“Para un dios que ría como un niño
tantos gritos de pájaros”
Ungaretti
y sin embargo
la piel de estas mujeres de risa obligatoria
pondrá sus caricias más dementes
la enseñanza del amor
entraña el principio
la meditación
acerca de anchas señoras
graves muertos
seres infinitamente pequeños
también
en esta ciudad
segunda hip de la república
con sus clientes de gasolina al aire
no más gruesas cortinas conjeturales
la luz sobre los senos y las copas
qué importa por ellas
total
los sueños vuelven
nada es absolutamente extraño
a estos lugares de la ternura por mandato
aunque quizás poco se comprenderá
sin el secreto lenguaje
de los que recuerdan el dolor y la dicha
todos de firmes apariencias
pulcros circunspectos ahorrativos
del otro lado
donde separar las rodillas es una consigna
se comprenderá
seguramente menos
Rosario, 1967