Junto a muchos pupitres
estudié la geografía.
Pero no ésta
(que pronto será un lago)
indecisa
después de la lluvia
donde el momento de luz
se abre
entre los plátanos
y mira al Uruguay.
En la comarca
del canto rodado
no la del lavadero
sino la que arde a nuestros pies
o mortifica
los aparejos de pesca.
Es así como la otra niña
rasgó
la chamuscada piel del Paraná.
Todo sube hasta el canto
por estas fantásticas
sedas del atardecer
que supera,
aún contra el olvido,
el aroma mágicamente marchito
de las muchachas
de estos pueblos
que habrán de perder su esperanza
pero no, créase, la nostalgia.
Nadie terminará de sorprenderlas.
Nada las apagará.
Salvo esta alegría.
Federación (e/ríos) - 1976