Una escritora entrerriana entre los 20 mejores libros de poesía 2022

 

La periodista y escritora bonaerense, Daniela Pasik, publicó recientemente en el sitio de noticias Infobae una lista de 20 libros de poesía a los cuales considera los mejores del 2022. Entre escritores de renombre nacional e internacional se asoma con fuerza el de la escritora entrerriana Belén Zavallo por su libro Aspas hace poco publicó Hibrida editora. 

El listado completo: 

“El poema es ficción. Ficcionar no es inventar, es hacer un objeto estético con lo que te pasa o con lo que pasa en general”. A esta idea, Irene Gruss la repetía bastante, de diversas formas, en distintos momentos y situaciones. Así textual la dijo en una entrevista con la revista digital La primera piedra en abril de 2018, unos meses antes de morir en diciembre.

Lo que Irene decía es importante para cualquiera que la haya conocido, pero también para quien le guste leer. Literatura toda, y en particular poesía, que era su lenguaje principal. Ella fue una de las autoras claves de la generación del 80 y es para siempre el centro orillero de la renovación del género, que nunca se queda estático. Muta, se expande, habla.

La poesía es un filtro que sirve para reordenar el mundo. De lo imperceptible a lo tangible. Como la música, pero hecha solo con palabras. Un montón de letras que forman palabras que se acomodan en versos que arman el poema. Se lee en soledad, se recita en público, se comparte en tertulias, se dice de memoria. No para, zigzaguea. Es imposible agarrar esa energía y capturarla en una lista que destaque algo. Como en un flashalgunos de los libros publicados durante 2022 pueden ser un intento de instantánea, la polaroid que congela apenas unos pocos como botón de muestra.

Lo que vuelve

Rescatar es liberar. También volver a traer. En ambos casos es un acto de cariño al pasado que sirve de regalo para el presente y augura futuro. Susana Thénon (Buenos Aires, 1935-1991) fue un hada oscura que abordó en su obra todo lo que se corroe. ¿Por qué grita esa mujer?, se preguntó en su poema más famoso. Tejió palabras, ideas, sentimientos y su lenguaje también fue sonido. En 2001 María Negroni y Ana Barrenechea se encargaron de la curaduría y publicación de La morada imposible, un libro en dos tomos que recopila sus cinco poemarios, al que le sumaron inéditos, notas y su obra fotográfica. Se reeditó en 2019 y cuando parecía que ya no habría nada más, hubo más.

Quedaban más papeles inéditos del Archivo Thénon que Negroni recopiló, editó, prologó y llegó a librerías durante 2022. Se llama Paraíso de nadie (Corregidor), como uno de los versos de la autora integrante —como Alejandra Pizarnik y Juana Bignozzi— de la generación del 60. En un único tomo hay, para zambullirse, el libro hasta ahora inédito de 21 poemas sin fechar Amores planetarios, el manuscrito Papyrus —que había presentado y luego retirado de un concurso—, el relato inconcluso “La transgresión” o “La guerra de las criaturas” y varias traducciones del griego y al latín.

Un vuelto a traer de cierto olvido durante 2022 es el peruano Luis Hernández. Nació en Lima en 1941, estudió Medicina, se embelesó con la música y los idiomas para terminar encontrando en la poesía un lenguaje. Publicó tres libros breves —Orilla (1961), Charlie Melnik (1962) y Las constelaciones (1965)— y dejó el circuito editorial para volcar todo su ingenio en cuadernos escritos a mano que después les regalaba a sus amigos. Habría más de 90, dispersos por el mundo. Hizo esto hasta su muerte en Buenos Aires en 1977. Tenía 35 años cuando lo atropelló un tren o se suicidó.

La poesía de Luis Hernández que se logró reunir.

Su obra completa es imposible, como un bosque imaginario que se expande en el aire. Sus poemas intercalan versos de canciones, traducciones libres, fragmentos en otros idiomas, retazos de publicidades, juegos de palabras, romanticismo, habla coloquial, astronomía, medicina, artes visuales. Vox Horrísona fue un acertado intento de capturar ese estado gaseoso en una edición de 1978 que se fue ampliando cada tanto y ahora la pequeña y bella editorial Nebliplateada se sumó a la aventura con una versión de 536 páginas bastante fabulosas que abren con un prólogo de Fabián Casas.

O captain! My captain!

