Licuarse:
tres bloques de agua.
I
Sin importancia
sin pérdida
siempre de noche y fumar
el borde, el frío
la periferia
la puta idea del murmullo
deambular
la idiotez de mantenerse vivo
derramar
(ni una sola idea del lugar)
arrojarse al mundo como si nada fuera
como si charco de agua
y que el primer sol de la mañana
absorba lo que quede.
II
Llueve
llueve todo aquí dentro
llueve con todo lo que no llueve en medio del viento
voces, cuerpos, brazos llueven
bajan
descienden
aerostáticos:
o asfixian,
apilados en el único placard de la casa,
o respiran
pares de brazos
bocas grises, ojos secos
llueve
llueve y otras veces blandos cuerpos
pesados contra el asfalto
o se desprenden de la sombra que nace en los talones
si una lanza de sol por la ventana
le provocara arcadas
pelos y baba
el vómito de un gato
largos pelos de muñeca
la cabeza con cucharita
los ojitos
la última cena
la mano y sus dedos
gusanitos tibios
falanges y otras laringes
y los veinte o treinta centímetros que cada esófago mide
retirando sus largos pelos de bronce verde
III
Cada tanto un charquito
la baldosa de siempre
y mis trocitos de queso o de chocolate
mascotas no tengo
mordiditos como con dientes de roedor anoréxico
a sus márgenes
oigo mis pequeños sorbos
me preparo para nadar
el torso y las piernas incompletas
abiertos los ojos
la nuca pesada
nuca que la mano nunca seca
cara de cera que no hace foco y desaparece al despertar
¡vuela, vuélate!
polilla ojona de mi cerebro
señálame con el dedo hacia arriba
eso que ves en el techo
en las vetas de la madera
donde se amontonan las horas y hacen un hueco
o cientos
como de panal
y en cada uno alguien liba (acaso un poeta)
se inyecta carne y como el agua
nunca duerme
remansa.