MEMORIA FRÁGIL RECUERDA A FRAY MOCHO
Memoria Frágil: Fray Mocho, ese hombre creativo
De ANÁLISIS: https://www.analisisdigital.com.ar
En el programa de televisión “Memoria Frágil” (Canal 9, Litoral) que se emite todos los sábados a partir de las 20:30 y también se puede acceder por el canal de YouTube (www.youtube.com/@memoriafragiltv16), se abordó la vida y obra de José Álvarez, quien trascendió como Fray Mocho y marcó una época en la literatura con “Un viaje al país de los matreros” y en el periodismo con “Caras y Caretas”.
Entre Ríos rinde honor a su memoria al nominar uno de los mayores galardones a la creación literaria en los géneros Cuento, Poesía, Novela, Teatro y Ensayo y que lleva justamente el nombre de Fray Mocho.
En el programa “Memoria Frágil” compartieron sus saberes, sus sentimientos y sus vínculos con esta sensible personalidad, Claudio Puntel (escritor y dirigente gremial en Educación), Roberto Romani (periodista, escritor y un referente de la cultura de Entre Ríos), Ferny Kosiak (escritor), Mirta Harispe (profesora y escritora) y Luis Castillo (subsecretario de Cultura, Deportes y Juventud de la Municipalidad de Gualeguaychú y Premio Fray Mocho).
Fray Mocho, ese hombre creativo
El entrerriano José Álvarez Escalada, más conocido como Fray Mocho, fue periodista, escritor, editor e incluso trabajó en la Policía de Capital Federal, adonde se fue a vivir a los 21 años, después de transitar su juventud en Gualeguaychú, la ciudad que lo vio nacer y crecer. Fue el inventor de la revista Caras y Caretas y autor de numerosos libros, que marcaron buena parte de la historia literaria de nuestro país.
El último ganador del Premio Fray Mocho en la categoría Cuentos, el escritor y dirigente gremial, Claudio Puntel, compartió cómo se inició su vínculo y la importancia que tuvo este escritor: “En la biblioteca de mi casa natal, donde había unos pocos libros que eran de mis viejos, había un libro que se llama ´Cuentos de Chamico´, que es el seudónimo de Conrado Nalé Roxlo, que cuando no hacía poesía escribía unos textos humorísticos con ese seudónimo de Chamico. Y ese libro está dedicado a Fray Mocho. Así que la primera vez que yo vi el nombre de Fray Mocho fue cuando abrí ese libro y en la primera página dice ´A Fray Mocho´. Me llamó la atención ese nombre, ¿quién era ese? Yo pensaba que era algún religioso, y después me fui enterando quién era Fray Mocho. Creo que, por un lado, Fray Mocho en la literatura entrerriana estaba bastante eclipsado por otros nombres e injustamente. Me parece más referente de nuestra literatura, los hermanos Leguizamón, inclusive cuando se habla de José Hernández, se habla mucho de su presencia en Entre Ríos; y lo de Fray Mocho aparece poco. Creo que es una gran reivindicación que el premio que se creó en 1977 lleve ese nombre, en una provincia de escritores, sobre todo, ¿no? No soy estudioso de la literatura, leo nada más. Lo que veo es que una de las complicaciones con Fray Mocho, es que gran parte de su obra la hizo en, o sea, casi toda su obra la hizo en Buenos Aires, en gran parte para el público porteño. Pero, hay una obra que yo creo que lo ancla mucho a Entre Ríos, que ´Es un viaje al país de los matreros´. Donde él no solamente habla de la geografía del Sur entrerriano, del paisaje, de nuestra botánica, de nuestros ríos, sino también de nuestros hombres del Sur de nuestra provincia. Ahí, él hace… no solamente registra las prácticas, las costumbres, sino también el habla de ese hombre. Y tiene un rasgo distintivo lo de Fray Mocho, comparando con todo el resto o por lo menos comparando con la gauchesca. El registro que él hace del habla del hombre de campo, del hombre de los montes, ´En el viaje al país de los matreros´, es un registro bastante fiel, sin exagerar, sin caer en el pintoresquismo. Y, después, otra cosa que es muy importante ahí en esas historias es cómo él rescata la solidaridad, entre esos perseguidos que aprovechan el anonimato que les da el follaje, el monte, el delta y cómo se ayudan entre ellos. Eso me parece muy muy interesante”.
