el cielo volvió a ser uno

40       y en él estás tú, Señor.

 

Ordena que pare el viento

porque calle la hojazón

y pueda dar con su boca

persiguiendo su canción.

 

45      Estoy dentro del maizal

 y su voz sigue cantando,

 sin que pueda dar con ella:

 “Vení, te dije jugando...”.

 

De: Versos para la oreja