FERNANDO SIRTORI PUBLICA "DESDE MI SOMBRA"
Fernardo Sirtori publica su primer libro de poemas "Desde mi sombra" (Ediciones Ruinas Circulares, Buenos Aires).
A continuación, el prólogo del libro.
“Sólo recuerdo y paz nada te asombra:/ gastaste un hombre para verlo en sueños/ y has creado libertad para una sombra” dice la cita de Carlos Mastronardi, en su poema “Triste soberanía”. En ese poema y en esos versos se halla la esencia de este libro. La libertad de la sombra, de la creación poética que nace de un hombre gastado de rutinas, de angustias. Angustias como detalla en el poema original Mastronardi “el vivo azar que fluye, te condena”, o como se cita más adelante: el “dolor de ser vivo” y de “la vida consciente” del poema “Lo fatal” de Rubén Dário. Pero no hay una sola forma de hablar de ese dolor y de esa sombra, la sensación de angustia, el refugio del amor, o de simplemente la contemplación de las cosas bellas, enraizadas en una construcción poética.
La sombra comienza a decirse: “A mis soledades voy,/ de mis soledades vengo” (Lope de Vega) Nace en ese atardecer de San Jaime (ciudad natal del autor) de esa otra “enrevesada sombra/ de un espinillo que se alarga/ hectáreas y hectáreas/ y se pierde en lo profundo del monte.” Y que se revela con el poema siguiente “Nos han dado la tierra” con un guiño al Comala de Juan Rulfo cuando declara: “A lo lejos un pueblito rompe/ la inmensidad de la nada”. Pero “la distancia no trajo paz.” En adelante los poemas hablaran de “voces que en secreto/ hablan de ausencia”, y de cómo el trabajo,(“al rajar la leña/ buscando la veta/ encontraba/ la paz.”) va mutando en una especie de oficio, hasta alcanzar la calma y la poesía cuando habla de que “El acero,/ corta el acero/ y en ese oficio calmo/ todo el hombre/ lo ausculta.”
En la segunda parte se cita a Fernando Pessoa que declara: “… Quién como yo sufre/ porque una nube pase delante del sol, ¿Cómo no/ ha de sufrir en la oscuridad del día/ encapotando su vida?”. En esta sección se destaca la búsqueda del poema a través de la contemplación, alcanzar esa “razón (que) se difunde en la materia”, “Ese débil instante/ cuando la luz se apaga/ y la oscuridad/ se me cae encima.” Retratar ese “murmullo de grillos/ que nadie distingue si es real/ o es parte de la noche y del oído”.
Si en la segunda parte prima la noche, en el tercero es la mañana. Ida Vitale dice: “De la memoria/ sólo sube un vago polvo y un perfume./ ¿Acaso sea la poesía?”. Ese perfume, es candor y belleza que “traen tregua” a ese “mundo” que se “desmorona”, que lo contempla del otro lado. Es sentir “la frágil primavera/ que acaricia la mañana/ entre tantas espinas”. El recuerdo de la inocencia infantil, de “Cuando el mundo no era el mundo sino la chacra de nuestras tías”, que “se fue diluyendo,/ en una fe triste,/ en esta sombra”. En “una brasa moribunda/ que se apaga.”
Pero en el alba no es todo paz. Aparece Jorge Luis Borges y dice: “Creo en el alba oír un atareado/ rumor de multitudes que se alejan;/ son lo que me ha querido y olvidado.” Y la sombra busca hacerse de sus otros recuerdos, de la imagen de la abuela, y del cartelito que dejó colgado, donde decía “-Vuelvo enseguida.” Y esa otra muerte de su jardín, donde “lánguidas en su espera/ las orquídeas del dátil/ ya han perdido su fe.”
Pérdida de fe, que se manifiesta en otras ramas, en la búsqueda de calor, en el peso de las gotas de lluvia y que desembocará haciéndose “carne en mi dolor’’. Los poemas “Oscura Noche” y “La Muerte” llevan al límite los recuerdos. En el primero, un niño que espera la llegada de una madre enferma, un auto que surca la lluvia y al que “un solo delgado hilo/ lo sostiene al mundo”. “La muerte” cierra la cuarta sección reflexionando sobre la espera y el reencuentro.
Las dos últimas partes están íntimamente relacionadas. Comienzan repartiéndose una estrofa del poema Lo fatal de Rubén Darío: “Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,/ y más la piedra dura porque esa ya no siente/ pues no hay dolor más grande que el de ser vivo/ ni mayor pesadumbre que la vida consciente” y hablarán sobre la existencia.
La quinta parte se centrará en el universo y el individuo, la poesía como búsqueda de la verdad, la resignación. Se destacan versos como “El poeta es a la noche/ un delgado hilo de cobre/ sensible a la energía del mundo/ que fluye por él”, de “Ars poetica”, “...tira líneas en aguas inciertas/ y, paciente, pierde los ojos en el cielo”, en el poema “El poeta como pescador”, o “Cada momento que pasa se destiñe/ esta fe edulcorada de esperanza” de “Poema de época”
La última parte gira en torno a la angustia, la intimidad del dolor, los deseos. Destacan versos como: “No hay un solo día/ donde la redondez del mundo/ sostenga mi alma.” de “Inmanencia”; “hecho carne viva:/ un manojo de sueños,/ de deseos amputados.” de “Infierno”. Los dos últimos poemas hablan del deseo, en medio del dolor de la existencia. Aparece un edén en llamas, una reminiscencia al génesis: “Eva ya no es Eva,/ es la manzana,/ es la mordedura/ de la serpiente”.
Desde mi sombra termina con “La palabra carne, la palabra piel”, donde un libro de Séneca y una palabra interrumpen la lectura filosófica que refleja, acaso, una estrecha relación entre palabra y deseo.
Fernando Sirtori
Sobre el autor:
Fernando Sirtori nació en San Jaime de la Frontera, Entre Ríos en 1996. Reside en la ciudad de Concordia Entre Ríos, donde se recibió de profesor en física y es tornero-fresador metalúrgico.
Participó durante varios años del taller literario de Stella Maris Ponce. Ha colaborado como ayudante y lector en la Feria Regional del Libro de Concordia en las ediciones del 2018 y 2019. Durante el año 2019 coordinó, el ciclo “Lecturas en el Vagón” promoviendo la lectura en voz alta y la difusión de autores nacionales e internacionales.
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