RESEÑA DE “DIARIO FRANCÉS 1959-1960 VIVIR A TRAVÉS DE CRISTAL”, DE ARNALDO CALVEYRA

 

Por Mario Daniel Villagra Segovia

Tomado de https://villagramd.blogspot.com.ar/

Estamos frente a una obra cúlmine. Es una cabal demostración del desarrollo de un ser antes que de un escritor. Y quizás esa falta de preocupación fue lo que lo mantuvo tranquilo en su senda, sin distracciones ni apuros para consagrarse como uno de ellos. Sobre todo, es un libro sin falsos miramientos, pues desde un principio él nos confiesa “los papeles escritos de viaje comienzan a ser falsos una vez el viaje a terminado”, y por esa razón se convierte en una obra esencial para comprender su obra.
Esencial porque Calveyra (1929-2015) nos deja un testimonio de época; sensaciones humanas y pensamientos políticos, charlas y cartas con amistades, poemas de un ser que confesó “yo me había preparado con Carlos Mastronardi y en cierto momento surgió la necesidad natural de buscar un lugar donde poder meterme en mis cosas” y así llegó por primera vez a Paris … Pero ¿qué eran esas cosas? De todo: el lenguaje, la poesía, la historia, todo aquello en lo que él ya estaba metido pues, como confiesa, “a mi no me interesa una carrera literaria, me interesa un desarrollo del ser”, y quizás esa fue la garantía para no salirse de sus “cosas”, y antes de que apareciera este libro concretaría la edición de más de veinte ediciones en español, francés (y ahora en inglés), entre poesía, dramaturgia, ensayos y narrativa; descripciones que son las nuestras, no las de él pues sabemos lo él opina: llegó tarde a la repartición de géneros.
 
De todas maneras, es de celebrar la edición de Adriana Hidalgo –su amiga--; archivo revisado por Calveyra y guardado bajo sobrecito de papel y bandita elástica, antes de ser entregado al cuidado de Pablo Gianera. Son 284 páginas, divididas en 7 capítulos, de una mirada “caleidoscópica” –palabra que aparece en varias partes del libro— una señal, “la flecha de barro” que Calveyra nos deja para seguir encontrando a ese ser que se hizo escritor, o que siempre lo fue, pero que sus publicaciones maduraban antes de salir; Diario Frances no es la acepción, más bien confirmación.   
 
Entonces, en “Diario Frances”, el lector podrá ver cabalmente “el desarrollo del ser”, pues la obra condensa el tiempo (comenzada alrededor de sus treinta y finalizada en sus ochenta). Es decir, condensa su propia trayectoria, su opinión sobre la poesía, sobre Francia, sobre Argentina, sobre la política y otras variaciones en “movimientos hacia” y con una sola ambición (su “mayor ambición”): “ser capaz de explicarle a alguien de mis pagos que hay un lugar que se llama Paris, construido con todo el mundo, a la medida del mundo; y que a él, hombre o mujer de Mansilla, esa ciudad le atañe mucho más que a un becario prepotente”… De esa manera, como dicen en sus poesías reunidas, “Calveyra sigue escribiendo”, y esta reseña no es más que una invitación para que salgan en busca en sus letras su voz; en “Diario francés” encontrarán un camino, como de piedras, pero de palabras que va poniendo Calveyra en el “Caldo” de su escritura, pues “ningún signo se repite en un Caldo si esta bien hecho. Por lo tanto, ninguna equivalencia con palabras; es lenguaje de movimientos hacia”, hacia Arnaldo Calveyra por Calveyra mismo.