Quién es un referente, cómo se decide o siente el impulso de seguir, con fe y/o estudio, lo que alguien hace. Dos poetas de esa estirpe están ahora, en sus casas, escribiendo. Haciendo obra. Y este año publicaron nuevos libros. Uno es Oro en la lejanía (Gog y Magog), de la ensayista y docente Alicia Genovese, que no solo es una gran poeta, también es formadora de poetas en sus talleres privados y en la Universidad Nacional de las Artes.

Porteña, nació en 1953, se doctoró en Literatura en la Universidad de Florida, Estados Unidos. En 2002 recibió la Beca Guggenheim y en 2015 ganó el premio internacional de poesía Sor Juana Inés de la Cruz que otorga el Estado de México por su libro La contingencia. Vive entre la ciudad y el Delta, escribe casi en estado de flotación, observa las cosas pequeñas, lo que la rodea, y lo captura.

“Pinceladas en los versos de Alicia pintan lo que la naturaleza pinta en nosotros: su presencia, su danza, nuestra sombra cazadora y recolectora”, dice en la contratapa Martín Rodríguez. Uno de los poemas, “No sé sufrir por mucho tiempo”, que cuenta cómo escapa el gato al abrir la puerta, termina así: “Un olor, un temblor/ lo mueven, lo acompasan./ Qué del yo, qué de otro/ se imponen en el salto,/ en esa premura deseante/ que sabe dónde hay aire/ y dónde dejó de haber”.

La misma editorial, un estable referente independiente desde hace más de una década (se autodefine así: “Nos gusta editar poemas y ensayos que quieras volver a leer”), también publicó este año El libro de las formas que se hunden, de Mario Ortiz. Nacido en Bahía Blanca en 1965, el poeta tiene una obra en construcción constante que se publica bajo el título general de Cuadernos de Lengua y Literatura. Comenzó en el año 2000 con el Volumen I y en 2021 ya iba por Volumen XI, titulado Tratado de Iconogénesis.

Mario Ortiz, un poeta prolífico.

Este último libro va por fuera de ese proyecto, pero también es bastante inmenso. Son cien páginas de textos que se anclan casi en el límite de la poesía y la prosa. Varían entre versos y diálogos y párrafos, con forma casi de novela, pero no. Todo está atravesado por las curiosidades y conocimientos del autor, que van desde lo que escucha en la calle al pasar hasta la indagación histórica, pasando por fragmentos teóricos y resulta todo en un caleidoscopio de ideas y palabras que descoloca, sacude, deja a quien lee en estado de asombro.

Asociaciones lícitas

La obra reunida es todo un hito. Más que cantidad de años de vida, hay que tener material suficiente. Pero tampoco es cuestión de cantidad. Lo que importa es la visión total del conjunto. Si fuera un disco, sería una suerte de grandes éxitos con bonus-track que trae alguna novedad.

No cualquiera puede sacar al mundo un Greatest Hits. Debe ser un artista que el público escuche. Incluso, que haya gente que conozca algunas de sus canciones aunque no sea experto o fan. Hay poetas aun en pleno proceso de construcción de su obra, pero con pasado importante, que este año juntaron en preciosos y cuidados libros parte de su obra. Con rock, lírica, juego, experimento. Y estas son tres muy llamativas.

Marina Mariasch reunió la poesía que produjo en un cuarto de siglo.

Marina Mariasch es escritora, poeta, traductora, periodista y docente. Nació en Buenos Aires en 1973 y fue una de las más jóvenes referentes de la generación del 90. Su nombre en Twitter es Pura sensación y ese chiste resulta la descripción más acertada no solo de sí misma, también de lo que genera. La pequeña compañía (Caleta Olivia) es su último y más flamante libro de poesía, que reúne 25 años de obra reeditada y suma material nuevo.

Dolor y exaltación, humor, seriedad. Una herida preciosa, verdad a toda costa, descarnada y hermosa. Como su autora. Un viaje de 248 páginas que pone a quien lee a pensar en todo: maternar, enamorarse, las categorías sociales y literarias, la relación con la naturaleza, el pop y hasta el significado de las palabras o los ositos de peluche.

La rosarina Beatriz Vignoli nació en 1965 y es, sin lugar a dudas, una de las voces más importantes de su generación. “Suave cielo,/ aligera el paisaje/ como si la tarde cayera sin nosotros.”, dice en el breve y contundente poema “Acebal”, por ejemplo. No siempre se puede encontrar determinados libros, menos en poesía. Así que fue una de las novedades más excitantes de este año que Nebliplateada publicara Viernes. Poesía reunida (1972-2022).

Vignoli, una voz central de la poesía argentina.

