ENTREVISTA A FERNANDO CALLERO

 

Por Gonzalo Acosta Tito para "Integración", Suplemento de Arte y Cultura del diario El Heraldo. 21.10.2011

“Mi poesía tiene que ver con la fantasía que uno va construyendo con su identidad”

Fernando Callero nacido en Concordia en 1971, nos visitó en la IV Feria del Libro de nuestra ciudad. Hombre de creación multifacética, desde la novela hasta la poesía, pasando por el cuento y las canciones, así se configura este coterráneo de errancia creativa que usa el arte para estar contento.Fundador de “Ediciones Diatriba” junto a Javier Guipponi y Santiago Pontoni: editorial santafesina que en principio se propuso publicar primeros libros de poetas jóvenes del Litoral con cierta filiación con la tradición fluvial de la poesía en versión contemporánea, antilírica o más experimental, pero que luego se extendió hacia autores de otras provincias con otras estéticas. Entre los títulos de ediciones Diatriba se cuentan Feria Artesanal de la Calavera y Kowabunga, de Santiago Pontoni, Ostranenie de Javier Guipponi, Ramufo Di Bihorp de Fernando Callero, El Aire Entre Los Dedos de Gonzalo Castelo, Nocturna de Analía Giordanino, La Manguera de Cecilia Moscovich, Resiste, de DJ Buenmozo (San Justo), La yegua y el caballo no existen, de Paula Trama (Bs As), El dios de los esquimales, de Jonás Gomez (Bs As)y 3 cilindros, de Gervasio Monchietti (Rosario).

Fernando Callero publicó, entre otros, el libro de cuentos El ojo de Víctor (ediciones Bajo la Luna), el poemario Ramufo di Bihorp (Premio Provincial de poesía José Pedroni, Santa Fe, 2001) y la novela El espíritu del joven Borja (ediciones Bajo la Luna)

Actualmente está por presentar su disco “Hermoso” en la ciudad de Santa Fe, provincia que lo cobija desde hace ya algunos lustros.

-¿Qué leías en tu camino iniciático concordiense?

-En realidad lo que circulaba en esa época eran todas novelas. Yo andaba dando vueltas por Concordia y leía cualquier cosa, lo que se me cruzaba, había autores que recuerdo como ua tal María Granata [autora de la novela 'Los viernes de la eternidad'], Khalil Gibran, o los especiales de Selecciones. Yo buscaba algo parecido al Tom Sawyer pero más picante y en un momento había un libro-club acá en Concordia, en la Galería Entre Ríos, y ahí lo conocí al poeta Claudio Donati revolviendo los estantes con su tremenda porra, él fue quien me enseñó la poesía y Bradbury, Theodor Sturgeon, Borges, Marechal y el por aquél entonces todavía emblemático Julio Cortázar. Siempre andaba dando vuelta por la peatonal, charlando con los artesanos, que eran como la internet, traficaban mucha información loca, leían Calvino, fumaban, hablaban de Nietzsche, de bandas nuevas. Siempre circulando por lugares donde la canción y la poesía eran el tema, pero leyendo novelas porque no había mucha poesía en las librerías y te llegaba por ejemplo Tuñón de prestado. Yo no conocía poetas, salvo algunos la generación del 40 de Poesía de Buenos Aires: Olga Orozco, Edgar Bayley… y un poco de Alejandra Pizarnik. Pero generalmente nosotros devorábamos novelas del boom latinoamericano y las porquerías que editaba Emecé, que eran de entretenimiento, algunas estaban muy buenas como Papillonde Henri Charrièrepor ejemplo.

-¿Y la poesía no estaba tan presente?

