suelo recorrer los puestos de la feria
reviso los cajones de frutas
en busca de una imagen completa
quiero palpar esa piel como gamuza
como arrimando las manos
a treinta o cuarenta centímetros del fuego
en una noche de invierno
aspirar esa esencia humilde
sentirme invadido de su aroma
hasta los recuerdos
verla y ver que mi sangre toma su color
escuchar la música culminante de su madurez
morder lentamente su pulpa
sentir la fusión con mi boca
el placentero desgarro de la carne
humedeciendo mi felicidad con sus mieles
cuando entre verdes y pasados de maduros
consigo ese durazno
lo llevo hasta tu mesa
y la invisible línea de simetría
que nace entre mujer y fruta
es la belleza
a diluir por el poeta en partes iguales
de soledad y vino.
De: Estigmas del Jacaranddá 2004, Concordia – Montevideo