Entrevista a la poeta y editora Luciana Bedini, por Gonzalo Acosta Tito

 

Entrevista a la poeta y editora Luciana Bedini

“El lenguaje no hace más que conectarnos con una herida”

Luciana Bedini nació en Concordia, Entre Ríos. Ha publicado los libros de poesía Amanecí en Tailandia, Humo y Una cinta roja es el ojo de la isla. Actualmente vive en Córdoba donde dirige Potencia editora, proyecto en el que acompaña a los autores en la gestación de sus libros, nos cuenta que “durante el primer año, que fue el 2022, salieron a la luz 12 libros. Hay tres colecciones: Poesía, Narrativa e Ideas (ensayos y desarrollos académicos)”.Lo siguiente es un acercarsea los bordes desde donde escribe Luciana y así intentar trascender “la lejanía de estar cerca sin tocarse como bordes de la misma herida”…

 

-¿Querés contar algo acerca de tu infancia?

A mi infancia la recuerdo como un ensueño. Entre árboles, río y siestas prolongadas de los mayores. Me veo debajo del efecto luz y sombra de la parra, jugando con gatos y perros. Disfruté poder ir y venir por la cuadra sin tanto miramiento, sin tanta vigilancia. Creo que ese estado de libre circularidad por el espacio, es mi paraíso y la tónica de mi escritura.

 

-Un verso tuyo dice “nací a la siesta, sangré a la siesta”, ¿sentís que hubo un momento en que naciste a la poesía?

Si, decididamente. Y puede parecer un poco dramático, pero en mi caso los lentes de la poesía llegaron a través de una enfermedad. A los siete años me diagnosticaron Leucemia. Por supuesto fue un trastorno para la vida familiar, escolar y todo eso, pero algo más enorme se abrió, supongo que lo “disruptivo” de la enfermedad me llevó a adquirir una templanza o algo similar. Creo que mi poética se fue construyendo entre los sonidos extrañados de las noches en el hospital, la sensación del cuerpo invadido de líquidos espesos y sueros, la comunión con lo próximo de la muerte. En esa latencia, en ese susurro del límite. Ahí justo ahí, nació.

 

-¿Cómo percibís el silencio en este presente, es en la elaboración de tu escritura algo importante?

El silencio es frágil, la palabra es insuficiente, pero sin embargo: el intento. El lenguaje no hace más que conectarnos con una herida entre la cosa y la distancia de la cosa. El lenguaje quiere volver a lo “único”, pero es insalvable. En esa tensión, el juego de escribir poesía me salva de la intemperie, de la desidia, de la angustia de no poder revelar lo tan misterioso de la vida: las galaxias, los códigos humanos, el tiempo eterno, incluso me veo inútil para comprender la mayoría de los engranajes sociales.

El silencio en mi escritura es saber que ya llegué al mejor lugar, que el movimiento ha cesado, solo por un rato.

 

-Naciste en Concordia, provincia de Entre Ríos, en la cual viviste hasta tu juventud y pienso en tu último libro donde aparece en su título la palabra Isla (Una cinta roja es el ojo de la isla), y viste que a Entre Ríos muchos la consideran como una provincia insular y lo relaciono con María Rosa Lojo, cuando dijo que “Los poetas fluviales suelen ser ligeros, luminosos y profundos, como las grandes corrientes que cercan el espacio donde han nacido. También suelen tener una ‘conciencia edénica. A pesar de los males del mundo, del deterioro del tiempo, del ‘dolor de ser vivos’, creen, secretamente, que su Mesopotamia es una reedición de la original: ésa que el mito ubica entre el Tigris y el Éufrates y que el Verbo de Dios regaló a la especie humana para que el ‘dolor de vivir’ le fuera leve”.  ¿Puede ser que algo de esto se haya inscripto como una geografía ontológica en tu cuerpo y desde ahí escribís?

Me siento absolutamente atravesada por tu percepción. Escribo desde una isla, busco una isla. Busco los bordes entre la tierra y las grandes extensiones de agua, insisto en descifrar quienes vienen con sus navíos. ¿Quiénes me rescatarán? o por el contrario, ¿quiénes se quedarán a acompañarme? Mi cuerpo quiere despojarse de todo el peso, y va dejando pieles y recuerdos. Es algo maravilloso no saber quién fui ayer.

Hay algo además que me conmueve profundamente, una especie de andar en algunas personas, una confianza que no se adquiere, les es propia. Un peregrinaje amoroso, como quien sabe que está de paso, y quiere saborear todas las frutas, todos los brebajes, disfrutar del cuerpo o de los cuerpos, pero sin forzar la obtención de nada.

No sé si contesto la pregunta, espero que sí. Me quedo con esos adjetivos que usó María Rosa Lojo para mi relicario: ligeros, luminosos y profundos. ¡Qué dicha!

 

-El filósofo Martín Heidegger dijo que “el espíritu poetizador que ha de fundar el habitar humano como habitar poético debe estar en casa poetizando la ley de su esencia… Llegar a estar poéticamente en casa, en lo propio, al cabo de la travesía poetizadora de ir fuera de casa, a lo extraño”. ¿Ves esta “travesía poetizadora” como un escuchar a la otredad e intentar hacerla propia a través del lenguaje?

Si, un poco lo que comenté antes. Es una ilusión vitalizadora el ir al poema que cristalice, ese estar/ser genuino, o podemos decir ese estar/ser poético. Y en ese gesto alquímico la palabra es: sonido, etimología, biología, significante, genealogía, universo. Siento volver a casa, cuando en la poesía se me revela la liviandad. Cuando descubro el revés de los pensamientos que me estuvieron habitando, y al verlos, se diluyen. Por suerte ya no confronto con el deseo de estar fuera de mí, eso también ha sido construir mi hogar.

 

-¿Qué es Potencia Editora?

Potencia editora, nace del deseo de hacer de la experiencia de publicación algo inolvidable para las personas. Muchas veces, ponemos el foco en el resultado (el producto) y en realidad desde mi perspectiva, todo el camino de publicación es en sí mismo es el libro.

En este proyecto yo acompaño a los autores en cada instancia, es un proceso consciente, de alegría y respeto. Durante el primer año, que fue el 2022, salieron a la luz 12 libros. Hay tres colecciones: Poesía, Narrativa e Ideas (ensayos y desarrollos académicos).

 

Por Gonzalo Acosta Tito