ANTICIPAN POESÍAS DEL ÚLTIMO FRAY MOCHO
Tomado de: https://www.eldiaonline.com/ del 16.12.2018
“Las voces de las vivas suben como un tornado”
Pasaron 47 años para que el premio Fray Mocho a la poesía vuelva a manos de una mujer. Y qué mejor que esta revolución que protagonizamos las mujeres, para generar el contexto.
“Cuaderno para brujas” de Pamela De Battista fue el poemario premiado en la edición 2018. Hoy compartimos en exclusiva, algunas líneas que movilizan y aportan al movimiento “No nos callamos más”.
La costurera
I
Contra todo silencio
que íntimo
mar
se mueve danza,
contra toda lágrima
que piedra,
aquieta,
soy la costurera.
Se hamaca el pie
se ensaña la mirada
se concentra.
Contra toda la noche despierta
enhebro la letra
hilvano el pensamiento
doy la primera puntada;
el hilo en la tela
abre puertas,
punta con punta
palabra con palabra.
De esta unión ya no se vuelve
ya no
hay vuelta atrás.
Canta el vestido
abre los volados
cae la voz,
su sombra se sacude
se aprieta contra el muro
desespera.
Canta la aguja
se clava
sabe exactamente dónde
sabe exactamente cuándo,
gime el rojo retazo
entregado al relámpago puñal
que lo penetra
que lo transforma.
De esta unión ya no se vuelve
ya no
hay vuelta atrás.
Contra toda la lluvia
que crece en la ventana
como si el vidrio
o mis ojos
fueran una lupa,
triste,
contra toda tristeza
canto
compongo los huecos,
las bocas de la tela,
las yemas se juegan
en una apuesta filosa
punzante
por la forma.
Canto
me detengo
sorbo el agua del poema
pruebo
la temperatura,
adivino
el espacio que ocupa
en la garganta,
canto de nuevo.
Los hilos saben
la tela sabe
la aguja sabe
con qué lenguajes me erotizo,
con qué gesto
el ruedo me conduce
sola
por los bordes.
Canto.
De esta unión ya no se vuelve.
De esta unión
ya no
hay vuelta atrás.
Sororidad
I
Tres perros durmiendo al sol,
los yuyos a la vera del camino,
una calle de tierra que rasca el aire,
hay olor a otoño y todo está quieto
a las tres de la tarde.
Verde pulmón, el baldío,
donde pasta inocente
un viejo caballo,
un paisaje como aquellos
aparentemente apacibles
que bordaba mi abuela,
allí la encontraron.
Camino en silencio para no perturbar
esa antigua sensación
que une con un hilo a punto de cortarse
un cuerpo roto de mujer
con su infancia.
La pollera me roza las piernas,
las sandalias no me protegen los pies del polvo,
(nada me protege).
Escucho el quejido de las piedras que piso
y siento el olor a mate recién preparado
en una casa
tras una amplia ventana
porque alguien no pudo dormir
esperándola,
y puso el agua.
Sólo el ruido de mis pasos
que avanzan
levanta las voces de las muertas,
las tiende en la cuerda y las pone a secar, limpias,
las enhebra y las dispone,
las riega en las plantas huérfanas,
las deja sentadas en la vereda
cantando.
Es nueva la noticia en esta siesta provinciana
es vieja la noticia en esta siesta provinciana.
Las voces de las vivas suben como un tornado
en medio de las voces de las muertas
que se abren
dejando espacio.
Porque lo que siempre es
nace mientras muere.
La bruja no duerme.
Pinchan
los grillos de la noche
el silencio constelado,
están bordando su amor
sobre el aire,
costureros anónimos
del imsomnio.
La bruja no duerme.
Es medianoche
y el cielo profundo la abre como un ojo.
Será la luna,
el gigante silencio de la sombra,
aquello que se sacude debajo,
otra mirada,
o tal vez la propia
ardiendo
sobre ella misma.
II
Llueve con sol
apenas entendemos esa urgencia,
ese revés con que sucede,
esos pequeños peces
temblando en el aire.
La piedra se lava luminosa
y si miramos mejor
vemos de cerquita
la bruja que se casa.
Se casa
en una celebración misteriosa
un aquelarre protegido por el río.
Pero no de blanco,
como todas las otras brujas que proliferan en el mundo
que se meten en las iglesias para cuidarse de la culpa
que mienten con albor.
Esta hija del diablo ríe con todo el cuerpo
con una carcajada
desde la boca hasta el sexo
con los pechos galopantes de tanto carcajeo
porque llueve con sol y va a casarse desnuda
con sus demonios,
con sus amantes.
Le voy a regalar una montura
de tierra, hierba y rocío
para que su entrepierna huela a monte o a patio,
un abrazo de mil años
sanador de inquisiciones,
la raíz de un silbido creciendo a boca tendida;
le voy a regalar
una cama donde se enreden las estrellas,
también mandrágoras
y amapolas,
un beso en la libertad,
una música vieja,
pero, sobre todo, mi lealtad,
porque
también soy una bruja
y va a llegar el día
en que me llueva con sol
y yo tenga que casarme
coserme
con mis bestias,
con la muerte,
conmigo misma.
de la serie La espera
III
Hoy descubrí que cantando
se asemillan las palabras
pequeñas semillas condensando un íntimo infinito:
el verde
siempre haciéndose
el aroma a albahaca
de tu nombre.
Mientras no estés voy a plantar mi voz
por toda la casa
a ver si así venís
también cantando.
IV
Los abrazos que no nos dimos
se quedaron en nuestra casa,
los siento caminar por las noches
moviendo las cortinas,
los escucho rugir su frustración
escondidos en los rincones
más oscuros.
Temo
que cualquier noche de estas
terminen por despedazarme.
V
Tendré que sacar tu ropa de las perchas
acomodarlas,
delicadamente,
para que tu olor no se asuste.
Sentarme a su lado y contarle aquel cuento
del fantasma que iba empequeñeciendo,
empequeñeciendo,
empequeñeciendo,
hasta dejar de estar molestando el aire
con su ser de aire.
Y que este relato sirva de advertencia
para que regreses,
porque así
vestida de murmurado vacío,
todas las cosas de esta casa,
fantasma de mi corazón,
todas la cosas
empezarán a olvidarte.