EDITAN NOVELA DE HERNÁN LASQUE (ENTREVISTA)
A raíz de la edición de la nouvelle "Lizeta", La Trova Digital, sitio digital de Concordia, realizó una entrevista a Hernán Lasque que a continuación transcribimos.
Por Nicolás Solari
Fotografía: Marianela Baggio, desde Neuquén
–Hernán, contanos de tu nueva obra, “Lizeta”. ¿De qué trata, y de dónde nace el nombre?
– “Lizeta” es una novela corta, o “nouvelle”, es decir, no tiene la extensión de una novela pero tampoco es, ni tiene ciertos recursos propios de, un cuento o relato corto. La historia se concibe a partir del relato oral de Florencio Lizeta, que es el nombre del personaje principal, quien se encuentra agonizando -cosa que él en principio desconoce, preso de una especie de delirium- y cuenta los hechos que él cree, lo llevaron allí. Con el transcurrir de los capítulos, Lizeta -y por transitividad, el lector-, va dándose cuenta de la realidad de la situación, que es precisamente que se encuentra en la antesala de su muerte y no en medio de un extraño secuestro, como plantea en su relato. Y quien transcribe este relato es su propia hija, al pie de su cama en el hospital. Esto se explicita en un pasaje al principio de la novela, a modo de acotación, si se quiere. Ésta y otras pocas acotaciones (hechas siempre por su hija de nombre Melisa) aparecen espaciadas en el desarrollo de la historia sin otra intención que la de ir develando el estado real de su padre, Florencio Lizeta. ¿Se entiende? Sé que no mucho, pero bueno, para eso está el libro.
A grandes rasgos, de lo que tratan los relatos de Lizeta agonizando, es de los miedos, las culpas, los ideales, la pasividad ante las injusticias, de la soledad, del amor, de la pérdida, en fin, de los humanitos y nuestros filosóficos problemas del día a día.
-¿Qué tiempo te llevó escribirla?
– Es complicado precisarlo. Un primera parte la empecé hace casi ocho años atrás. Pero fue un impulso que se quedó ahí. Pasaron estos siete u ocho años y la historia me volvió a llamar, me dijo: “eh, qué pasa conmigo, no me vas a contar” De verdad que no fue con esas palabras pero, aunque no sé si no fue así como pasó. El punto es que se me impuso Lizeta otra vez y ahí me metí en la historia. La retomé en el 2011 y entre escritura y reescritura me llevó todo el año.
– Qué diferencias claras, podés darnos de “Lizeta” y “Ratón Blanco”, tu primer cuento.
– La clara diferencia formal entre “Lizeta” y “Ratón Blanco” es, como decía, que se trata de una novela, mientras que “Ratón Blanco” es una selección de cuentos cortos. En cuanto a la línea narrativa van, más o menos por el mismo lado; si bien en rigor no podría enmarcarlo en lo “fantástico”, es la atmósfera que se respira. La sensación en la lectura de no poder precisar si se trata de algo “real”, algo que se pueda explicar con leyes de la naturaleza, emerge siempre esa extrañeza. Pero también tiene un claro un trasfondo poético.
– Si tuvieses que definir tu escritura, ¿cómo sería? ¿en qué estilo creés que estás más cerca, de qué autor?
– Las líneas en las que mi escritura transita se cruzan, al igual que las influencias. Mi escritura es muy llana, simple, sin pretensiones luminarias. En los cuentos cortos creo que me acerco a ese tipo de cuentos clásicos, con historias que subyacen a la que aparece de manera más clara y que el desarrollo hace que sobre el final emerjan. Hay muchos cuentos que se construyen de esa manera, como algunos cuentos de Horacio Quiroga, o de Abelardo Castillo, por nombrarte algunos. Y en historias más extensas eso varía, el procedimiento, digo. Creo que más que el estilo me preocupa encontrar la voz que narre la historia que pretendo contar. El estilo tiene más que ver con las maneras en que usamos las palabras, cómo las ponemos en el texto (la tela, la textura) más con la elegancia quizás; en cambio la voz es esa que nos va llevando y que será, a mi parecer, finalmente la que hará que la historia persista en la memoria del lector. Ambas cosas son para mí todo un desafío a la hora de escribir y, sobre todo, de corregir y corregirme.
