SE PUBLICÓ EN BS. AS. "VAVÁ", UNA NOVELA SOBRE MASTRONARDI DE DOMITILA DE PAPETTI

 

 

Vavá o la complementación de los sentidos

 

Por Stella Maris Ponce


 

            Al recorrer las páginas de “Vavá, la mujer de Mastronardi” una certeza se impone en el lector: este libro fue escrito por una mujer. Pero más allá de la obviedad, porque sabemos que la autora es Domitila de Papettipodríamos decir que era necesario que a este libro lo escribiera una mujer. Porque es un libro que habla de un hombre a través de la mirada de una mujer, y es además un libro sobre una mujer, Vavá, que también en parte es Domitila, y que nos habla de Mastronardi, autor de “Luz de Provincia”, el paradigmático poema a E. Ríos. ¿Cómo explicar este juego de espejos? Creo que la clave es la complementación. La luz de cada uno se refleja en el otro y completa su figura.

            Valentina Días Leite de Basto (Vavá) esa brasilera de oro, con nombre hecho de pulso de seda, al decir de Córdova Iturburu, que deslumbró a Carlos Mastronardi con su belleza y cortesía aparece aquí como el espejo donde vemos reflejadas actitudes poco conocidas del poeta: su tierna vacilación en los gestos del placer, su encendido deleite ante la presencia femenina o su contradictoria beatitud en la relación amorosa. Ella produce esa alquimia y la revela porque también ella se ha transformado con ese hombre distinto que le cambió el rumbo a sus días. La atmósfera que rodea a Vavá signada por el lujo, la magia y la exacerbación de los sentidos se opone a la mesura y austeridad propias de Mastronardi, cualidades también atribuibles aunque con estilos muy distantes a Juan L. Ortiz, el gran poeta entrerriano injustamente soslayado por el primero en cierta crítica académica. Y es ese contraste citado el que realza el encuentro de los amantes y confirma la reflexión de Octavio Paz  sobre el ser del hombre que contiene a ese otro que quiere ser: “La amada está ya en nuestro ser, como sed y otredad”.

            No sabemos cuáles son las fronteras entre ficción y realidad en esta biografía novelada y no importa porque la historia que aquí aparece y las anécdotas que la adornan se cuentan por sí mismas, tienen vida propia y bastan para dar luz y consistencia a la trama de sutil dramatismo en la que se mueven los protagonistas.

            Complementación de los opuestos, sí, pero también búsqueda desesperada de plenitud en el intento de vencer la máxima de Marechal que se cierne sobre toda pareja: “Con el número dos nace la pena”. Lo que en Vavá es luz, en Mastronardi son sombras; lo que en ella es exposición, en él es reclusión; el gozo y la despreocupación que guían a Vavá se convierten en aflicción e inquietud en Mastronardi. Ella vive, él contempla. Ella piensa que la timidez y la miopía lo tornan susceptible y que es “un curioso fotofóbico que le canta a la luz sobre la tierra”.

            Una descripción preciosista que roza por momentos el barroquismo (como sucede con la profusión de epígrafes) inunda cada capítulo llevándonos por un universo de sabores, olores, texturas e imágenes sensoriales múltiples, sobre todo en lo ligado a las recetas, infusiones, hechizos y amuletos de la negra Cecilia. Y es justamente ese mundo que levita entre el espiritismo y la sabiduría popular pero que se inscribe dentro del glamour y el exhibicionismo de la clase alta, el que se recorta sobre un fondo en el cual la fragilidad de la belleza, el temor a la vejez, la declinación de los ideales o la inminencia de la muerte acechan en cada esquina.

            Y es en ese ambiente de aprensión, de honda nostalgia, de angustia existencial donde respira Mastronardi. Y Vavá respira a su lado, aspirando esa melancolía pero a su vez trayendo aromas exóticos y complacientes para el aire de los dos.

            Un alter ego de Domitila anda por ahí. Se advierte su latido omnipresente cuando da voz a lo imaginado, presentido o soñado.Y, como Vavá, es la prodigadora de bienes, la espía, la adivina, la gozadora de historias. Es la niña, como esa Vavá de la infancia con abuela Laurinha, la de los cuentos, y al igual que la imaginaria Esterlinha la que juega con muñecos, ella, Domitila se ríe, emulando el goce de la protagonista en cada velada, al poner en escena figuras ejemplares del mundillo literario de la provincia como Alfredo Veiravé, Arnaldo Calveyra o el mismo Juanele a los que presenta a través de diálogos entrañables. O en los encuentros íntimos como el de la propia Vavá con el Che Guevara atravesado por el erotismo y la mutua admiración.

            El punto de vista es de soslayo y por eso tan efectivo. Cuando Vavá se refiere oblicuamente a la producción de Mastronardi o cita sus versos o fragmentos de sus clases no hace sino mostrarlo en su integridad, como sucede también en las cartas de los amantes. Una serie de intertextualidades que lejos de distraer aportan intensidad y cohesión.

            Vavá, la mujer de Mastronardi se publicó en 2006 en una cuidada edición de Simurg y aún hay muchos entrerrianos que no han disfrutado de esta auspiciosa novela con que Domitila de Papetti, destacada poeta y ensayista nacida en Concepción del Uruguay inaugura su narrativa.