-La poesía era como una cosa intuitiva, algo que se reconstruía a partir de pispear algunos pocos libros deshojados que te pasaba un hippie o un profesor gay que te habilitaba Pavese, algunas antologías, como la de poetas franceses contemporáneos, de Raúl Gustavo Aguirre, que es un libro que me transformó de un planazo, todavía lo conservo; no teníamos mucho manejo de información, a no ser por las Cantarock, o las primeras Cerdos & Peces. Después, con el menemismo, directamente empezamos a leer todo narrativa traducida de sellos mainstream españoles, novelas y cuentos, el mayor impacto en el país lo tuvieron los norteamericanos, y la poesía quedó relegada a las ediciones escuálidas que hacía por ejemplo ediciones de la aguja en Rosario, que puso a circular traducciones de los poemas de Carver y Bukowski. Ahora, desde hace una década a esta parte, veo como que la poesía volvió a reunirse con la juventud, como un género rescatado a la abulia de las retóricas líricas repetidas hasta el hartazgo y esas trincheras intelectuales de la inteligencia 80, (Lamborghini, Perlongher) Y esta tendencia creo  que tiene que ver con una vuelta de tuerca que le supieron dar los poetas de los ´90, por ejemplo, de acercar la poesía a la lengua y los asuntos del orden del día, de la comunidad. Claro que para esto fue necesario una socialización de los asuntos, es decir, una práctica de la democracia que felizmente viene dando sus frutos.

Por ejemplo el realismo sucio norteamericano: Raymond Carver y Charles Bukowski empezaron en los 70 80 a hablar de cosas actuales, cotidianas, sencillas, era una poesía que se bajaba de la lírica, se bajaba de la retórica grandilocuente y se acercaba más a los asuntos comunes. Carver y Bukowski  son el rock para mi generación, y el rock por otra parte, la pista de despegue para quienes teníamos inquietudes literarias (con el perdón de la expresión). En Santa Fe, en los años 90, conocí la poesía de Juan Manuel Inchauspe (que había fallecido hacía poco, en 1991)  Cuando después lei Carver  dije “¡pero esto es Inchauspe!” Ahora por suerte la UNL reeditó su obra completa Trabajo Nocturno, con inéditos y buenos textos críticos que le hacen justicia. Es un poeta muy influyente todavía.

-¿Cómo nace ediciones Diatriba?

-Hace más de tres años armamos ediciones Diatriba y comenzamos a publicar autores jóvenes en obra. Santiago Pontoni fue el primer poeta joven que publicamos y al cabo resultó un socio más, porque esto es como una cooperativa. Nosotros largamos a lo bestia. Armamos un libro y lo cocimos todo mal y sacamos tres primeros libros, todos cocidos a mano en reuniones nocturnas, impreso en impresora, después se descascaraban las tapas y no se podía ver el arte de tapa, y fuimos viendo la manera de hacer libros que se mantengan en el tiempo. Empezamos a diseñar las tapas en Corel e intentábamos serigrafiarlas en casa, compramos todo el equipo, pero era un laburo de monos, entonces se las confiamos a unos amigos, en Negro Paolucci y Nora, de La visual, después entró nuestro amigo “Ponchi”, un artista visual tremendo, quien se encargó del arte y el diseño de tapa, dándole una impronta más artesanal. Los libros ahora lucen y pueden competir tranquilamente con los de factura industrial, pero están hecho con cartón monolúcido comprado en el centro, de ahí vamos a hacerlos cortar y doblar a la imprenta de la UNL (Universidad Nacional del Litoral). Pamela Nuñez empezó a revisarnos y acomodarnos las maquetas de los interiores. La cuestión es que tiramos la piedra y se empezó a generar la bola. Ahora tenemos una maquetista, tenemos una tipografía propia que nos hizo un amigo Ramiro Spinoza que vive en Holanda, tenemos un serigrafista, o sea era solamente cuestión de empujar. Pero antes, eran épocas de conexión full time en internet, con Javier Guipponi empezamos a descubrir poetas, leer de pantalla todo lo nuevo, y fue como una fiebre, hablo de 2005, 2006, y a descubrir autores que nos gustaban y teníamos cierta afinidad, poetas de todos lados, de Buenos Aires fundamentalmente, conocimos a los poetas de los 90, yo hasta el 2006 no conocía a Daniel Durand, siendo que es de Concordia y es un referente clave de la poesía argentina actual. Un poeta genial.  Y empecé a dialogar con esa poesía y mi poética cambió, yo tenía mucha poesía castellana en mi escritura porque trabajaba con la lengua cruda y sin mucha referencia de lectura, o lo que es peor, traducciones gallegas. Y entonces se fue definiendo por así decirlo un frente litoraleño, porque ahí empezaron a salir otros que escribían: Cecilia Moscovich, Analía Giordanino, Gonzalo Castelo, y decíamos esta poesía se tiene que publicar. Y como que nos empezamos a copiar entre nosotros, como sucede en los movimientos, se genera un te leo y me lees, hay una identidad hoy por hoy desde que comenzamos en el 2007, lees a cualquiera de nosotros y somos todos parientes, cada uno con su viaje, pero en general compartimos una tendencia.

