Para nosotros, programar era un juego, pero esa vez el código iba a tener consecuencias en el mundo real.
Juanjo Conti
Las iteraciones (Contramar, 2019) es la última novela publicada de Juanjo Conti. El año pasado fue finalista del Concurso Regional de Nouvelle EMR 2018 con Las lagunas (EMR, 2019). Nació en 1984 en Carlos Pellegrini, provincia de Santa Fe. Es ingeniero en Sistemas de Información y desarrolló el software de maquetación Automágica, con el que publicó la novela Xolopes (2014) y tres libros de cuentos: Santa Furia, La prueba del dulce de leche y Carne de los dioses.
Estuvimos hablando varias veces por Facebook. Le comenté que tenía ganas de hacerle una entrevista sobre Las lagunas y él me habló de Las iteraciones. Básicamente me mandó a leerla. Fui hacia allí y no me arrepiento. Luego me confesó que al principio la novela “estaba apuntada solo a programadores y tenía mucho lenguaje técnico” pero que después decidió trabajarla, junto con Francisco Bitar, para que sea apta para todo público.
Después de leer la contratapa, supe que en Las iteraciones había viajes en el tiempo. A medida que avanzaba con la lectura del libro, supe que los viajes en el tiempo eran el núcleo duro de la trama (por lo menos superficialmente). Juanjo Conti nos trae una novela de ciencia ficción -alimentada por su conocimiento sobre programación- inteligente, sensible y de gran ritmo narrativo gracias a sus descripciones acotadas. Isaac Asimov, en uno de los prólogos-ensayos que recopila en Sobre la ciencia ficción, les dice a los escritores: que si bien no es necesario ser un científico para contar una historia de ciencia ficción, “tienen que aprender tanta ciencia como requiera la historia que ustedes quieran escribir”. Conti es -al menos en esta oportunidad- un escritor de ciencia ficción.
Utilizando sus conocimientos sobre programación, describe cómo se realizan los viajes en el tiempo en una “utopía” construida sobre un mundo gris -donde apenas entran los rayos del sol- gobernado todavía por el dinero, la burguesía y el poder de las noticias mediáticas. Stix es un “programador old school, de los que tipean”, que odia los números redondos y hace treinta años no tiene trabajo porque lo único que sabe hacer ya está en desuso. Aunque esté viejo, solo y cansado, tiene un plan en mente. El leitmotiv de la novela.
El avance de la tecnología ha hecho posible los viajes en el tiempo. Los Estados han hecho posible el acceso a ellos a través de su capitalización. Primero, para unos pocos. Luego, el mercado se echó sobre ruedas y todo el mundo pudo acceder -con diferentes prioridades, sin embargo- a tener al menos cinco minutos legales de viajes en el tiempo.
Stix se reencuentra con sus ex-compañeros, un grupo de octagenarios, y trabajando con ellos logra juntar dinero para comprar más minutos ilegales de viajes en el tiempo. En el camino el personaje se exterioriza, comenzamos a conocer momentos anteriores de su vida, hasta que se nos vuelve alguien familiar. Encontramos similitudes con él, de alguna manera nos mimetizamos, y esto tal vez porque todos hubiésemos hecho lo mismo que hizo. ¿Quién no quiere cambiar algo de su pasado? ¿No hemos pensado todos, al menos una vez, en volver hacia atrás y poder decir o hacer algo que cambie el rumbo de los acontecimientos? ¿Acaso nunca se quedaron con palabras por decir, con cosas por hacer?
“Llamamos iteración a la realidad que se genera luego de un viaje en el tiempo. Si antes de mi viaje estábamos viviendo en la iteración N, ahora estamos en la iteración N +1”. Las iteraciones nos permite pensar en otros mundos/realidades posibles que podrían haberse dado si no hubiésemos actuado de determinada manera en determinado momento o si, al contrario, hubiésemos actuado de forma distinta a como lo hicimos. Pero, como todo, lo que hacemos (hicimos) en el pasado tiene consecuencias en el presente. Y como en el presente, las acciones que se realizan en los viajes al pasado acarrean consecuencias que desconocemos.
“Lo que hacés en el pasado, no se queda en el pasado. Las consecuencias viajan hacia el futuro como las ondas viajan en el agua”
Tomado de: Revista Camalote