RESEÑA DE "REFLEXIONES DE UN CISNE" DE HUGO LUNA, POR MARGA PRESAS

 

Marga Presas sobre Reflexiones de un cisne (Al Filo Ediciones, Buenos Aires) de Hugo Luna. Año 2017.

 

“Lo bello es el comienzo de lo terrible / que todavía podemos soportar”. Esta cita de Rainer María Rilke nos da la bienvenida al nuevo libro del poeta Hugo Luna, ‘Reflexiones de un cisne’.

¿Por qué el cisne? ¿Sobre qué reflexiona?

¿Es casualidad la elección del tema y del nombre de este puñado de versos vertebrados a través de la simbólica figura del cisne?

Para el modernismo, movimiento literario genuinamente latinoamericano, y particularmente para Rubén Darío, el cisne es símbolo de belleza y su cuello recuerda a un signo de interrogación.

Para Hugo Luna, que también se hace preguntas y es un buscador de la belleza en sus poemas —y además la encuentra y nos la brinda—, hay plumas que escriben en el aire la palabra cisne y así juega a leer en ellas la suspensión de sus ideas, el ser que lo abandona. Nos dice: Una belleza de cisne da unívoca respuesta y por una sola pregunta todo plumaje da respuesta.

El cisne es el poeta, escribió Alfonsina Storni, la magia del ritmo le ha ungido la garganta y canta porque sí, porque su corazón enorme se le ha centuplicado y tiene en sus entrañas un dolor que cobija todo humano dolor.

Para Hugo, quien llama a tu puerta es un niño sordo / nudillos buscan un sonido cuya extrema intensidad es el silencio.

En la poesía de este libro, este cisne late, como oculta caricia, como pluma que refleja la ausencia. Quiere quebrar el espejo para cambiar la suerte, ¿su propia suerte o la de muchos?

El cisne de Baudelaire, con su cuello vuelto al cielo, parece clamar por cualquiera que ha perdido lo que no se encuentra, en los flacos huérfanos, en los cautivos, en los vencidos. El cisne de Hugo invita: “tomate de mi pluma / flotemos / sobre el cristal derretido/ al calor del brindis / al amparo de otro festejo”.

En Baudelaire el cisne lejos del lago es el poeta desterrado de la tierra que quisiera vivir, un lugar maravilloso que tal vez no exista o que se recupera por momentos. Dice Hugo Luna: “Ser feliz / en fragmentos / que luego continúan / otro camino / eso es todo / o casi todo / Ser niño /alrededor de la fuente / Ser cisne sin tiempo”.

Pero este cisne poeta, además, tiene una gran capacidad de ternura que se empeña en ocultar, hasta que aparece en versos como éstos: “en el hueco de la mano / que junta la ternura / hay una fuente / con un cisne pequeño en su centro”. Aunque en forma contenida, anhela los gestos de otras ternuras para sí: “en la hora hueca / la espera revela / el significado de la caricia”.

El agua, la luz, los juncos, esa pluma en la caída, el ramaje del silencio, la blancura de la luz casi como un estallido nos revelan al poeta andando las orillas de nuestro río, capturando el momento de la tibia mañana que despabila pájaros.

El cisne de Mallarmé sacude su cuello en blanca agonía, en contraposición, a Luna todavía le queda la inquietud del extrañamiento, lo que interpreto como esperanza, al trazar el asombro sus coordenadas, un punto en la mirada del niño y otro en la pluma en suspensión.

Y con el alma en suspenso y en busca de la belleza —ese momento inefable— invito a Hugo a que comparta esa fragmentada felicidad de su escritura, que nos acerque a la orilla o a ese faro que se erige para aquellos que navegan en la luz.