“Sus poemas producen una sensación de extrañeza o desvío y con una palabra sola que refulge, o un giro que fulmina como un rayo en la línea final, reverberan en el umbral mismo donde habla la poesía”, dice en el prólogo Marina Maggi. El libro también suma, para meterse en los vericuetos de la obra de Vignoli, unas palabras de la autora para presentar el volumen, un apartado biográfico, cronología y varias fotos y facsímiles.

Gabriela Bejerman es todo un personaje. De la noche porteña. También de los 90. Muy en primer plano, de la poesía. Y también de la música, como Gaby Bex. Nació en 1973, es poeta, cantante, actriz y performer. Su búsqueda artística es casi salvaje, a la vez que divertida y por momentos desconcertante. Ella es lentejuelas, purpurina y palabras suntuosas, pero para jugar con precisión académica y construir sentidos profundos. Pompa – Poesía reunida (1999-2022), editada por Mansalva, compila sus ocho libros y suma un epílogo de Roberto Echevarren.

Mañana es mejor

Existen en la variada y efervescente poesía argentina actual varias propuestas que proponen algo interesante. Nuevas voces —y no tanto— que llegan con certeza desde distintos estilos y experiencias al corazón del asunto. Hacia el futuro con libros que apuntalan una renovación.

Eloísa Oliva nació en Buenos Aires en 1978, pero vive en Córdoba. Desde 2012 viene construyendo una obra poética que fue publicando en varias editoriales pequeñas y este año salió Un don sensacional (Caleta Olivia), en donde juega a cruzar la poesía con la narrativa en fragmentos de prosas ordenadas según las cuatro estaciones.

Eloísa Oliva pone poesía y prosa en su obra.

Hay anécdota, suspense, humor y lírica. Todo está fragmentado y se une en la lectura. “Todavía hay polvo en el aire. La semana pasada arrancó una demolición al lado del edificio. Un grupo de hombres trabajó dos semanas para borrar de la faz de la tierra eso que algún otro grupo, hace cien años, trabajó para levantar”, escribe.

Santiago Venturini nació en 1981 en Santa Fe. Es investigador, traductor, docente y, desde 2007 cuando ganó el VIII Premio de poesía joven de la Fundación Gloria, viene publicando y construyendo su obra. Una forma de llegar al futuro (Gog y Magog) es lo más reciente. En su contratapa, Carlos Battilana asegura que sus poemas siempre se preguntan sobre lo que pueda pasar más adelante y dice: “Ese interrogante se hallaba, sutilmente, en los otros libros del autor, pero aquí arrecia de modo pertinaz. Lo sorprendente es que ese tiempo ya llegó”.

La obra de Santiago Venturini se pregunta por el futuro.

El Premio Storni es una iniciativa conjunta del Centro Cultural Kirchner y el Ministerio de Cultura de la Nación que, explican en sus bases de concurso, busca “reconocer y fomentar la producción poética argentina y así colaborar al creciente interés general por la poesía por parte de la sociedad y el mercado editorial”. En su primera edición, en 2021, cumplieron su objetivo. Este año se publicaron dos de los tres premios que otorgan a libros inéditos.

Daniela Ema Aguinsky, porteña, de 29 años, se quedó con el segundo premio por Terapia con animales, que ahora salió por Paisanita editora. Cineasta, actriz y traductora, este es su primer libro, sentimental y desfachatado, que levanta la apuesta y quema las naves mientras avanza a lo largo de 72 páginas que empiezan con un pequeño hit, “Casi incendio mi cuarto con una vela”, y cierra con otro poema que queda rebotando en la mente, “Estoy enamorada de Ellen Bass”. En medio, destellos como por ejemplo “Otro Shabat sola”, que dice “Anochece en mi departamento/ y las enciendo/ dos velas pequeñas y redondas/ chispean como pezones/ a punto de agitarse”.

Daniela Aguinsky fue distinguida como una de las nuevas voces de la poesía.

El tercer premio del concurso lo ganó la entrerriana Belén Zavallo, de 40 años, con Aspas, que hace poco publicó Hibrida editora. Poeta, narradora, docente, editora y gestora cultural, ya tenía una breve obra en pequeñas editoriales. Marina Mariasch, su editora, dice en la contratapa: “Un poema puede ser una novela. Este libro encierra una historia, una saga familiar, el mapa de un drama común, una geografía conocida, pero dicho –y escrito– de una manera única”.

Para quienes quieran terminar el año con algunos versos en el haber de lo leído, vaya este posible mapa.

 

Fuente: Análisis Digital.