Ferny Kosicac celebra a Emma Barrandéguy a 110 años de su natalicio

 

Emma Barrandéguy: 110 años de su nacimiento

Por Ferny Kosiac para Diario UNO Entre Ríos, 08-03-2024.

110 velitas en una torta provocarían un incendio: 110 años del fuego de Emma Barrandéguy. Una breve reseña de la escritora entrerriana
Cada tanto aparece un autor o autora en nuestras experiencias lectoras, cuya vida se sabe o se sospecha más interesante que su obra, alguien con quien hubiera sido hermoso poder conversar. Eso me pasa con Emma Barrandéguy, de quien hoy se cumplen 110 años de su nacimiento.
El 8 de marzo (ese que décadas más tarde sería establecido como el Día Internacional de la Mujer) de 1914, nació en Gualeguay Emma Juana Barrandéguy, como un presagio o algo parecido, como si estuviera marcada por la fecha que la convertiría en una de las entrerrianas y argentinas célebres de nuestras letras. Estudió en la Escuela Normal de Gualeguay del que egresó en 1930 como Maestra y siguió estudiando en Gualeguaychú donde trabajó en el periódico La Verdad. En 1932 publicó sus primeros poemas, bajo seudónimo, en un diario de Gualeguay y dirigió la columna Rincón de Claridad en otro diario de la ciudad. Claridad era el nombre de la asociación gualeya donde estábamos todos los zurdos, según Emma, y que se reunía de día porque de noche los padres no dejaban salir a la joven Barrandéguy, única mujer del grupo. En 1936, a sus 22 años, publicó Poemas 1933-1934, que le ganó el odio del catolicismo y perder amistades porque decía que íbamos a repartir la tierra a los peones y todas esas cosas, recordaba Emma.
En 1937 se estableció en Buenos Aires. Trabajó en el diario Crítica durante 22 años. Entre 1938 y 1943 enseñó idioma a los trabajadores inmigrantes en la Universidad Obrera. También realizó traducciones de libros, escribió astrología y comenzó la carrera de Filosofía a los 50 años. En 1964 publicó dos libros en Buenos Aires: el poemario Las puertas y la novela El andamio. En 1970 ganó el premio Fray Mocho con la obra de teatro Amor saca amor. Fue la primera mujer en recibir este galardón. Volvió a Gualeguay en 1976, año en que cofundó S.E.Guay, la Sociedad de escritores de Gualeguay, ciudad en la que durante los casi veinte años futuros escribió la página cultural de El Debate Pregón.
En 1982 publicó el libro de ensayos No digo que mi país es generoso. En 1983, S.E.Guay editó Los pobladores, de género híbrido según Emma. En 1984 recibió su segunda premiación en el concurso Fray Mocho, por la novela Crónica de medio siglo. En 1986 publicó el libro de poemas Refracciones y en 1991, Camino hecho, su cuarto y último poemario pero no su último libro, al que seguirán: el ensayo biográfico Salvadora, una mujer de Crítica en 1997, la novela Habitaciones en 2002, y el ensayo Mastronardi-Gombrowicz: una amistad singular en 2004.
Ahora soy una rara dijo Emma. Cuando María Moreno publicó Habitaciones se dio el reconocimiento nacional atravesado por una mirada queer. En diciembre de 2002 la novela se presentó en un atiborrado salón de la UBA. Emma solo tomó el micrófono para decir: En mi provincia, el litro de agua mineral cuesta tantos federales, refiriéndose a los penosos bonos estatales que utilizábamos en Entre Ríos en esos años. Devolvió el micrófono y el acto terminó. Sus últimos años de vida recibió en su hogar a los escritores jóvenes de la zona que le acercaban sus inéditos. Falleció el 19 de diciembre de 2006. Los recuerdos ajenos Reconstruyo la ausencia a través de los recuerdos de 4 mujeres que la conocieron y a quienes agradezco su testimonio generoso.