-¿Y cuál sería esa estética?

-Por ejemplo hay palabras claves: la palabra porrón que no estaba en la poesía argentina; instituimos la palabra porrón. Jaja. Es una sinécdoque, en Santa Fe le decimos porrón a la cerveza, que es el envase, llamamos por el envase al contenido. Es una palabra que tiene llegada directa. Trabajamos sobre el  contexto santafesino y litoraleño, no es una poesía lírica en sentido alto, es una poesía sencilla y musical. Se experimenta mucho con eso, yo soy como el más cancionero, él (Santiago Pontoni) es más investigador, ves sus textos y están quebrados, hay versos pero también hay partes en prosa y mucho delirio, como un Juan L S D.

-¿Qué es ser un poeta?

-Un poeta es un tipo que agarra las palabras y en vez de utilizarlas para comunicar en su sentido utilitario construye maquetas, artefactos, unos objetos sonoros que se llaman poemas y que refractan muchas cosas. La escritura es política, todo trazo es una marca, es una palabra que se lanza contra otras. De ahí Diatriba. Y el poeta es un tipo fanatizado con eso, más que un pensador. Por lo menos yo, a mi me gusta trabajar la superficie, investigo la luz, las cosas y a través de eso entro a algún sentido humano. Pero no me interesa investigar el ser del hombre y sus profundidades, el idealismo redujo la vida a un puñado de frases hechas con fachada de “profundas”, olvidando la esencia de la poesía que es más bien un entretenimiento, un pasatiempo, una forma de enamorar y ser querido, una forma de jugar con máscaras, un canto, un baile, una compañía. La poesía como oficio recreativo, no como profesión. Anotar en libretas, procesar ese material, intercambiarlo con amigos transforma la vida como cualquier trabajo liberador. Yo no creo en las Revoluciones, así, con mayúscula.

-¿En qué circuitos leen vuestras poesías?

-Nosotros hacemos lecturas, hacemos fiestas donde se lee poesía, con un concepto epicúreo del disfrute. Y entonces en esos contextos vemos que todos sacan afuera un artificio y lo desarrollan con honestidad, por ejemplo ahora hay ilustradores que hacen revistas, editan sus dibujos, hay músicos, poetas… hay un punto de contacto más familiar, no es una mesa con un vaso de agua, un poeta de un lado y del otro lado un público. Tratamos con la editorial de que la poesía este circulando en otros lugares. Yo vengo del rock, desde el 98 y todo los 2000, hice bandas; toqué y compuse cientos de canciones y circulé por el under de Santa Fe, así que mis mayores amigos no son poetas. Entonces esa impronta está en nuestra poesía, es una poesía que no viene de la poesía.

-Sos un multifacético creativo: novelas-cuentos-poesías-discos… ¿hay conciencia del acto creativo o sos hablado?

