EL TRAZO DE TANIA

 

 Intentaste todo el día marcar ese trazo de mierda. Apoyás el lápiz y se te va con el estallido de tus ojos mutilados, sangrientos de dos noches sin dormir junto con el recorrido fuerte, hasta el “crack”.  Demasiado fuerte, quizás. La vida, pensaste. La puta que me parió ¿Dónde carajos quedó el sacapuntas?.Revolvés toda la mesa, papeles, papelitos, el ticket del supermercado, las hojillas y la cuenta del teléfono. ¿Quién me manda?.

     – Seguro fué Sofía- y todavía con la maldición entre los dientes, como si nada, aparece frente a tu cara el sacapuntas violeta. Te sentís culpable, hasta que te sentís culpable de sentirte culpable por esa pelotudez, y te reís, y llorás, porque te das cuenta que estás reventando de bronca, que el trabajo es para mañana y que te van a echar del laburo.

 Pero no te importa, o tal vez te importa. Estás pensando en Belén, otra vez. En Belén que te apoya los dedos suaves y los deshace. Deshacelos, nena, otra vez. Como si fuera la última. Como si fuera la única. Hundite en las cenizas que vuelan y se quiebran en el viento, mientras la madera cruje áspera entre las hojas del dibujo gigante que todavía no hiciste.

  Mirás el celular, no hay mensajes. Hace tiempo que no hay mensajes. Aplastás la cabeza contra el vidrio de la mesa, y te envuelve el olor de vitina que sale desde la cocina. Se te ocurre que quizá hubiera sido más fácil con una fotografía. Pero ya no tenés tiempo.

  Trasciende, como de inmediato,  una mueca al papel con los ojos cerrados. Te deleita el desliz, tanto como un buen par de tetas. Y lo plasmás, justo como te gustan, con todos sus poros. Apenas un poco más grandes que tus manos que las encierran, como una cárcel de lunas llenas, que las guardan en armarios viejos, apretadas, para que no se vuelvan a abrir. Se cierran y se tragan el polvo que se estanca por años con el olor del cacao de tu piel. Acariciás su contorno, todos sus bordes, sus pliegues grises. Trazo a trazo los pedazos de esos labios partidos al medio. Medio, medio exquisitos. Te mordés la lengua y te transpiran las plantas de los pies.

   Es domingo, Tania. Vas a despegar las pestañas húmedas y estás babeando el lápiz. No tenés idea de la hora, perdiste la cuenta y no sabés en que momento te quedaste dormida. Lo mirás de nuevo. Estampada, Belén, poesía pura hecha de retazos de imágenes. Intacta, como hace dos años, con las ojeras menos marcadas, se ve más feliz. Vos, igual que siempre, aconteciendo caótica. Respirando todavía al abismo cliché de la mujer ausente.