Por su parte, el periodista y escritor Roberto Romani –un referente de la cultura entrerriana- ofrece un acercamiento a Fray Mocho de manera cálida y certera: “Fray Mocho fue un hombre absolutamente trascendente en el campo del periodismo, de la actividad cultural, del pensamiento nacional. José Ceferino Álvarez, que nació en Gualeguaychú el 26 de agosto del año 1858. Vivió solamente 44 años: murió el 23 de agosto de 1903 en la ciudad de Buenos Aires. Tuvo la posibilidad de formarse en el Colegio Histórico del Uruguay, posteriormente continuó sus estudios en la escuela normal de Paraná. Era muy joven cuando se trasladó a Buenos Aires y rápidamente empezó a incursionar en el campo cultural y periodístico, en las páginas del Nacional de La Pampa, de La Nación, de La Razón, empezó a volcar sus inquietudes y se empezó a apreciar la enorme capacidad descriptiva que tenía Fray Mocho. Fue inspector de la Municipalidad de Buenos Aires, fue comisario de la Policía Federal que se acababa de formar y finalmente fue oficial del Ministerio de Marina. Cuando era un comisario de la Policía Federal se da la particularidad que escribe numerosas anécdotas y pasajes de la vida de los policías de aquel momento, y también incursiona en la vida de los ladrones e inaugura la galería de los ladrones de la Capital, que fue muy comentada. Y allí empieza a utilizar el seudónimo de Fray Mocho, para que no lo pudieran reconocer porque él hablaba de sus superiores y de la propia Fuerza en que participaba, ¿no? Así que empezó a utilizar el seudónimo de Fray Mocho. Y jugaban con Juan Bautista Ambrosetti, el gran naturalista nacido en Gualeguay, jugaban con esto, porque opinaban sobre temas nacionales, jugaban con ironía en el tratamiento de diversos temas y no figuraban sus nombres. Fray Mocho (José Ceferino Álvarez) y Fray Tetera (que era Juan Bautista Ambrosetti). Incluso hubo que trabajar muchísimo tiempo para determinar que quienes firmaban con esos seudónimos eran Álvarez y eran Ambrosetti, ¿no?”.
A su vez, el escritor Ferny Kosiak, aporta: “Con respecto a Fray Mocho, que nuestra provincia tenga un premio que se llame con su nombre, tiene que ver con una elección que parte de… se dice que Fray Mocho escribió los cinco géneros literarios, por eso se convocan los cinco géneros literarios. En realidad, no… no escribió. Él no escribió teatro como tal, ni escribió poesía, aunque por ahí algunos versos sueltos. Pero, sí él se dedicó más a escribir cuentos, a escribir una novela, que también hay gente que se pelea de si escribió novelas o no. Pero, bueno, fue uno de los adelantados, sin dudas, de nuestra literatura entrerriana. Y, sobre todo, fue uno de los exponentes de estos escritores que iban a buscar el éxito y la trascendencia en Buenos Aires, ¿verdad? Entonces, él allá con su trabajo en criminalística primero, después en periodismo, juntando ´Caras y Caretas´, llevó adelante toda una escritura que después también… y una pertenencia y un ser parte del universo cultural porteño de esa época, que se reflejó después también en cuando él falleció y toda la gente que acompañó lo que fue el sepelio en Recoleta, ¿verdad? Era como la figura del escritor muy arraigada ahí, a finales del siglo XIX, principios del siglo XX, ¿no? Y después su escritura se basó mucho en lo que tiene que ver algunas cuestiones de ser muy sensible a lo que estaba ocurriendo socialmente, ¿no? Las inmigraciones, hay cuentos que son muy divertidos realmente y que tienen que están muy rechazados por el humor, sin perder, de alguna manera, la idiosincrasia propia del terrible ¿no? Por ejemplo, el libro ´Un viaje al país de los matreros´, que es como el libro clásico de él, sucede en las islas del río Paraná, como en la zona más o menos podemos pensar en una zona de Diamante y hacia el Sur del río hasta El Tigre, o sea, no está nunca señalado bien en qué parte, pero es la tierra donde están los matreros, los forajidos, los que están por afuera de la ley. Están viviendo ahí en las islas, escapando de los policías porteños, y él se imagina todo eso, que es algo que refiere Adolfo Prieto, uno gran crítico literario de nuestro país, y que él habla sobre cómo Fray Mocho genera ahí un cambio, un quiebre en lo que tiene que ver con cómo pensamos el río, ¿no? Porque venimos con pensar el río, el paisaje y todo esto, y ahora el río pasa a ser un lugar donde la gente que está por fuera de la ley se va a esconder”.
Su formación
Fray Mocho nació en Gualeguaychú el 26 de agosto de 1858 y se fue a estudiar en el prestigioso Colegio Nacional de Concepción del Uruguay, que albergó a numerosas personalidades de la política argentina. Fue precisamente en Concepción del Uruguay donde hizo sus primeros pasos en la tarea periodística que tanto lo marcó. Pero lo echaron del Colegio y decidió seguir estudiando en la Escuela Normal de Paraná.