-Ser hablado, como dice Bajtín. Puede ser, depende de cómo se lo entienda.  Creo que hay momentos en que yo escribo una novela porque no sé donde estoy. Y entonces escribo la novela y veo donde estoy, la novela El espíritu del joven Borja es esencialmente eso, necesité en ese momento una novela porque estaba sumergido en un mundo extraño, después cuando estoy más tranquilo ando por la calle y hago canciones, generalmente son de rock pop, easy, amoroso, fácil, bucólico y celebrando la luz. Canto y bailo, me gusta la alegría, no soy un tipo alegre tengo mis pesadillas intensas. Pero al arte lo uso para estar contento. Entonces si estoy escribiendo Al Rayo del Sol, que es un libro de poemas, seguramente está relacionado con caminatas, cuando empieza a disiparse el frío (detesto el invierno), salgo a cazar imágenes, a recolectar en la cabeza o en libretitas, y siempre, en el barrio donde viva, salgo a pasear por el descampado, junto ramas, semillas, o si veo un pájaro lo busco en Internet y encuentro hasta el chiflido. Eso es, la celebración de lo que hay, de la luz, de las superficies.

-¿Qué te obsesiona?

-Lo que me obsesiona es cómo destruir una narración dolorosa, cómo destruir una biografía dolorosa, como proyectarse porque hay que vivir mucho tiempo. Ahora cumplo 40 años y siento que tengo que renovar continuamente mi entorno, tengo que generar cosas interesantes para vivir contento, no puedo hacer siempre una misma cosa. Por eso en un momento hago una novela, en otro momento una banda de rock y en otro me dedico a investigar la poesía, como me está sucediendo en este momento, últimamente publiqué tres libros de poesía.

-¿Qué poetas entrerrianos te gustan?

-Son sinónimos poeta y entrerriano. Muchos, Daniel Durand, Julián Bejarano, Ariel Delgado, C. Monti, Manuel Podestá, Damian Ríos, Carlos Mastronardi, Ricardo Zelarrayán, Arnaldo Calveyra, Juanele, entre otros que seguro me olvido, acá en concordia hay muy buenos, Meneguín, Leites.

-¿Qué recuerdos tenés de tu infancia en Concordia?

-Mi poesía tiene que ver con la fantasía que uno va construyendo con su identidad.

Vivía en Bolivia y Asunción y era como un gran patio, calles de tierra y muchos callos porque vivíamos en pata corriendo por el ripio. Saltar las zanjas, vivir arriba del techo, leer en el tanque de agua. Era feliz. Concordia era desaparecer, tus padres no sabían donde estabas y vos te estabas tirando desde el palo a lo hondo.

-¿Tenés noción de cuando te encontraste escribiendo por vez primera?

-Por encargo, las maestras de lengua me amaban, porque hacía unas frases barrocas. Tengo un diccionario que me habían comprado en casa y tengo escrito en sistema metonímico, que creo debe ser mi primer poema cuando tenía 8 o 9 años, escribí en la entrada del diccionario la palabra  estepa, y pasé a pasteles, y luego a vestido celeste. Es un texto amorfo que todavía está ahí, no se borró. Después recuerdo que la maestra de música del bachillerato me mandó a decir, porque yo había caído en cama por hepatitis, si quería ayudarla a hacer la letra del himno porque Bachillerato Humanista no tenía himno, y yo le dije que un himno no iba a hacer en mi vida que podía hacer un escrito para la revista, entonces hice “Primavera”, una pavada, no es muy distinto a lo que escribo ahora. Me encargaron escrituras, es un buen comienzo para un escritor.

-¿Qué novela te atravesó?

-La Novela Luminosa de Mario Levrero, un escritor uruguayo. Esa es una novela favorita. Pero la primera fue sin lugar a dudas Tom Sawyer, de dónde extraje las imágenes para hacerme un yo mismo. Poesía y aventura. Ahí estoy yo.

-¿Qué poesía te conmueve?

-Toda la poesía de Raymond Carver me conmueve hasta el día de hoy, Calveyra me parte al medio, bueno, y algunos más. También hay poetas que me van aburriendo porque hay cierta frivolidad en el consumo de poesía, porque no deja de ser un producto cultural, hay veces que me aburro de un poeta y lo olvidó y me pongo de fanático de otro.