– Contame con total libertad de los otros proyectos que tenés en carpeta y en los que venís trabajando actualmente, fuera y dentro de la escritura.
– Mientras escribía “Lizeta” tuve la sensación de tratarlo por momentos demasiado bien al personaje, no sé si de hacerlo querible pero si respetable, digamos. Y eso me disparó una idea que se empezó a materializar al mismo tiempo, la de poner a Florencio (sólo utilizando su nombre, no su apellido, Lizeta) en otras situaciones. Situaciones grotescas, o absurdas, ridículas, desagradables… y de este disparador salieron ya algunos relatos que, sumados a otros que tengo que sentarme a escribir, formarán parte de un próximo libro que tal vez incluya, también, nuevamente la novela. El título no puedo adelantarlo porque soy muy cabulero, pa’ que no se pinche; y porque es tan sutil que me lo robarían (risas), mentira, y sí así fuera, qué más da: “Por favor ¡Plágienme!”, escribió el maestro Alberto Laiseca.
–Y de la revista que estás haciendo en Neuquén por ejemplo, qué me podés decir.
–La revista Nortensur (Arte del fin al mundo), que hacemos junto con Hernán, Riveiro, Pablo Cazayous y Horacio Beascochea, es una revista cultural que reúne producciones de la región. Los creadores que publicamos no necesariamente son nacidos acá, sí buscamos que estén trabajando acá. O a la inversa: creadores regionales que se encuentran trabajando en otros lugares. EL contenido va desde creaciones literarias, plásticas, teatrales, musicales... en fin: producciones artísticas. Se incluyen también notas de opinión, entrevistas, reseñas, etcétera. Es una revista independiente que, gracias a publicidades, logramos sacar a la calle cada tres meses.
– Sos un autor joven, relativamente joven, cómo te encuentra esta época en que vivimos; donde la tecnología, las redes sociales y las velocidades en la lectura nos han tomado el tiempo.
– Mirá, en ese sentido, te diría que es como si hubiera nacido en otro tiempo. Sigo escribiendo a mano, mayormente, tachando y escribiendo arriba. Después paso a la compu, con la idea y el texto ya más desarrollado, y ahí continúo escribiendo, que es escribir y volver a escribir. No lo padezco, es una elección. En mi caso, no me siento afectado ni para bien ni para mal, a la hora de escribir, por los adelantos tecnológicos ni por las velocidades que cada uno disponga en sus lecturas.
– ¿Qué pensás de cada cosa? Digo… de las redes sociales, del avance tecnológico y de ello relacionado a una cultura que parece que la lectura en profundidad pasa a un segundo plano.
–Bueno, ahí sí está el punto, creo que las redes sociales y el avance tecnológico en general, son un excelente lugar para la difusión de los trabajos, sin dudas. Cada uno sabrá cómo utilizarlo. Pero para el proceso de la escritura en sí mismo, no creo que tenga demasiada relevancia. Aunque probablemente haya autores a los que sí les afecta y escriban historias nacidas en redes sociales y situaciones ciberneticanas, seguro, o que la dinámica del ciberespacio intervenga en el proceso mental interno de un autor trabajando.
– Relacionado al tema, qué pensás de los derechos de autor y la “flamante” Ley Sopa.
– Los autores somos humanos, che, tenemos nuestros derechos. Sopa, sopa… (reflexiona)… el primero de los cuentos de “Ratón Blanco” (2009) se titula “Sopa”, y es un cuento que quiero mucho. Desconozco de la Ley, que además lleva el mismo nombre que mi cuento, deberían pagarme derechos de autor (risas). No lo sé, siempre me hacen ruido las leyes, no enseñan ni ordenan nada, no son la cultura, y muchas veces la censuran… ¿para cubrirse de la piratería dicen? No entiendo, la deshonestidad no se erradica con una ley, creo que está absolutamente comprobado. Lo que importa es la cultura, lo que se crea sobre ella, lo que se transfiere, y no está sólo en Internet… la cultura es ese patio de la casa en el que los pueblos se crían.