La docente Mirta Harispe ofrece un testimonio muy pedagógico para conocer un poco más la dimensión e importancia de este escritor clave para los entrerrianos y los argentinos: “Fray Mocho, o sea, José Álvarez, nacido en Gualeguaychú, justamente estamos en la casa de Fray Mocho en este momento. Es un escritor argentino, nacido en 1856, que, digamos, podríamos ubicarlo en el criollismo. Fray Mocho estudió tarde porque su padre, que era una familia numerosa, lo manda al campo con un amigo rural, durante 12 años está en el campo, Fray Mocho. Vuelve y hace la escuela, la escolaridad primaria acá en Gualeguaychú. Luego, se va a estudiar para maestro en Paraná y según algunos no terminó, según otros no retiró el título porque hicieron una movida muy fuerte los estudiantes contra el director Torres, que es conocida en Paraná. Bueno, se va a Buenos Aires y empieza a incursionar en el periodismo. Por supuesto, se conocen con los dos Leguizamón, que da testimonio de que era gran lector. Fray Mocho va entrando en periódicos importantes hasta llegar a ´La Nación´, se hace muy conocido de Bartolomé Mitre (hijo), Bartolito, y éste inicia una revista que Fray Mocho dirige, que es ´Caras y Caretas´. Mientras tanto, Fray Mocho escribe primero una obra que está un poco olvidada, que son unos cuentos un poco de tono subido, que lo saca de cartelera, digamos, y luego escribe su famoso ´Viaje al país de los matreros´, que en realidad es una tarea que él cumple para buscar voluntarios para la Marina Mercante. Entonces, viene lo que es hoy las islas del Paraná, tan discutidas siempre, tan problemáticas, entre Rosario y Victoria, que son tierras bajas. Hoy diríamos un humedal. Bueno, yo creo que una de las descripciones más hermosas de un humedal es… y los personajes que están ahí son los de Fray Mocho. Luego escribe también ligado él a la formación de la Policía Federal, las distintas maneras, para hacerlo corto, las distintas maneras de robar. Y ahí, usa la lengua lunfarda, toda la vida de su mundo de Buenos Aires, de los pequeños ladrones. Es decir, empieza a ser un escritor, que tiene cierto costumbrismo, cierta gracia para presentar cuestiones medio difíciles”.
Ferny Kosiak retoma la caracterización de Fray Mocho y aporta: “él estudia unos años acá en Paraná, lo echan de la Normal, porque citó como una revuelta entre los estudiantes para que no vayan a la clase de un profesor, no sé con el que se había peleado, lo trajeron echando del Colegio Normal de Paraná, y él se va jovencito, becado a por un diputado, Onésimo Leguizamón, se va becado a estudiar a Buenos Aires. Y allá empieza a trabajar, y él trabaja muchos años en criminalística. El primer texto que él escribe tiene que ver con eso, no es un texto literario, es un manual de maleantes y malhechores, que era en esa época… la criminalística se basaba en el paradigma lombrosiano, que era el (Ezechia Marco conocido bajo el seudónimo de Cesare) Lombroso era un estudioso que aplicó que los criminales, que los ladrones, asesinos, todo cualquier toda la tipología de criminales tenían que ver con algún aspecto físico de su cuerpo, ¿no? Entonces, no sé qué eran, que tenían algún defecto en su físico, por ejemplo, el Petiso Orejudo, el famoso asesino serial de nuestro país, en ese momento estaba en rigor el paradigma lombrosiano, entonces, se decía que el tipo éste era asesino porque era orejón. De hecho, le operaron las orejas para ver si se curaba con eso, todo eso era el pensamiento científico de esa época, ¿no? Y Fray Mocho escribe un primer manual acerca sobre esto, cómo reconocer estos criminales según las características físicas, ¿no? Bajando esos conceptos que había acuñado Lombroso”.
Por su parte, el escritor –también ganador del Premio Fray Mocho en el género novela- y actual subsecretario de Cultura, Deportes y Juventud de la Municipalidad de Gualeguaychú, Luis Castillo, aporta: “Fray Mucho, sin ninguna duda, se está absolutamente ligado a todo lo que tiene que ver la historia y la cultura de Gualeguaychú. No solamente desde las letras, sino uno podría decir inclusive desde la fundación misma, o lo que es más interesante y más literario, de la Fundación Mítica de Gualeguaychú. Recordemos que inclusive hoy hay mucha confusión entre lo que es la fundación de la villa de Gualeguaychú por Tomás de Rocamora, a lo que es la leyenda de la fundación de Gualeguaychú, que narró tan espectacularmente Fray Mocho Cómo se mezcla la realidad con la fantasía, la leyenda con el mito, y crean esta Gualeguaychú que él supo describir de una manera tan maravillosa, tan humorísticamente bella, y en muchos aspectos tan tristemente cierta”.
Y ahonda: “Fray Mocho se dice habitualmente que es el primer escritor que tiene el oficio de escribir. Y eso es muy interesante porque deja lo que se dice el placer o la escritura como una forma de pasar el tiempo, la escritura política, etcétera, para hacerlo realmente una profesión. Y no es casual que muchas de sus vivencias, tanto de lo que tiene que ver con la niñez, hablando de esa Gualeguaychú donde él se cría, de la que se nutre, con los otros relatos posteriores. Recordemos que muchas de esas narraciones tienen que ver con cuestiones casi autográficas”.
La profesora Harispe agrega lo siguiente: “Hay mucha memoria registrada de su paso por Concepción del Uruguay. Él está en La Fraternidad, el famoso lugar donde iban a alojarse los alumnos de otros lugares, de otras ciudades, y era un lugar, el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay, de gran convivencia entre sectores disímiles, ¿no? Grandes figuras de la literatura, de la política argentina se educaron allí. No quiero extenderme en este tema de la vida porque creo que hay que volver a leer a Fray Mocho. A mí me hizo bien, lo había dejado allá cuando estudiaba en los ´70 y había guardado todo el material. Acá hay nuevo material también en el Museo, donado por una de las profesoras de letras, por López, y la verdad es que Natalia Derudi lo ha armado muy bien. ´Caras y Caretas´ sigue, ¿no es cierto? Ustedes sabrán, pero ya ni de sombra, porque realmente los materiales que han durado son artísticos, son de una gran creatividad y no tienen par, ¿no?”.
