¿Cómo explicarme ahora tu muerte
sino cual la obediencia al deseo de alguien
tú, que todo lo consentías sin recompensa,
que eras como un ademán del sí, de los perdones,
de las entregas sin cesar más allá de tu orgullo?
¿Qué te pidió que muriera?
¿Te llamó la heroína de la huerta azul,
un lejano recuerdo, o simplemente
quisiste obedecer a un capricho de tu alma
enamorada de las locuras, fundadora hoy
de una isla rodeada - no de lágrimas -
no de celestes aguas,de una isla
en medio de lo inmenso de tu sufrida soledad
litoral de unas fuentes oscuras o doradas,
de unos pálidos ríos afluentes de tu sueño
como las inasibles cabelleras
de las adolescentes que amaban tus silencios?
¿Cómo pudo cansarse tu corazón para nosotros?
¿Era tan grande su derrota
que se olvidó de un latido par nuestra tristeza,
un culpable latido que venciera a la muerte?
¿Es que ya no creías tampoco en nuestra lágrima?
¿Y los pequeños sin tu canción?¿Y los sauces
sin tu mirada larga, y el poema
que le llevabas a la ciudad, a los jardines,
remando desde el anillo de las islas?¿Y las aguas
no con tu juventud únicamente
con la hermosura de tu voz a solas?
¿Y las gargantas que aromabas
con silvestres collares de color
de oro los montes?¿Y tu amor,
tu inmenso amor amargo por muchachas angélicas
que como solamente las besaron tus sueños
pasan sobre tus versos como hechizadas sombras
bajo el temblor de un halo de deseos y lágrimas?