vangelina Franzot, quien compendió parte de la obra periodística de Emma en Gualeguay en Cronosíntesis, el bello libro publicado por EDUNER, recuerda: “Solo había hablado con Emma por teléfono para concertar una entrevista. Viajé a Gualeguay. Estaba muy nerviosa. Imaginaba que ella sería una persona que intimidaría, no sé por qué, tal vez por la impresión que me había causado su novela, la imaginaba alta, grande, esbeltísima, así como su escritura. Ella misma abrió la puerta. Vi una señora pequeña de pelo blanco, con un batón de fondo azul, apoyada en un bastón. Me miró a los ojos sin reservas y con una sonrisa pícara y audaz me dijo: Ahh, vos sos Evangelina ¿me vas a entrevistar porque soy rarita? Con el tiempo supe que por esos días, la consultaban seguido por el aspecto queer de la novela, como si fuera el principal valor de su obra y ella lo tomaba con gracia: Es que a la gente le gusta leer cosas verdes. Ese día entendí que la resistencia, el coraje de escribir, y la lucha, pueden estar en una señora mayor, que arrastra los pies hasta la biblioteca, apoyada en un bastón”.
Cristina Barrandéguy fue su última pareja, la que estuvo a su lado hasta su partida, la que, además, me presta la bella y desconocida foto que ilustra esta nota. “Sólo puedo hablar desde el amor que le tengo. Creo que Evangelina Franzot retrató muy bien en Cronosístesis la importancia de la página cultural donde, con profunda sabiduría, informaba y ponía al alcance de la mayoría los textos y lecturas relevantes para ella. Buscaba acercar a las mayorías autores conocidos o no tanto, con información muy rigurosa sobre su obra, y a su vez siempre tenía espacio para algún escritor o escritora local. Cambió radicalmente la mirada y acercó la literatura a todes quienes quisieran leerla. Recuerdo su total curiosidad por todo, desde cómo hacer para que un hurón no le coma las gallinas o como entrenar su nueva mascota, hasta qué era el mundo queer que le divertía, el mundo trans que no conocía nada o entender el incipiente kirchnerismo desde su mirada anarquista a la que nunca renunció”.
Alejandra Cordero fue una de las escritoras jóvenes que se acercó al hogar gualeyo de Emma. Recuerda las siestas de verano en que la ayudó a organizar los papeles de toda una vida de escritura, las cenas tranquilas con un gato negro sobre la mesa o la compra de libritos de poesía a la mañana siguiente de la presentación de Habitaciones en Buenos Aires, a la que la Barrandéguy no tenía ganas de ir porque “decía que a los escritores de provincia los sacaban a pasear como loritos, que hay que exhibirlos” pero a la que terminó viajando con su amiga Susana Heinrich en remís. Los recuerdos amorosos de Alejandra rescatan palabras de Emma sobre el grupo Claridad y cómo muchas veces la dejaban afuera por mujer. “Tenía una lucidez tremenda, casi cruel, que morigeraba con humor. Ella siempre contaba que cuando era adolescente cantaba tangos bien fuerte cuando había reuniones porque era lo que estaba mal visto”.
La escritora Tuky Carboni mantuvo una amistad de décadas con Emma y elige recordar cómo “defendía sus convicciones encarnizadamente, porque era frontal y sumamente habilidosa para desarticular la fama de personajes políticos o históricos que otros interlocutores parecían adorar. Esa actitud generaba debates sumamente apasionados. Vi a personas que se levantaban de la mesa y la dejaban hablando sola. Eso sucedía con bastante frecuencia. Emma se sentiría honrada si la recordáramos tal como ella era: con sus luces y sus sombras, con sus aciertos y sus debilidades, con sus grandezas y sus pequeñeces.” Por eso Tuky cierra sus palabras (y yo esta nota) con una frase que Emma repetía: “Yo soy yo cuando me comporto como un mono sabio y también soy yo cuando meto la pata hasta el cuadril”.