Roberto Romani se suma con el siguiente testimonio: “Él publicó un primer libro que tuvo muchísima repercusión fundamentalmente en Buenos Aires, que fue ´Esmeralda´ en 1885, y después vendría un año después digo, en 1897, once años después, un libro muy importante como fue ´Memorias de un vigilante´, que ya fue realmente subrayado por la crítica como un libro pintoresco, absolutamente bello en lo que hace la escritura… y bueno, ya Fray Mocho era respetado y era valorado en Buenos Aires. Y, posteriormente, en 1897, publica ´Un viaje al país de los matreros´, que habla de nosotros y de toda la gente que vivía en los esteros y en los campos bajos y en los montes, entre la zona de Ceibas y Puerto Ruiz, muy lejos de las civilizaciones y de los caminos que actualmente unen a Entre Ríos con Buenos Aires. Y esto lo hizo cuando era oficial mayor del Ministerio de Marina, y por sus obligaciones tuvo que incursionar por estas zonas y aprovechó para publicar un libro realmente memorable, estampas únicas e irrepetible de esta zona baja del territorio entrerriano. Y finalmente publicó ´En el mar austral´. Esto fue en 1898, el mismo año que fundó ´Caras y Caretas´ esa publicación extraordinaria que marcó todo un tiempo, un antes y después en la forma de contar en el periodismo y de publicar aportes realmente valiosos para el campo de la cultura desde que se publicó ´Caras y Caretas´. Y lo más notable decía que cuando estaba preparando, su trabajo ´En el mar austral´ en 1898… mucha gente comenzó a pensar a qué se debía, ¿no? ¿Cuándo había viajado Fray Mocho allá?, al sur del país, en la Patagonia y más allá, en la actual Tierra del Fuego, publicó un trabajo memorable y después confesó que nunca había ido más allá del Sur de la Provincia de Buenos Aires.
Claudio Puntel valora al Fray Mocho periodista con el siguiente testimonio: “Después también creo que hay que reivindicar al Fray Mocho periodista. Un tipo que no que le daba vergüenza decir que vivía de trabajar para la literatura, para la escritura, y con la creación de ´Caras y Caretas´ fue, digamos, un avanzado. No solamente por la calidad de los textos, por cómo fue capaz de describir la sociedad de su época, la sociedad porteña, el medio pelo no sería en esa época, pero sí lo que hoy nosotros le llamaríamos medio pelo porteño de esa época, cómo supo usar la mordacidad y la ironía sin pasarse de rosca, con mucha fineza. Y la crítica social que contiene ahí. En una publicación como es ´Caras y Careta´ que tuvo una enorme tirada. Digo, en ese contexto Fray Mocho y los otros escritores de su época han sido unos afortunados en el sentido de que les tocó escribir en la época en que, este, tuvimos un pueblo que avanzó en la alfabetización y en la posibilidad de apropiarse de la lectura, ¿no? Y otra cosa, Fray Mocho como periodista, hay un hecho que lo muestra también como un trabajador de la de la comunicación y de la cultura, un tipo que se ha juntado con otros escritores de prensa para defender los derechos de los trabajadores de prensa. Así que sin que tenga una pertenencia proletaria, sí ha tenido una reivindicación, una lucha en la reivindicación de los de los trabajadores de prensa”.
En Buenos Aires y su experiencia en la Policía
Fray Mocho viajó a la ciudad de Buenos Aires en 1876, cuando gobernaba el país Nicolás Avellaneda y se enamoró rápidamente de todo lo mágico que sucedía allí. No dudó en afincarse en Buenos Aires tres años después. No tenía más de 21. Primero trabajó en la Policía de Capital Federal y en 1887 publicó la “Galería de ladrones de la Capital”, un álbum de fotografías impresas fotomecánicamente con los retratos de los personajes de la “mala vida” de Buenos Aires.
Luis Castillo retoma el vínculo entre Gualeguaychú y Fray Mocho: “Fray Mocho y la ciudad están absolutamente ligados desde su infancia, desde su narrativa, desde lo que significa poder interpretar una ciudad que estaba empezando a querer ser ciudad, con la visión de alguien que a los 21 años llega a Buenos Aires, empieza a vivir el oficio de escribir, cosa que es realmente para destacar. La escritura como profesión, como medio de vida, como trabajo, y su narrativa siempre está ligada a recuerdos, siempre está como un observador contando el contexto, que tanto puede ser esa infancia por las calles de una Gualeguaychú, que recién tenía veleidades de dejar de servicio y empezar a hacer ciudad, y después sus propias experiencias. Él –recordemos- empieza a trabajar en lo que son las primeras organizaciones de policías que hacen Buenos Aires, y por supuesto toma contacto con un mundo delictivo muy interesante, muy particular, y a partir de ahí, en esas famosas ´Memorias de un vigilante´, donde narra con una espectacularidad, con una sencillez, y al mismo tiempo con tanta profundidad, cuestiones que cualquiera se podía ver directa o indirectamente involucrado. Y eso mismo pasa cuando habla de la ciudad con historias ciertas o no, eso poco importa la belleza de la narrativa sobre su propia ciudad. Yo creo que eso tiene tanto que ver con que Fray Mucho, no sea un escritor más para Gualeguaychú ni de Gualeguaychú, sino que lo hace particularmente especial para todos los que somos parte de esta hermosa ciudad”.
