DIARIO EL LITORAL POR BEATRIZ ACTIS

Conversaciones con Isidoro Blaisten:

“El humor es la penúltima etapa de la desesperación”

Por Beatriz Actis, para El Litoral, agosto de 2001

 

Isidoro Blaisten(Concordia, Entre Ríos, 1933) es uno de los cuentistas argentinos más relevantes, cuyos textos - que figuran en numerosas antologías latinoamericanas - han sido traducidos al inglés, al alemán y al francés. Muchos de sus cuentos constituyen verdaderos clásicos de la literatura argentina; Luis Gregorich ha señalado con justicia que “si se intentara construir una rigurosa antología del cuento argentino, sólo unos pocos escritores podrían participar allí con más de una pieza. No hay duda de que Borges y Cortázar se incluirían en ella (...). En mi opinión el que ocupa el puesto siguiente es Blaisten, que ha escrito cuatro o cinco cuentos pertenecientes a esa categoría de obras fronterizas con la perfección”, y entre ellos señala: “El tío Facundo”, “La puerta en dos”, “Los tarmas” y “Mishiadura en aries”.

  Desde sus inicios próximos al grupo de la revista “El escarabajo de oro”, en la década del 60, Blaisten ha publicado, entre otros: “La felicidad” (1969), “La salvación” (1972), “Dublín al sur” (1980), “Cerrado por melancolía” (1981), “Anticonferencias” (1983), “Carroza y reina” (1986), “El mago” (1991), “Cuando éramos felices” (1992), “Al acecho” (1995, Premio Fundación El Libro) y el libro de poemas de 1965  “Sucedió en la lluvia” (el autor ha afirmado que “el cuento es el género más cercano a la poesía”). Sobre la poesía ha señalado además que “es la medida de todas las cosas, la palabra que funda: somos cuando somos poéticos”. Actualmente escribe una novela cuyo título provisorio es “Novela para agradar”.

    En “Cerrado por melancolía”, Blaisten habla de un cuento que “le pueda gustar tanto a Barthes como a los muchachos de San Juan y Boedo” y al respecto señala: “Creo en la difícil sencillez y me importa la gente”, a la vez que, tras la polisemia literaria, persigue el objetivo de lograr el término justo entre ambos tipos de lectores.

   Ha recibido, entre otras distinciones: el Premio Fondo Nacional de las Artes, el Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, el Premio Nacional de Literatura, el Premio Nacional de Ensayo y Crítica Literaria, el Premio Konex de Cuento (1984 - 1988) y la Faja de Honor de la SADE. Es miembro de número de la Academia Argentina de Letras y ocupa el sillón “José Hernández”, que dejara vacante Marco Denevi.

  Además, dirige talleres literarios y se ha desempeñado como periodista, fotógrafo y librero en su mítica librería porteña de San Juan y Boedo. Respecto de su vocación de pintor, que rescata como su primer vínculo con la creación, señala que sin embargo ambas vocaciones confluyen en un punto ya que en sus relatos “la parte pictórica está siempre presente”.

  La crítica ha señalado la presencia en su obra de una visión corrosiva (la realidad se ve exacerbada, muchas veces de forma mordaz), visión que sin embargo no deja lugar a la desesperanza; a esto seguramente contribuye el omnipresente humor a través del cual la existencia humana encuentra una posibilidad de redención.  Su “pasión por la cita” confluye en célebres textos paródicos, como “Dublín al sur” y “Hamlet, príncipe de Dinamarca, o la dicha de vivir”, entre otros. A la vez, ese particular humor que es marca en su obra ancla en la jerarquización expresiva de lo cotidiano, como sucede en “A mí nunca me dejaban hablar” o en “El código secreto”. En otra cuerda temática, “El total” ha sido considerada – como quería Borges con “Funes el memorioso” – una acabada metáfora sobre el insomnio.

  En su narrativa, el mundo cotidiano aparece irradiado por insospechadas vetas de absurdo (“Victorcito, el hombre oblicuo”) y las historias - situadas en general en marcos domésticos y urbanos - son relatadas a través de un estilo preciso y riguroso que constituye a la vez un impecable registro de la coloquialidad.

 

El relato y lo autobiográfico

  En diálogo con el poeta Jorge Isaías, en su reciente presentación en la Feria del Libro, Blaisten señalaba entre otros conceptos que “el humor es la penúltima etapa de la desesperación” y, parafraseando a Whitman quien afirmara que “aquél que camina una sola legua sin amor, marcha amortajado”, el autor agrega que “quien marcha amortajado es aquel que camina una sola legua sin humor. Así como la poesía descorre el velo de la belleza, el humor descorre el velo de la estupidez humana y nos hace ver la vida de otra manera, es un camino de salvación, como también lo es la literatura”.

   En cuanto a los cuentistas que han influido en su obra, afirma que “con la literatura se establece una extraña relación, creo que es una relación de amor:  Delmira Agustini decía: Mis amores fueron tantos....”, y entre sus lecturas menciona la obra de Borges, Saki y Cortázar. Sus relatos, afirma, son en cierto sentido autobiográficos (generalmente surgen de una observación puntual de la realidad), y señala que si bien su método de escritura consiste en tomar apuntes, hacer esquemas, etc., “después el cuento hace su vida”.

  Finalmente, comenta una anécdota reciente que ejemplifica lo anterior y permite metaforizar una vez más sobre la creación literaria: la joven empleada del hotel en donde se hospedara en su viaje a Santa Fe se encontraba tejiendo al crochet, una práctica que al escritor le resultó poco usual en la actualidad, y que motivó la siguiente reflexión: “... Entonces me di cuenta de qué es el cuento: el cuento se teje con una sola aguja, mientras que la novela se teje con dos. Esos pequeños espacios abiertos, esos maravillosos vacíos que deja el crochet, son los que tiene que rellenar y significar el lector. En el cuento, los hilos sueltos son el final abierto...”. y concluye: “De esta experiencia, estoy seguro, no sé cuándo, pero va a surgir un cuento”.