– Cerrando el tema tecnológico, ¿te ves en un futuro publicando en E books, por ejemplo? … qué creés qué puede perderse al adoptar tal cosa de un libro convencional.
– Sí, por qué no, eso sí, primero dame papel y birome.
No hay nada que pueda perderse. Los libros no van a dejar de existir nunca, pero nunca. Y creo que en cada nueva edición de la gran feria en Buenos Aires queda comprobado. Como en cada edición de la feria independiente que gira en todo el país. Como en cada nueva feria que surge año a año en muchísimas ciudades de nuestro país. Por un montón de razones no se perderá nada, razones que van desde cierto fetiche que siempre hubo con el libro en todo nuestro país, hasta razones económicas y sociales y en fin, como dice la canción: “nada se pierde, todo se transforma”.
¿Quiénes fueron tus maestros?
– Siempre aparecen nuevos maestros, porque la lectura sigue. Pero los primeros que me “sirvieron” para empezar a intentar escribir historias fueron: Horacio Quiroga, Edgar Allan Poe, Julio Cortázar, Abelardo Castillo. Ellos fueron los primeros, primeros, y en ese orden. Pero a la par leía ya bastante poesía también, que la poesía siempre guía. Creo que la narrativa, en algún sentido, va hacia la poesía.
– Si tendrías que recomendar obras literarias, ¿cuáles serían?... tu top 10.
– “Op oloop” (Novela - Juan Filloy); “Ulises” (Novela – James Joyce); La obra completa de Edgar Allan Poe; Macedonio Fernández, poemas y cuentos, y ensayos y todo; “El Golem” (Gustav Meyrink); “La ciudad” (Mario Levrero); “El Astillero y Juntacadáveres” (Juan Carlos Onetti); “Todos los fuegos el fuego” (Libro de cuentos de Julio Cortázar); “Azul casi transparente” (Novela – Ryú Murakami); “El Fiord” (Osvaldo Lamborghini y toda su obra); y Jorge Luis Borges, y Kafka.
– Contame más de tu libro. Los ejemplares están en la última Feria del Libro en Buenos Aires, ¿cómo se logró esto?
– “Lizeta” está en la Feria del libro porque la editorial –Colisión Libros– está allí, como todos los años. Colisión hace algunas presentaciones en la Feria y una de ellas, este año, era la de mi libro. Lástima que yo no pude ir. Pero el libro está allí. Como así también viajará luego a Frankfurt, a la gran Feria, pues Colisión también participa desde hace siete años allí. Cristina Witt, la Directora, vivió quince años en Alemania, y va y viene, ya que parte de su familia es de allá. Incluso hay una antología de cuentos de autores de Colisión traducidos al alemán, y tuve la suerte de uno de mis cuentos conforme esa antología. Eso está bueno, al menos como “chiche” raro para mí.
– ¿Qué entendés por Best Sellers, obras independientes, y libros que no llegan a ser vendidos, u obras que no llegan a ser libros? ¿qué hay detrás de cada cosa?
– Por Best Sellers entiendo que son autores que han vendido mucho, mucho, mucho más que cualquier otro que también haya vendido mucho. Por obras independientes entiendo que son obras que dependen hacia adentro. Por libros que no son vendidos entiendo que nadie los compró, que el librero no los puso en vidriera y que el autor no tiene buenos amigos que le compren alguno. Y por obras que no llegan a ser libros entiendo que su autor debe tener suficientes argumentos para creer que nunca deben salir de su cajón, o de sus “Mis documentos”, o de su pen drive, o de donde las tenga. Detrás de cada cosa hay un escritor, fundamentalmente. Aunque detrás de un escritor de Best Sellers hay un montón de cosas que nada tienen que ver con la escritura.
– Última. Hoy vivís en Neuquén, estuviste viviendo en Córdoba, ¿qué me podés contar del lugar en donde hoy habitas de acuerdo a tu inspiración y tener a Concordia a la distancia?
– Los límites del cuerpo. Tener a Concordia tan a la distancia me rompe las pelotas. En Neuquén vivo, en Neuquén tengo mi hija; y conocí escritores muy buenos. Neuquén, la ciudad, lo que me inspire, creo que aún no se me ha cristalizado.