La profesora Mirta Harispe comparte un saber generoso para comprender a Fray Mocho como retratista de una época a partir del lenguaje: “Las costumbres que cambian. La voz de los personajes de Fray Mocho es algo notable. El tipo tiene un oído para las voces, para las lenguas distintas, que además que se cruzan en Buenos Aires. Se cruzan la lengua de los inmigrantes, que es medio cruzada con el castellano, se cruzan las lenguas del interior, de la gente que viene, se cruzan los distintos niveles de la lengua porteña y en esa lengua hablan los personajes. Directamente entran la acción en los cuentos, que es lo mejor de su producción… Por ejemplo, un tema de él son las costumbres domésticas. La visita, se reemplaza la mateada en las casas porque la gente toma la costumbre francesa -y de que viene de París- de hacer el día del recibo con té, mucama, torta y dejan el mate, por ejemplo. Pero, lo dice él con un gracejo y un humor que realmente produce la risa del que lo vive y el que lo hace, porque nunca llega al humor… era socarrón, satírico, por eso le ponen Fray Mocho, lo de fraile, por ese humor frailuno. Pero, sino que es con un afecto, es decir, reconocer una nueva ciudad y un nuevo mundo, pero desde el críticamente desde el afecto. Otra historia, encantadora, que puede ser hasta actual, las señoritas que no les alcanza para ir a París, como se acostumbraba un mes o dos, y entonces se encierran en el campo diciendo que han viajado a Europa, y después reaparecen. Bueno, los usos, las costumbres, el lechero que tiene que normalizarse, ya no anda con el carro, sino que tiene que tener, las patentes, las funciones, que siempre se enamora de las mucamas, es un personaje típico que también lo va a llevar más adelante el teatro satírico”.
Claudio Puntel destaca la época de formación de Fray Mocho: “También estudió en el en el Colegio de Concepción del Uruguay, por donde han pasado otros personajes que nosotros recordamos y reivindicamos de la literatura y de la política entrerriana. Ahí en Concepción del Uruguay tuvo también otro pasaje interesante que lo muestra como un tipo solidario. Cuando se cortan las becas de estudio para esos estudiantes que iban a recalar a Concepción del Uruguay, junto con otros compañeros se pusieron a organizar La Fraternidad, que sigue hasta el día de hoy haciendo una obra social muy importante para los estudiantes. Después se fue muy joven a Buenos Aires y también tuvo una vida muy corta. Así que muere casi a principios del Siglo XX. Lo que hubiera sido si hubiera logrado vivir unos 20 o 30 años más”.
La profesora Harispe retoma para explicar los muchos seudónimos que adoptó José Álvarez: “Álvarez tuvo muchos seudónimos que él usaba, ¿no? En distintos registros, este, pero el que más le duró y tuvo popularidad fue el de Fray Mocho… Mocho dicen que le decían desde chico los compañeros, los adolescentes, porque tenía un andar de ternero mocho, medio de costado andaba, ¿no? Y tenía una cara como acarnerada, en el sentido de que era gorda, pero como irregular. Y lo de Fray le empezaron a llamar en las direcciones de periódicos donde estaba, porque se atribuían los frailes ese humor. Ese humor medio intempestivo, cariñoso, medio de chanza, permanente, y él era así, con una actitud un poco cansina, un poco humorista a los frailes, a los de fraile. Y sería medio también de sermonear o algo. No era un personaje agresivo Fray Mocho. Tenía una buena convivencia con gente inclusive que pensaba distinto. Y ya le quedó Fray Mocho… Tanto que el seudónimo viene a reemplazar prácticamente el nombre de él en la literatura”.
La vida literaria
Fray Mocho escribió en numerosos periódicos como El Nacional, La Pampa, La Patria Argentina, La Razón; y en revistas como Fray Gerundio (de corta vida), El Ateneo, La Colmena Artística y Caras y Caretas. Además, escribió ensayos acerca de la vida en la Buenos Aires de la última parte del siglo XIX: “Esmeraldas”, “Cuentos mundanos”, “La vida de los ladrones célebres de Buenos Aires y sus maneras de robar” y “Memorias de un vigilante”. Y en 1898 publicó el libro “En el mar Austral”, una de sus grandes obras literarias.
Ferny Kosiak se suma con el siguiente aporte: “Lo que primero leí de él fueron cuentos. Cuentos, y después leí en ´El mar austral´, que es una especie de novela que él escribe inventándose toda una situación en la zona del Sur de nuestro país, que cuando él escribe ´Un viaje al país de los matreros´, los críticos le cuestionan esto de decir, bueno, sí, pero vos conocés esto, anduviste por ahí por los trabajos que Fray Mocho tenía, podés escribir sobre eso porque lo conociste. Y él después escribe, él entra a trabajar en una parte que estaba relacionado con la Marina argentina, entonces, dice, ah, pero vos escribiste ´En el mar Austral´, porque seguro que fuiste ahí, estuviste recorriendo. Y el tipo nunca se había movido de Buenos Aires, o sea, todo lo que está ahí en esa novela es invención literaria, ficción, que él crea… bueno, también ahí había una manera de pensar la literatura. ¿No? Como decir: la literatura parte de las experiencias y él ya está diciendo que no; que la literatura es invención, es ficción. Entonces, leí eso, leí los cuentos, y después a la hora de trabajar, que fue mi primera idea, a la hora de trabajar los cuentos y poder editarlos a través de la Editorial de la provincia -cuando estuve trabajando allí- empezamos a trabajar con un libro que se llama ´Esmeralda´, que es uno de los primeros libros de cuentos de él, que él llama ´Esmeralda´ porque son como cuentos verdes, o sea, como que hay ahí alguna intención de chiste y empezamos a mirar algunos cuentos y que pasa con muchos autores, que hay cuentos que no les va bien con el paso de los años, ¿no? Hay textos que no les va bien el paso de los años, entonces, por ejemplo, hay un cuento donde una adolescente huye con el cura que abusó de ella, ¿no? Entonces, como que uno puede tomar ese cuento y decir, bueno, pero esto fue escrito en este tiempo, en este contexto, en este marco, porque a la hora de traerlo al presente y de pensar en un libro para ser trabajado en las aulas, como después cuando editamos ´Un viaje al país de los matreros´ con la Editorial, fue ese el pensamiento, que ese libro estuviera en todas las aulas de nuestra provincia. Entonces, como, no… mejor dejemos esos esos textos que pueden ser para para problema y vamos a algo que seguro, ´Un viaje al país de los matreros´ es un libro que es hermoso, que tiene unas descripciones de la flora, de la fauna, del paisaje, mezclado con humor, mezclado con las aventuras, lo que te cuentan los propios matreros, los que están ahí escondidos de la ley, como te decía, y que al mismo tiempo son matreros, pero no por ser estos forajidos y que se escapan de la ley, son esa idea que uno tiene del malo de la película, sino que son materos, son forajidos que leen, que usan perfume importado, que se sienten chic, aparece esa palabra también ahí, chic”.
La profesora Mirta Harispe destaca el vínculo entre el periodismo y la literatura en Fray Mocho: “Él se consagra a través de la revista en Buenos Aires. Inclusive, publicados los cuentos, que son su mejor producción, dicho por todos los críticos, en especial Juan Carlos Llano y quién lo estudió mucho, Marta Marín, en los ´70, fueron publicadas después de su muerte. Sus amigos la presentaron después de su muerte. Él valora mucho la cuestión del periodismo. Yo creo que tiene mucho que ver con el nacimiento del escritor profesional ligada al periodismo, que vive de eso, digamos. Él paga las colaboraciones, en su revista escriben desde Horacio Quiroga y todos los escritores de la época. E influye en la opinión, porque es como una abeja punzante en la realidad presente de Buenos Aires. Hay que verlo en presente a Fray Mocho, hay que ubicarlo en el contexto histórico donde está y cómo se mueve. Y en una sociedad que es liberal, que deja de ser… aquí pierden los religiosos, el poder de la Iglesia, que él también satiriza con ese tema, y el poder del viejo criollismo. Y, bueno, se formaliza otro mundo. En ese tema de los cuentos, lo mejor de los cuentos de Fray Mocho no son los dedicados -mal que le pese a los gualeguaychuenses- a Gualeguaychú. Porque en los cuentos a Gualeguaychú, él hace un viaje, viene, habla de la isla, de los banquetes en la isla, tanto que le preguntan a Fray Mocho si él ha recibido algún agasajo, algún banquete que se le hace a los notables. Y él dice que no, que quién es él para recibirlo. Evidentemente no hay una valoración en presencia de él, de su escritura, ¿no? Después los nombres, las veletas, los nombres de los negocios, las farmacias. Ese Gualeguaychú también que deja de ser provinciano para hacer una imitación de las metrópolis, ¿no? Con aspiraciones a ciudades-departamento”.
Claudio Puntel expresa: “Creo que escritores que continuaron sí supieron mamar de la experiencia de Fray Mocho, de su literatura y tener algunas prácticas que los acercan a Fray Mocho. La reivindicación, su reivindicación como trabajador de prensa y como escritor lo emparenta mucho a (Roberto) Arlt de ´Los siete locos´ y de ´Los lanzallamas´. Arlt que reivindicaba que su novela la fue escribiendo en redacciones ruidosas, haciéndose tiempo como podía. La tapa de ´Caras y Caretas´ era en sí mismo un editorial político, con mucho trabajo del dibujo de la ilustración, cosa que en el periodismo argentino fue retomado 100 años después con Página/12. Creo que ha sembrado mucho y que necesita una reivindicación más constante y que los docentes -como es mi caso- los trabajadores de la cultura seamos mayores difusores de la obra de Fray Mocho”.
La profesora Harispe resalta sobre lo difícil que fue aquella época: “Es una década muy fuerte la del 80-90, porque pasa varias presidencias. Entre ellos culmina la de (Julio Argentino) Roca, que es uno de los puntos donde él tiene más dichos y gracias, en sus historias de la revista para pintar la década. Todavía comienza recién el Irigoyenismo con Alem, y es un período de organización del país. O sea, gana el proyecto liberal que va a determinar unas formas de vivir nuevas, que están por las leyes, las convenciones, los acuerdos, y él pertenece a una tradición, más vale criolla, que resguarda en la revista y que se constituyen la voz de esa tradición. ¿Cómo lo hace? Mediante el humor. Eso es lo que lo caracteriza como escritor nacional y lo caracteriza dentro de la literatura criolla. Es un tipo independiente que usa la revista para llevar novedades y tiene un gran caricaturista que es (Manuel) Mayol. En realidad, estéticamente, la revista es buenísima. No sé si hay ahora una revista nacional tan compleja y tan rica en la estética como como ´Caras y Caretas´. ¿Qué más puedo decir de la parte oficial de Fray Mocho? Que no es para nosotros tan inmediata porque Fray Mocho vuelve ocasionalmente aquí, pero no tiene ninguna relación con la población estable. Gualeguaychú está cambiando, Gualeguaychú ya quedan pocas de esas casas criollas como ésta, hacen las residencias afrancesadas, los nuevos usos, que Fray Mocho justamente caracteriza y se hacen divertir en los cuentos”.
Caras y Caretas
En la historia de Fray Mocho hubo un antes y un después con la creación de Caras y Caretas. El entrerriano dejó plasmada una característica que perduró por décadas con ilustraciones sobre figuras nacionales y extranjeras, como así también notas con los mejores escritores, como Roberto Payró, Horacio Quiroga, José Ingenieros, entre otros.
Ferny Kosiak comparte por qué el de Fray Mocho era un estilo para informar: “Me parece que los dibujos no los hacía él, pero sí era la parte de… sí había como un criticar lo político y lo social, y ahí es donde aparecen muchos de los cuentos de él que tienen que ver con esto de las inmigraciones. Donde son… por eso esto de que decían que él escribía teatro, que en realidad nunca escribió teatro de la manera según las marcas que tiene que tener un texto teatral, pero sí él era muy bueno escribiendo los diálogos, cuentan. Entonces, por ahí tenés una escenita familiar donde te metés en el comedor de una familia italiana que acaba de llegar al país y de que está ahí con ese choque cultural que significaba para los inmigrantes venir a vivir a Buenos Aires con el cambio de costumbre, con el cambio de montón de cosas, ¿no? Y todo eso aparecía en ´Caras y Caretas´, que también tenía parte de noticias en las publicaciones, y sobre todo publicaciones que eran pequeñas, que eran baratas y que podían circular masivamente entre los trabajadores. Porque fue eso a lo que a lo que apuntaban, ya nos corremos del formato del periódico tabloide que sostuvo La Nación hasta hace poco, ¿no? Que eran diarios que uno lo leía acomodado en su mesa ´patricia ´y gigantesca, y acá teníamos unas revistitas pequeñas que se iban leyendo en los trenes cuando la gente iba a trabajar”.
Claudio Puntel agrega algo clave en el tema el uso de los seudónimos: “Entre estos seudónimos, había algunos pequeños matices en la forma de la escritura. Pero, nono eran que funcionaban como heterónimos y qué sé yo, como la escritura de Pessoa, que cuando escribe con un nombre tiene un estilo, cuando escribe con otro nombre otro estilo y otra temática. En el caso de Fray Mucho, no. No hay una gran diferenciación. La verdad que yo no sé si el lector de esa época reconocía en esa pluma a Fray Mocho. Sobre el apodo hay varias interpretaciones, hay varias versiones, aparentemente viene desde muy joven, que tenía que ver con características física de este hombre y lo de Fray ya no sé a qué iba la elección de ese segundo nombre”.
La profesora Mirta Harispe agrega para reforzar la importancia del lenguaje en Fray Mocho: “Lo que más llega de Fray Mocho como como creatividad es el lenguaje realmente. El tipo se manda todo un registro de lunfardo con los asaltantes, un registro de las hablas nuevas, un registro de lo rural. Lo desafían en un momento de no tener obras de imaginación. Dice, yo no voy a escribir sobre algo que no conozco. Ah, usted escribe sobre lo que conoce y se manda esa novela sobre los cazadores de lobos en Ushuaia, que también es una extrapolación de lo que ha hecho con la zona de islas. Y en realidad él escribe dentro de un realismo un poco naturalista, y por eso la gente reconoce los personajes en su presente, digamos, ¿no? Y nosotros en el pasado. Aquí me acuerdo de una representación de los cuentos de Fray Mocho del Grupo Amigos del Arte y los Bugnone. Me acuerdo hasta ahora… los personajes caracterizados podrían ser –digamos- muy populares en ese registro del policía y el lechero y las muchachas… en un corso popular, porque todavía la gente usaba esos disfraces para caracterizarse”.
Una vida trascendente
Fray Mocho falleció el 23 de agosto de 1903. Estaba a días de cumplir sus 43 años, pero perdió la batalla con la enfermedad que lo venía cercando desde hacía un tiempo. Sus últimas palabras fueron “Muero peleando”. Su revista por antonomasia le sobrevivió hasta 1941. Casi cuatro décadas después de su muerte.
Ferny Kosiak agrega el siguiente testimonio sobre la muerte y el sepelio de Fray Mocho: “Después pasa él por distintos por distintos periódicos de la Capital, y termina cofundando ´Caras y Caretas´, y ahí va a escribir hasta la fecha de su muerte, que, como te dije, lo entierran en la Recoleta. Y en las mismas ´Caras y Caretas´ aparecen fotos y aparece una crónica de su fallecimiento. Ahí en las fotos se ve que hay un montón de gente que ha ido al … o sea, que era una persona muy querida y respetada en Buenos Aires”.
Luis Castillo destaca a manera de valoración: “Y sin ninguna duda creo que es muy importante trabajo como este que están haciendo de recuperar el nombre, la figura y la trascendencia de una personalidad como la de José Álvarez, Fray Mocho, una persona que en sus muy pocos años de vida, murió a los cuarenta y cinco años, realmente dejó verdaderos legados. No solamente desde su obra, que no es poco, sino desde esto que decía: una forma de narrar, un estilo, una sencillez que esconde una profundidad tan grande. Entonces, por eso me parece que está muy bueno que los jóvenes empiecen a aprender a leer a partir de la lectura de sus cuentos; que insisto, tiene una simpleza, muy interesante que la hace accesible para las escuelas. Es realmente una pena que en las escuelas entrerrianas no se lea más los libros los cuentos de Fray Mocho, sus relatos o narraciones, más allá de lo que es estrictamente anecdótico o, como lamentablemente se hace muchas veces hincapié más en fechas, números, cuándo nació, dónde nació, qué hizo a los 21 años hizo esto, a los 18 hizo esto, sino poder disfrutar de su obra, ¿no? Y creo que eso explicaría mucho el verdadero orgullo que se siente por la entrerrianía y por la Gualeguaychú ciudad más específicamente, en todo ámbito y aún más en lo que tiene que ver con la literatura”.
Roberto Romani suma un aporte vital: “Hubo un trabajo muy importante de reconocimiento a toda la obra de Fray Mocho y que lleva la firma de Pedro Luis Barcia, un ilustre argentino que hoy tiene 85 años, que fue presidente de la Academia de Nacional de Letras de nuestro país: un pensador, un investigador, un lingüista y un profesor universitario realmente notable. Y Barcia -a quien muchas veces pudimos acompañar en la presentación de sus libros y en algunas de las investigaciones- realizó un trabajo llamado ´Fray Mocho desconocido´, que publicó en 1979, Es realmente notable porque, en primer lugar, confirma cuál era el hombre real: José Ceferino Álvarez, ya que había firmado Ceferino con Z, Ceferino con S. Por allí figuraba Sixto y él mismo se encargaba de confundir a sus lectores y a sus seguidores. Bueno, él consultó los documentos y muchos aspectos poco conocidos de la vida de Fray Mocho. Hay un aspecto muy interesante, este, que la casa natal se recuperó, lo recuperó la Provincia de Entre Ríos, el gobierno de la provincia compró la casa natal de Fray Mocho. Un lugar que todavía tenía alguna de las paredes hasta la actualidad de la casa natal y un viejo aljibe en torno al cual jugó José Ceferino Álvarez cuando era niño allí en Gualeguaychú. Lo adquirió el Gobierno de Entre Ríos y recuerdo en un acto muy lindo, el 19 de septiembre de 2005 el gobernador (Jorge Pedro) Busti, en aquel momento, entregó las llaves de esa casa de Fray Mocho al querido Oscar ´Chichito´ Lapalma, que era el presidente de una comisión de amigos que trataba de salvaguardar ese lugar cargado de historia. Bueno, hoy se ha convertido en lugar bellísimo, siempre se hace la referencia, que es la casa natal de Fray Mocho, pero es un lugar de una cantidad importante de actividades allí en el corazón de la ciudad de Gualeguaychú”.
El escritor Ferny Kosiak cierra a manera de reflexión: “Sí creo que durante mucho tiempo se leyó. De hecho, yo cuando escribí el prólogo para para ´Un viaje al país de los matreros´, me compré por Mercado Libre un montón de ediciones de anteriores de ´Un viaje al país de los matreros´ para buscar prólogo, para buscar qué se dijo. Y si se lo editó tanto durante el siglo XX, hubo un montón de distintas editoriales, por con distintos acercamientos, distintas estéticas, libritos chiquitos de Kapeluz, por los sábados, libros más grandes, hay de todo un poco. Y, sobre todo, gente grande que se acuerda de, yo qué sé, de sesentones, que te decía, ah, sí, porque lo leímos en la escuela. O sea, en algún momento, en nuestra provincia, era parte de lo que se leía en las escuelas. Y hoy en día me parece que también es como un acercamiento, bueno, todos los docentes tenemos la libertad de la cátedra, de qué cosas damos y enseñamos en nuestro espacio áulico. Pero, a partir de eso es ver cómo podemos incorporar y reapropiarnos de lo nuestro, porque sin duda hay cosas hermosísimas para para leer ahí y sobre todo para para conocer nuestra propia cultura”.
Nota: El video puede verse en la biografía de JOSÉ S. ÁLVAREZ (FRAY MOCHO)